Todos estamos rodeados de personas tóxicas. Individuos cuya actitud con la vida o hacia nosotros puede pasarnos factura en función de su cercanía o influencia en nuestro día a día. Amigos, jefes, hermanos, parejas o, incluso, padres pueden ser perjudiciales para nosotros. Cualquiera que nos haga sentir mal aunque no tengamos la culpa, que nos use sin que sepamos evitarlo, que nos tenga a su merced sin que nos demos cuenta.

A este tipo de personas, las consideradas tóxicas, hay que aprender a identificarlas para alejarlas de nuestra vide e intentar cerrar las heridas que han dejado en nosotros. Así lo cree la psicóloga clínica María Nieves Martínez, presidenta de la Fundación Cattell Psicólogos, quien asegura que cualquier persona puede tener una relación tóxica, ya sea con una pareja, un jefe o un padre, aunque siempre hay más posibilidad de que ésta surja con personas de nuestro entorno más cercano. Una de las más duras suele ser cuando el sujeto tóxico es un padre o una madre, ya que para un niño sus padres son el centro de su día a día, su referente, quienes le deben proteger, pero se convierte en todo lo contrario, en alguien despectivo, exigente hasta el extremo y que lo lleva al límite restando importancia a todo lo que hace bien.

En cuanto a las características que podemos encontrar en un padre o una madre tóxica la doctora Martínez destaca que suelen ser personas manipuladoras y narcisistas que aprovechan cualquier momento de debilidad de la ´víctima´ para manipularla. Tienen comportamientos agresivos, son egocéntricos y se quitan de en medio todo lo que no les interesa. «El problema es que se llega a crear una dependencia y a la vez que se le teme se le ama porque se idealiza a esa persona, viéndola como alguien superior», como cuando aparece el Síndrome de Estocolmo en un secuestro, afirma la experta.

Un ejemplo reciente que señala la experta es el de los padres de Nadia, quienes presuntamente se han aprovechado de la enfermedad de su hija para lucrarse y «más detalles que se están conociendo en las últimas semanas». «Este es un caso de padres tóxicos que hacen daño a sus hijos desde el mismo nacimiento y cuando un niño es pequeño no sabe defenderse y puede quedar con secuelas», señala María Nieves Martínez. Al tiempo que detalla que son padres que chantajean, ridiculizan, padres perversos que maltratan psicológicamente y nada de lo que hagan sus hijos está bien.

Como psicóloga clínica con más de 30 años de experiencia reconoce que hay muchos tipos de relaciones tóxicas, pero una de las peores es cuando los padres dan una de cal y otra de arena, «esto va destruyendo al niño, quien crece pensando que eso es el amor». Estas situaciones hacen que los pequeños, cuando crecen y se hacen adultos, vayan de una relación tóxica en otra, de la de los padres pasan a la de pareja, a una relación tóxica en el trabajo o incluso en su entorno social, ya que piensan que así son las relaciones habituales.

Detectar a unos padres tóxicos desde fuera suele ser complicado, según la presidenta de la Fundación Cattell Psicólogos, ya que a los niños les cuesta mucho reconocer la situación y hablar mal de sus progenitores, incluso cuando son mayores. «He tenido pacientes que superan los 40 años y quienes no se atrevían a hablar de ello y siempre sacaban en las sesiones otros problemas del entorno», dice. Quizá, en estos casos, quienes juegan con una posición de ventaja pueden ser los docentes, ya que en el entorno educativo puedan ver señales en el niño, lo vean más triste, nervioso... «pero ellos tampoco son detectives que puedan saber todo lo que pasa».

No obstante, la depresión o la ansiedad suelen ser un punto de partida de que algo no funciona bien en esa relación, pero la víctima se ve en un pozo del que no se cree capaz de salir. «Va bajando su autoestima, se siente vulnerable y queda en manos de esa persona manipuladora que lo maneja a su antojo», explica la psicóloga. Respecto a cómo se comportará ese niño en el futuro, asegura que es probable que desarrolle el mismo rol que ha aprendido, ya que la relación de apego que ha conocido no ha sido sana y «no sabrá ser un buen padre en el futuro. No darán pautas de seguridad y cariño a sus propios hijos».

Frustración y estrés en el trabajo

La experta considera que aunque haya momentos que nos puedan superar, unos padres saben si están volcando en sus hijos la frustración o el estrés del trabajo, sus relaciones fallidas o los problemas con sus compañeros y su entorno social. «Por ello hay que buscar un estilo educativo basado en el cariño, en el respeto, y como pequeñas personas que se harán adultas hay que dejarles que desarrollen su proyecto de vida, no imponerles el estilo que nosotros queremos».

Otra de las versiones que también ven los especialistas como María Nieves Martínez es el caso contrario, unos padres que sufren a un hijo tóxico, un hijo que vuelca en ellos sus frustraciones y que les pierde el respeto llegando a producirse agresiones verbales e insultos. Estas situaciones, en las que se da la vuelta a agresor y víctima, los hijos e convierten en los tiranos, algo que se conoce como el Síndrome del Pequeño Dictador. Ya sea en un lado o en el otro, esta psicóloga asegura que son situaciones de las que se pueden salir, lo importante es la comunicación para conocer dónde está el problema y atajarlo. «Las familias las formamos muchos tipos de personas y cada uno tenemos unos defectos».