La vida útil de un satélite ronda los 15 años aunque, depende de las condiciones en las que tengan que trabajar "más o menos cerca de la atmósfera", puede durar entre 3 y 10 años. Tras su vida útil, durante la cual van perdiendo altura y se produce la reentrada.

Acerca de este momento, Molina ha señalado que en los satélites antiguos, aquellos que terminaron su misión a finales de los 90, se les acababa el combustible y el proceso de reentrada "no era controlable porque no se podía forzar al satélite a caer en un punto concreto de la Tierra". "Si el satélite tiene combustible en un momento dado se encienden los motores y se empuja en una dirección para que reentre en el área que interesa", ha explicado el experto.

Según ha señalado Molina en este caso tampoco hay posibilidad de dirigir la reentrada del satélite, de ahí "la situación de incertidumbre en que se encuentra actualmente la NASA".

Del mismo modo, ha apuntado que en otros tipo de misiones, en las que los satélites no están tan cerca de la Tierra como los de observación o los de telecomunicaciones, los aparatos "son llevados a una órbita en la que no moleste".