«Me ha encantado el masaje, ¿me das tu teléfono para otro privado?», «Tu novio estará encantado con esas manitas», «¿Este masaje tendrá final feliz?», «A mí se me desnudó un paciente. Aún estaba estudiando. Le dije que se vistiera y me dijo que estaba más cómodo así». Estos son solo algunos ejemplos de los cientos de mensajes que inundaron la red social Twitter el pasado mes de octubre. Las fisioterapeutas y enfermeras de nuestro país denunciaron a través de los hashtags #MetooNurse y #MetooFisio las situaciones de acoso sexual, abuso y discriminación por género que han sufrido en el ejercicio de su trabajo, uniéndose así a la marea del #Metoo. Por vergüenza, muchas profesionales han admitido que nunca habían compartido estas experiencias en público, al creer que serían casos aislados y en los que no se podían actuar, pero tras la relevancia que ha tenido esta acción, exigen que se creen medidas para garantizarles la protección necesaria, en unas profesiones en el que el contacto físico es imprescindible.

La solidaridad con las víctimas y el apoyo han sido claves para dar voz a este movimiento. El Colegio de Fisioterapeutas de Andalucía- con sede en Málaga- al conocer la cantidad de compañeras que habían confesado en la red haberse sentido acosadas o discriminadas en su trabajo, decidió crear una encuesta para contrastar la información. El resultado: 7 de cada 10 de las colegiadas en Andalucía han vivido experiencias de acoso, discriminación e insinuaciones por parte de pacientes, jefes e incluso compañeros. Más del 75% de las encuestadas admitían sentirse infravaloradas por el hecho de ser mujer. «Nos quedamos sorprendidos con los resultados. Además, el 90% ha manifestado que nunca han denunciado estos hechos, cuando es necesario hacerlo para revertir la situación» explica Miguel Gil, vicepresidente del Colegio de Fisioterapeutas en Andalucía.

A raíz de esta circustancias, la institución ha creado una comisión formada por las propias colegiadas y han manifestado su rechazo a cualquier tipo de acto que denigre la profesión. Además, han comenzado a difundir información para que todos los trabajadores sepan que pueden adherirse a su derecho a no realizar sus servicios si se encuentra en una situación violenta. «No podemos permitir que ocurra esto. Queremos que nuestras profesionales se sientan seguras y denuncien. Muchas colegiadas se sienten desmamparadas por desconocimiento pero desde el Colegio vamos a estar siempre de su lado», señala Gil.

A pesar de esta ola de apoyo generado por este movimiento, en Málaga las denuncias por acoso sexual siguen siendo inferiores a las de acoso laboral por lo complejo que es su trámite. «Es muy difícil denunciar este tipo de violencia. Primero tiene que mantenerse continuado durante seis meses para tramitarse. Después tienes que tener testigos, y no muchos compañeros están dispuestos a colaborar en una institución tan jerárquica», critica Teresa Polaino, delegada del Sindicato de Enfermería en la provincia de Málaga (Satse).

Tras 42 años en el sector sanitario malagueño, Teresa Polaino lamenta que el acoso continuado se viva desde «siempre» y por dos vías, la de los pacientes y la de los propios compañeros médicos o enfermeros. «Yo misma he sufrido acoso mientras trabajaba y he vivido también casos de otras compañeras. Debería haber cámaras en las unidades de los hospitales para dejar de silenciar estos casos», sentencia.

Para la enfermera, las campañas que se están realizando a partir del movimiento #MetooNurse «están bien para prevenir pero no es suficiente», comenta. Defiende que sea a través de la educación de los niños como se luche contra este comportamiento. «En prácticamente todos los casos la violencia es ejercida por hombres y nosotras nos limitamos a defendernos. La educación es fundamental para aprender a respetar a las mujeres y a la profesión», afirma.

Una profesión sexualizada

Tanto las enfermeras como las fisioterapeutas critican que su profesión esté llena de estereotipos sexistas, por la imagen que se da de ellas en los medios de comunicación. En el caso de las enfermeras, la sexualización de su uniforme sigue generando problemas. El Satse ya reclamó hace unos meses a empresas que retiraran de la venta aquellos disfraces que atentaban contra la dignidad y la imagen de las profesionales, pero no se ha conseguido su completa retirada. «Es denigrante que todavía se mantenga el uniforme como símbolo sexual, y peor aún que haya hospitales privados en los que obliguen a las profesionales a trabajar en falda», señala Teresa Polaino. En el caso de los fisioterapeutas, Miguel Gil, también indica que los medios de comunicación son «responsables de promocionar la erotización de la profesión», que provoca que mucha personas sigan sin considerarse simples «trabajadores sanitarios».