La identidad virtual, u online, nace los años 90 y se ha ido construyendo hasta finales de 2018 de forma diversa, según el canal digital y la individualidad. De entrada, consideramos que para configurar una imagen en la red significa que se ha de saber unas mínimas nociones de tecnología. Además, supone, sin duda, una ocasión para mostrar quiénes somos, qué nos interesa, qué nos mueve y marcar los tiempos a la carta, sin presiones del entorno. Este tema se debatió, el pasado jueves, en una sesión con 13 personas en el Club de Librepensadores de Alicante.

La perspectiva biologicista (fija y consciente) busca llevar unas normas evolutivas al estudio de la identidad. En cambio, la perspectiva sociobiológica lo plantea de otra forma. Concibe las condiciones innatas y también que el humano es cambiante conforme se adapta al medio (Darwin). La perspectiva psicoanalítica, elaborada por Freud, apunta al impacto que hemos tenido por las relaciones afectivas desde la infancia y al inconsciente como factores de la identidad (las experiencias de la infancia pasan desapercibidas).

La teoría es fácil, la práctica resulta compleja. Primero, debería uno preguntarse quién es y a partir de ahí bucear en su interior para que la red no lo atrape. Porque, "¿cómo se conforma una identidad digital?", se cuestiona Aina Giones-Valls, investigadora de EADA Business. En forma de escritos, vídeos, fotos y audios. Los canales son las redes sociales, donde prima la inmediatez. Ahora bien, para enfocarla de forma proactiva, ¿qué pasos damos? Vamos a analizar una serie de puntos de vista:

¿El buen camino es ser visibles siempre? Quizá no siempre o que sea parcial. De entrada, podría interesarnos, por discreción y por impedir que se juegue con nuestros datos personales, dejar una huella digital poco esclarecedora.

Un fenómeno que ha percibido el investigador Jesús Portillo, investigador de la Universidad de Sevilla, es que se está produciendo una transformación entre la identidad offline y la online, "una masificación informativa en detrimento del conocimiento".

En la actualidad, se ha constituido como formas normales de respuesta hacerlo a través de "Me Gusta" y "Compartir". ¿Este tipo de comportamiento está influyendo en la identidad? Tiene "un notable impacto", asegura Portillo.

La tendencia o moda no queda ahí. El "escaparatismo", necesidad de mostrarnos para no sentirnos fuera de la polis o para ganar reputación laboral, nos conduce a querer estar constantemente expuestos. Por lo que, estando en un evento, es posible que una persona esté subiendo vídeos y frases sin freno. Según la calidad de las mismas es probable que ese contenido le aúpe a ser un personaje seguido. Pero, nos surge una duda: ¿Esa persona está disfrutando del acto mientras ha realizado todo ese trabajo virtual? ¿Está viviendo el presente o se encuentra en modo postureo? En este sentido, el reciente programa de Salvados, Sexo: la mala educación, aportó luz. Varios adolescentes de Barcelona declaran que emplean el "Me Gusta" para ligar en Instagram e, incluso, que le imagen que dan ellos en redes no son ellos. Es decir, viven en una contradicción de la que no conocemos los efectos aún.

Precisamente, Portillo tiene una posible respuesta a este tema que surgió en el programa de Jordi Évole: "La virtualización de la sociedad conlleva una profunda transformación de los modos de relacionarse, de crear la imagen que queremos proyectar a los demás". Otra cosa que habría que investigar es en qué medida nos reconocemos en la imagen que ofrecemos en internet.

Otro asunto a tener en cuenta, los códigos de pertenencias a los grupos. Las exigencias y sus valores nos llevan a respetar un alto número de normas implícitas, ya sea por el tipo de gestión o la tendencia a la homogeneización.

¿Somos todos tan iguales? En teoría, cada uno es ser único. Otra cosa es la conducta social. "Si analizamos el modelo de comunicación que ha triunfado en la red descubrimos que se prefiere la interacción por turnos (para calcular una respuesta más acertada) a la comunicación en tiempo real", sugiere Portillo. ¿Qué quiere decir una respuesta más acertada? Una cosa es no querer pronunciarse, en un primer momento, sobre algo en lo que no se está de acuerdo actuando sin llevar la contraria y otra es tomarse un tiempo de reflexión. También hay que tener en cuenta que la comunicación a la carta que vivimos puede ser una opción para aquellas personas que se sientan desbordadas por la producción de información constante. De ahí la moda de la dieta hipo informativa, que consiste en consumir poco y de calidad.

Vemos que según el canal elegido para establecer la comunicación, ya sea Instagram, Facebook, Twitter, WhatsApp o Foro vivimos diferentes discursos.

En las redes sociales, mediante el idioma universal de los "Me Gusta" y "Retweets", se pretende formar parte de grupos con mensajes que reúnan los valores del colectivo. Puede ser una de las explicaciones que encontramos a que existan tantos trolls en Twitter. O eres de los míos o no. Del endogrupo o del exogrupo. Y como existe mucho anonimato, los insultos se multiplican.

El Big Data está tomando cuerpo, precisamente, para desenmascarar a todas esas personas que apenas dejan huella. Las grandes corporaciones quieren información. Pagan millonadas por ella. Nos encontramos, en ese momento, en el que se busca la forma para conocer qué gustos hay detrás del usuario.

Los famosos lo tienen más sencillo ahora que antes para llegar a sus fans "sin dar la cara". Contratan a un Community Manager que publica contenidos por ellos y mantienen cierta reputación. "Es habitual que el uso de Twitter y Facebook por parte de las celebrities (donde muestran detalles y fotos de su vida cotidiana, cuentan anécdotas domésticas, etc.) sirva como aproximación hacia su público, acortando así la distancia que sí media entre ambos en el mundo presencial", argumenta Serrano-Puche.

¿Cómo gestionarla de manera sana? "La identidad digital debería ser totalmente coherente con la identidad analógica", apostilla Giones-Valls.

Por lo tanto, ¿somos o parecemos? Porque no somos iguales y, sin embargo, seguimos unas normas sociales que nos llevan a comportarnos de forma limitada en las redes por aspirar a pertenecer al grupo, para ser "aceptado" por el colectivo. El tema es que, en muchas ocasiones, las reglas y el enfoque de los grupos nos conducen a sentirnos obligados por respetar unas normas que nos dañan. Claro, todo tiende a estar homogenizado. Entonces, la cuestión que nos surge es: ¿Sabemos quiénes somos? ¿Quién soy yo? Quizá respondiendo podamos sentirnos aceptados para luego aceptar las normativas sociales de una manera consciente y saludable.