Existe un lado bueno que ha creado el orden de la luz y el hombre y otro malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer. Esta es una cita de Pitágoras de hace 2.500 años que Simone de Beauvoir utilizó en la introducción de su famosa obra El segundo sexo. Creo que es una cita que refleja muy bien la misoginia impregnada en gran parte de nuestro patrimonio cultural con que se ha legitimado la desigualdad entre hombres y mujeres como algo natural e incuestionable.

No hace mucho tiempo se justificaba la inferioridad intelectual de las mujeres para razonar y tomar decisiones, excluida del espacio público y del trabajo remunerado y circunscrita al espacio doméstico como madre, esposa y cuidadora. La historia de las mujeres es una historia de exclusión y de silencio. De una invisibilización que solo se rompe cuando las mujeres acceden a la educación, auténtica plataforma de su emancipación social con la que hemos podido acceder al empleo, ganar autonomía y empoderamiento y hacer cambiar las relaciones de género. Con todo ello sumado estamos haciendo cambiar la sociedad para avanzar hacia la plena igualdad. Aún está por conquistar y conviene acelerarla sin dar ni un paso atrás.

El 8 de marzo de 1900, el Ministerio de Instrucción Pública autorizaba «por igual la matrícula de alumnos y alumnas» en la universidad española y en todos los establecimientos escolares. Del tradicional analfabetismo masivo de las mujeres que las sometía a toda clase de subordinaciones hemos pasado a un 55% de matrícula femenina en la universidad y a representar el 66% del conjunto del profesorado, desde infantil hasta la universidad, siendo siempre las chicas las que lideran el éxito académico.

De la segregación por sexos en educación hemos pasado a la escuela mixta y de esta a la coeducación de hoy que educa a chicos y chicas en la igualdad, desactivando el género como una fuente de poder y de desventaja. La coeducación es un eje transversal de nuestras escuelas e institutos y el mejor recurso preventivo de cualquier forma de violencia sexista. Porque el sexismo perjudica tanto a los hombres como a las mujeres y a la misma esencia de la igualdad y de la democracia. Por eso debilitan la democracia los que ejercen de antifeministas.

El futuro nos depara la cuarta revolución industrial donde las mujeres deberemos seguir luchando para estar más presentes en las carreras científicas y STEAM, para cerrar la brecha salarial y para romper dos barreras: el techo de cristal para llegar a lo más alto por capacidad y sin discriminación sexista, y el suelo pegajoso de bajos salarios y con malas condiciones que atrapan más a mujeres que a hombres.

Escribía G.D. Anderson que el feminismo no intenta hacer fuertes a las mujeres puesto que ya lo somos sino cambiar el modo en que el mundo percibe la fuerza. El avance en igualdad de las mujeres es, a su vez, el avance de la igualdad en la sociedad y merece la pena coeducar a chicos y chicas para que ese impulso igualador perdure.

Por estas y muchas más razones, el cambio educativo de futuro que proponemos se fundamenta en la coeducación como mejor garantía de igualdad y de prosperidad compartida. Por un mundo donde perviva la fuerza de la razón y la argumentación sin que el género suponga barrera o desventaja alguna. Así seremos más libres y más completos. En este objetivo, la educación es fundamental y estamos empeñados en que lo sea mucho más, siguiendo la estela pionera de maestras como Clara Campoamor, Rosa Sensat y tantas otras.