Martes, 1 de mayo. 5:30 horas. El movimiento en la habitación del albergue cada vez es más sonoro. Abro un ojo a las 7:00 y quedamos solos en la habitación Javier de Miranda, Gala de Moraira y yo. El verde paisaje que se divisa desde lo alto de Portomarín se ha tornado en un precioso manto blanco de nubes. Salimos a desayunar y los dedos se petrifican. Hace cero grados. Gracias al movimiento, a los guantes de Javier y a la conversación, el cuerpo se mantiene templado. A eso y a que el Puente se nota, porque hoy arrancamos en Romería.

Entre la muchedumbre, le pregunto a Javier: ¿Con qué idea has venido? "Con ninguna. No busco nada fuera. Hace ya mucho tiempo que mi camino es interior. Hacia dentro. Sin embargo, encuentro en el Camino un ambiente propicio para aquietarme y vaciarme. El tiempo es largo y da para mucho. Solo tienes que caminar. Solo eso. El resto viene solo. El cuerpo te va mostrando todos aquellos acontecimientos que han transcurrido por tu vida, sobre todo, los negativos, que tienden a acumularse en formas dispares produciendo sufrimiento". Él es un apasionado montañero, que me recomienda que conozco la Sierra de Guara (Huesca), es además un tipo profundo. Con una capacidad de oratoria importante, propia de un predicador, que a mí me resultado agradable escuchar. "Bueno, es el tercer año consecutivo que te lanzas a esta aventura. ¿Qué te aporta? Conocimiento de lo que es la propia vida. Ver al Divino en cada una de sus infinitas formas. Satisfacción de saber que observando puedo avanzar en el camino interior, ya que me veo reflejado en cada uno de los seres que por allí caminan compartiendo experiencias, hablando de lo espiritual, de lo humano, de lo material y más. Entiendo la vida, en este momento, como un inacabable, profundo y repleto camino de satisfacción divina entregado por completo a la transformación del espíritu".

A estas reflexiones, se le une que el día cambia de tal manera que nos acompaña un sol espectacular. Capas fuera y sonrisas al viento. El buen rollo se deja ver entre los aventureros. Las vacas se nos vuelven a cruzar. Incluso, un grupo de cinco chavales evangélicas no regalan un abrazo, café y galletas. Hoy toca caminar 25 kilómetros y cuando quedan 5 pedimos a gritos un lugar amable en el que repostar. Tras un intento fallido (por el exceso del precio del menú, por ser peregrinos), damos con la brasería. Por ser un día tan festivo, van con la lengua fuera pero sacan su mejor cara para despacharnos con cariño y rapidez. Tal es la generosidad que nos dejan la botella de orujo por si queremos alargar el carajillo. Vuelta la ruedo, que solo queda la recta final para entrar en Palas de Rey. Una vez instalados en el albergue público, la tarde transcurre con una amena charla con John Nistal (de Bilbao) y Pablo Albadalejo (de Madrid). Pasamos la cena viendo el Madrid-Bayern rodeados de merengues y teutones. Como no podía ser de otra manera hay pique pero sano.