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Ecología

"Hasta la sal de mesa contiene microplásticos"

El abuso del plástico supone un problema que además de afectar a los océanos repercute en nuestra salud, advierten los expertos

Los océanos están repletos de plástico. Shutter Stock

Polietileno (PE), polipropileno (PP), poliestireno (PS), policloruro de vinilo (PVC), tereftalato de polietileno (PET), poliuretano (PU)... Son muchos los nombres en los que el plástico se presenta en nuestro día a día. Tanto es así que según los investigadores, la huella que dejaremos los seres humanos del Antropoceno, como así se denomina la época actual, estará formada por restos de radiación, huellos de pollo y plásticos. Cuando los futuros arqueólogos, si es que los hay, encuentren huesos de pollo enterrados, realicen un análisis de isótopos y obtengan cierto nivel de radiactividad o descubran una piedra con poliespan en su interior podrán relacionarlo con nosotros.

Porque si por algo nos diferenciamos los Homo Sapiens de nuestros predecesores es por una dieta con gran presencia de pollo, haber desarrollado y empleado la energía nuclear y haber convertido el plástico, un material que tarda 500 años en desaparecer, en la base principal de nuestra producción.

De los dos millones de toneladas de plástico que se fabricaban a mediados del siglo XX, hemos pasado a producir más de 300 millones de toneladas en la actualidad. Y más de un tercio de los estos plásticos se emplean en productos desechables, como envases, utensilios de alimentación y bolsas de basura. El abuso de este material, creado principalmente a partir del petróleo, ha llegado a límites insostenibles y ha generado una creciente preocupación por las graves consecuencias que está provocando al resto de especies y al planeta. Tanto que "microplástico" fue la palabra de 2018 elegida por la Fúndeu.

Hemos conseguido llenar el mar, que parece un sitio infinito, de plásticos, lo cual repercute en que los peces, moluscos y mariscos que viven en los océanos ya tienen restos significativos de este microplásticos", indica Julio Barea, experto de Greenpeace. Un problema que revierte directamente en nosotros a través de la alimentación. "Incluso la sal de mesa, que procede de la evaporación de agua marina, también los contiene", advierte.

¿Cómo podemos dejar de alimentar los mares de plástico? "Aunque parezca muy duro decirlo, con el reciclaje sólo no llegamos, y más con el sistema que tenemos". A modo de ejemplo, indica: "todos los días en España se venden 50 millones de envases de bebidas, de los cuales únicamente 20 millones terminan donde tienen que terminar para ser reciclados. Quiere decir que el resto, los otros 30 millones, se pierden, son directamente vertidos al océano, son quemados en una incineradora o terminan siendo enterrados en un vertedero", explica este experto.

Las tres 'erres': reducir, reciclar y reutilizar

Reducir: La única manera de frenar ese camión de diez toneladas que llega cada minuto a los mares del mundo es "reduciendo el consumo, por mucho que no les guste a los productores", destaca este experto. "Reducir es clave, y aunque las industrias no están por la labor de que se reduzca su producción, hay que hacerlo. Entonces, como consumidores y usuarios tenemos que reducir el consumo urgente de envases de un solo uso", dictamina.

Reutilizar: Hay que elegir productos reutilizables o que duren mucho tiempo. "Una bolsa de plástico la tienes 10 minutos en tu mano. Una botella de refresco igual, 15-20 minutos y a la basura. Mientras que en el medio ambiente dura 500 años. Es una locura, no puede ser", lamenta Barea. Por ello, desde Greenpeace solicitan al Gobierno la creación de un sistema de depósito de envases de bebidas para garantizar su retorno y su reutilización. Porque, en su opinión, "no es normal que cojas una botella de cristal, la tires en un contenedor, se rompa y tengan que volver a hacer otra nueva".

Reciclar: Y en el momento de desprenderse de algo hay que depositarlo en el contenedor adecuado para que se pueda reciclar. "Se vuelve a meter dentro de lo que es el ciclo de la economía circular, para que nada se deseche. De esta forma seremos mucho más sostenibles", aconseja Barea.

Con estas tres premisas, ¿sería posible reducir el uso del plástico para 2020 tal y como establece la ONU en sus objetivos del milenio? "Si nos pusiéramos ahora mismo igual podríamos hacer algo, pero desde luego ni gobiernos ni industrias están por la labor hasta que no les presionemos. Las empresas están esperando a que haya leyes que sean restrictivas y los gobiernos se van a ver abocados a hacer estas leyes, pero claro, cuanto más tiempo se tarde en implementar medidas y leyes que fomenten nuevas prácticas, mayor es el impacto, ya no sólo ambiental sino también económico y para la salud", denuncia este experto.

No obstante, alberga una pequeña dosis de optimismo. "Es una falta de preocupación, sí, pero también se están intentando hacer cosas, presionar para que cambien las leyes en nuestro país, que se hagan algunas medidas -como el cobro de las bolsas de plástico o la prohibición de los bastoncillos y las pajitas de plástico. Están cambiando mucho las cosas. Hay muchas personas y colectivos concienciados, incluso hay grandes compañías que están en ello. Estamos en el momento de hacerlo y los primeros interesados son la industria, porque van a ser los primeros afectados", concluye.

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