Martina no era como los demás niños. No es como las demás niñas. Cuando estaba a punto de cumplir 2 años llegó el diagnóstico: la pequeña es autista en grado moderado (máximo apoyo), según especifica el informe médico. En unos días, Martina cumplirá tres años y en unos meses, debería empezar el «cole de mayores». Debería hacerlo, pero su familia tiene serias dudas. Y es que la Conselleria de Educación le ha asignado una plaza escolar en un aula ordinaria del CEIP Angelina Carnicer. La teoría dice que tendrá apoyos específicos. Pero, en la práctica, faltan recursos. Los padres de Martina eligieron ese colegio, pero querían una plaza en el aula CyL -aula específica para menores con necesidades especiales, denominada de Comunicación y Lenguaje- con profesionales especializados para un grupo reducido de 8 alumnos. Pero no hay sitio para Martina. No cabe. El aula CyL está llena.

Así, en las listas provisionales, su nombre figura en una plaza ordinaria, para compartir clase con más de 20 niños y un único profesor. Y sus padres, Laura Cuerda y Rubén Ventura, no dan crédito. Su pequeña es autista, pero tiene capacidad de aprendizaje. Su niña tiene necesidades especiales, y por eso precisa de una ayuda específica. «Nosotros queremos una plaza en el aula CyL porque así consta en el dictamen de modalidad de escolarización que solicitamos. Fue la conselleria la que nos dijo que Martina tenía una serie de recursos disponibles, como un aula CyL, y ahora, como no cabe... ¿le asignan una plaza ordinaria sin ningún apoyo? Sabemos que falta personal. Increíble y vergonzoso», explican Laura y Rubén, mientras la pequeña bailotea en el comedor, ajena a lo que ocurre a su alrededor.

El pasado 4 de junio salieron las listas provisionales y dos días después la familia presentó una reclamación en el colegio asignado para que la conselleria «reconsidere la concesión de las plazas o nos de una alternativa a la altura de mi hija, que tiene necesidades especiales de aprendizaje». Y es que, además, la familia asegura en su reclamación que durante el periodo de admisión «se liberaron 2 de las 8 plazas del aula CyL, pero la inspectora de aulas CyL determinó, en último lugar, que otros 2 niños ocuparan la plaza, avisándoles incluso de las vacantes (al menos, a uno de ellos) mientras nosotros, que presentamos la solicitud en tiempo y forma, y con una documentación que nos otorga puntuación más que suficiente -familia numerosa, empadronamiento y grado de discapacidad de Martina de un 33%- nos hemos quedado fuera».

Mientras se realizaba este reportaje, Laura Cuerda recibió dos llamadas seguidas el pasado jueves. La primera fue de la inspectora de zona «para decirme que estuviera tranquila porque mi hija ya tenía plaza en el aula CyL». La segunda, fue de la inspectora de zona de aulas CyL que aseguraba «que ella no tenía noticia de este cambio, ni de la adjudicación de mi hija en el aula CyL porque había que ver en qué condiciones quedaba el resto de niños. Y me emplazó a una reunión la próxima semana». Y es que, al parecer, hay lista de espera para acceder a una ansiada plaza en un aula CyL, algo que no confirmó la conselleria. «A nosotros nos dijeron que el niño que había entrado por Martina llevaba en lista de espera dos o tres años... Y que, aunque en los papeles figura que en las aulas ordinarias hay tres profesionales de apoyo en exclusiva... No es cierto porque faltan educadores, faltan psicopedagogos y faltan logopedas. Una cosa es la teoría y otra, la práctica. Faltan profesionales en los centros, faltan aulas CyL y falta una inclusión real», explica Laura Cuerda.

De hecho, si la conselleria le asigna la plaza definitiva en el aula ordinaria, la familia baraja no escolarizar a la pequeña. «Reclamamos el derecho de inclusión y no discriminación, y que se facilite una alternativa que no desampare a mi hija de 3 años. Martina no habla, no sabe comunicarse, está aprendiendo a demandar con pictos, lleva pañal y... sobre todo, no es capaz de seguir el ritmo en un aula con 20 alumnos más y un único profesor».