El Camino llega a su fin. Para vivir bien Santiago decidimos madrugar. Nos ponemos de acuerdo todos los integrantes de la habitación, seis, para que suenen las alarmas a las 18:30. Tres salen a las 6:45. Dos, Javier y yo, partimos a las 7:00. Y una mujer de Logroño, que viene desde Roncesvalles, sale más tarde, entre otras cosas porque está algo mermada físicamente. Ella sí se puede quejar pero no lo hace. No era una gran caminante pero un día le apeteció y le dijo al marido ahí te quedas, apáñate solo durante un mes. Algún día me gustaría vivir esa aventura.

Salimos a la calle, hace un frío que pela, y como olemos a horno, nos dejamos llevar hasta que damos con la panadería del pueblo. Hay 6 personas trabajando a destajo para hacer pan. Nos llevamos dos croissants en busca de un bar. A la media hora aparece. Después de aquella parada, las cuestas parecen menos elevadas y el frío menos doloroso. Además, estamos ante nuestros kilómetros finales. No es que sintamos el alivio del maratoniano que divisa la meta, pero sí la relajación del que cree que los deberes están hechos. Nos relajamos y conversamos más distendidamente. En el transcurrir pasamos por los estudios de RNE, por el monte do Gonzo y, una vez en Santiago, decidimos echar el segundo café del día en una bonita zona de casas bajas pasado el hospital. En la siguiente hora se va a dar la curiosidad de que vamos a hablar con dos señores con una historias peculiares. El primero, estando en la terraza del bar, se presenta y la conversación deriva en el Compos de los 90 y Caneda. Esto último lo saco yo y él me responde que el mítico presidente juega en dicho establecimiento la partida todas las tardes. Salimos dirección de la plaza del Obradoiro y al poco Javier quiere entrar en una Farmacia. Yo me quedo fuera y empiezo a charlar con un señor cercano que sale de la misma. Resulta que fue el encargado de diseñar gran parte de las obras de restauración de Palas de Rey, el segundo pueblo de la ruta jacobea que visité y más bonito de todos. Obviamente, se sabía curiosas historias de aquellos lares y nos las estuvo contando.

La llegada a la meta impresiona por la gran cantidad de gente que se agolpa y se tira fotos. También por lo bonito del entorno. La ciudad antigua es preciosa. Mi tiempo era más limitado que el de los otros peregrinos conocidos. Por lo que, siendo las 11:00 debía salir salir a la 13:30 hacia el aeropuerto si quería salir hacia Alicante a las 15:00. Por eso y porque no me hacía especial ilusión, no tenía intención de coger la Compostelana. Como a algunos de lo compañeros, sí les hacía ilusión los acompañé. Nada más entrar nos dijeron que había dos horas de cola. Tan pronto entramos como salimos. La misa de viernes era a las 12:00 y había tiempo para conocer algo del Casco Antiguo. Pateamos un poco y acabamos dando con un bar que hacía un tortilla poco hecha por dentro que estaba espectacular. Lo que yo no sabía ese que además de catarla en bocata, iba a tener un suplemento de tapa. Esto de ser de una ciudad sin tapas gratis es lo que tiene. Una vez finiquita el festín, nos fuimos directos a la Catedral. Ya había empezado la misa y estábamos fuera. Como no dejaban entrar las mochilas y Javier ya la había vivido, se ofreció a quedarse fuera guardándolas. Total que entré solo y de golpe me topé con John Nistal. Decidimos dar una vuelta turística por la misma. Impresiona. Por la arquitectura, por los cientos de curiosos, por la multiculturalidad de los curas. Antes de decir adiós, nos hicimos una foto para el recuerdo algunos de los compañeros de viaje y le pregunté a dos de ellos una reflexión final:

John Nistal

"El Camino de Santiago consiste en una de las mayores rutas de peregrinación que existe en el mundo occidental, aun así no me esperaba que el recorrido estuviera tan masificado y que se hubiera vuelto tan comercial. Mi idea del camino era recorrerlo con un fin espiritual y de manera individual, intentando buscar un momento en mis vacaciones para saber hacia donde orientar mi vida profesional y personal. Esta idea se facilitó a la vez que pasaban las etapas, gracias a los momentos de soledad y reflexión, con los momentos en compañía de las personas con las que compartíamos el camino. Sin lugar a duda, lo que me ha aportado el Camino desde Sarria a Santiago, es resolver alguna de las dudas que traía (que no todas) y valorar otras cosas sencillas que parecen insignificantes en nuestros días y facilitan la vida a los demás. El objetivo se consiguió al entrar en la plaza del Obradoiro después de 120 kms. de obstáculos, iglesias y, sobre todo, personas, cuyos pensamientos y objetivos sobre el Camino y la vida son diferentes pero necesariamente respetables que hacen el Camino de la vida más completo, satisfactorio y agradecido".

Pablo Albaladejo

"El Camino como analogía de la vida. Al principio me soprendí mucho de 'el plan' que mucha gente llevaba: te llevan la mochila, duermes en hotel, comes en restaurantes, etc. Todo eso iba en contra de lo que para mi representaba el Camino: un momento de reflexionar, de ser consciente y de conectar. Para mí, la mochila era algo metafórico, puesto que la decisión de cada cosa que metía dentro, implicaba cargar con ello durante muchos kilómetros. La vida está llena de miedos y con ello, llena de 'por si acasos' que echamos a la mochila, pero que normalmente no hacen más que pesarnos mucho y lastrar nuestro avance. Por eso, el que alguien pague a otro para que le lleve la mochila, me parecía como cargar a otros con nuestros miedos... Como tantas veces hacemos a diario. Pero lo que me ha dado el Camino, es ver que ningún Camino estaba mal vivido (así como ninguna vida puede ser mal vivida). La gente afín se juntó y juntos transitaron el Camino. Al final, todos llegamos el mismo día, al mismo lugar. Cómo en la vida. Así que me ha ayudado ver mis 'deberías' y resto de juicios externos sobre la realidad, ayudándome a ser más amable conmigo mismo y con la vida".