La XVIII duquesa de Alba, una de las personalidades más importantes de la aristocracia española y del mundo, falleció ayer en su residencia sevillana del Palacio de Dueñas a los 88 años.

Cayetana Fitz-James Stuart y de Silva permaneció desde el martes en su residencia después de pasar dos días en la UCI del Hospital Quirón Sagrado Corazón de Sevilla, aquejada de una neumonía que le causó una pequeña arritmia cardiaca y que sufrió inmediatamente después de haber padecido una gastroenteritis.

Las últimas horas de su vida, Cayetana de Alba estuvo rodeada de sus seis hijos -Carlos, Alfonso, Fernando, Jacobo, Cayetano y Eugenia- y de su marido, Alfonso Díez, y durante los tres días en los que permaneció en Las Dueñas se produjo un rosario de visitas de amigos, probablemente sabedores de que sería una de las últimas veces que la vieran con vida.

La capilla ardiente se instaló ayer en el Ayuntamiento de Sevilla, donde permanecerá hasta que se celebre su funeral hoy a las 12 en la catedral, oficiado por el cardenal Carlos Amigo Vallejo, tras el cual será incinerada.

El féretro fue cubierto con la bandera de España y el escudo de la Casa de Alba, en una estancia en la que se colocaron cuatro velones y dos cuadros del Cristo de los Gitanos y la Virgen de las Angustias

El viudo de la duquesa, sus hijos, nietos y otros familiares ocuparon varios bancos cerca del féretro. Fueron también familiares quienes portaron el ataúd hasta el interior del Ayuntamiento, después del recorrido por las calles del centro de Sevilla desde su domicilio.

El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, señaló que se ha decretado un día de luto en la ciudad. A pesar de su disposición a mantener abierta «sin hora» la capilla, se cerró a las 22 horas y se volvería a abrir hoy a las 9. Hasta las 17 horas de ayer, fue visitada por unas 10.000 personas.

Hasta allí se acercaron, entre otros, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz; el expresidente José Rodríguez de la Borbolla; el torero Curro Romero y su esposa, Carmen Tello; la empresaria Alicia Koplowitz, o el diseñador Toni Benítez. En las últimas horas llegaron gran cantidad de coronas, entre ellas la del torero José María Manzanares o la cantante María del Monte.

La infanta Elena acudirá hoy a la catedral de Sevilla para asistir al funeral en representación del Rey, según fuentes de la Zarzuela. Don Felipe telefoneó ayer al viudo de la duquesa y conversó también telefónicamente con el hijo mayor de Cayetana, Carlos Martínez de Irujo, duque de Huéscar, y a ambos transmitió sus condolencias y las de la Familia Real.

Por su parte, el ministro de Defensa, Pedro Morenés, representará al Gobierno en el funeral.

La sangre «más azul»

La duquesa de Alba es la aristócrata más conocida de España y pertenecía a una familia que extiende sus raíces desde los nobles castellanos de la Edad Media hasta la reina María Estuardo de Escocia.

La mujer con más títulos nobiliarios, es la aristócrata por antonomasia y probablemente la persona con la sangre «más azul» del mundo, ha estado muy ligada a Sevilla, ciudad a la que siempre llevó como un emblema, como una divisa, como un título del que presumió tanto como de los que heredó de su padre.

El reparto de su herencia, valorada en unos 3.000 millones de euros, ya está firmada ante notario, y en ella su esposo, Alfonso Díez, de 64 años y que inició la relación con ella en 2008, firmó en febrero de 2011 sus capitulaciones matrimoniales, un total de quince cláusulas por las que renunciaba a «cualquier título, derecho u honores que le pudiera corresponder fruto de su matrimonio».

Adelantada a su tiempo

Con Cayetana de Alba se va el símbolo de cómo entender la vida, la nobleza, el señorío y, al mismo tiempo, cómo relacionarse con el ciudadano de a pie sin perder la compostura esgrimiendo tan solo una máxima: «Vive y deja vivir».

Genio y figura de una manera de existir, intentando acompasar el deber a sus convicciones, sin hacer daño a nadie, y persiguiendo exprimir cada segundo.

Una mujer adelantada a su tiempo que, en una entrevista con Efe, con motivo de la publicación de su libro Lo que la vida me ha enseñado (2013), reconocía que había querido vivir su vida «sin molestar ni fastidiar a nadie», aunque aseguraba, pese a lo que muchos pudieran pensar, que también se había puesto «límites».

Hija única de Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó y de María del Rosario de Silva, ostentaba casi cincuenta títulos nobiliarios, veinte de ellos con Grandeza de España.

Tras el fallecimiento de su madre, su padre fue su referente, el bastión al que agarrarse en los momentos difíciles y ante el que se rebelaba cuando quería imponer sus deseos y su libertad.

Cuando él fallece, Cayetana Fitz-James Stuart, ahijada de Alfonso XIII, se convierte en la XVIII duquesa de Alba. Mantener y conservar el patrimonio de la Casa de Alba le supuso años de mucho trabajo y esfuerzo. Una tarea en la que puso todo su empeño su segundo esposo, Jesús Aguirre, y a la que se sumaron sus hijos, en especial el heredero del título y primogénito, Carlos, duque de Huéscar.

Un patrimonio valorado en 3.000 millones de euros y en el que se incluyen palacios, castillos,cortijos, olivares, terrenos agrícolas, valores bursátiles, obras de arte y joyas, además de títulos nobiliarios, algunos de ellos donados a sus hijos, tres meses antes de su enlace con Alfonso Díez.

«Siempre he conseguido todo lo que me he propuesto, a base de luchar y pelear por ello», decía la duquesa, que fue en numerosas ocasiones «personaje» del corazón e imitada por los humoristas.