La famosa furia española ha conseguido que en la selección española golee hasta el portero. En propia meta, no se puede pedir todo. De Gea se negó a aplaudir a Pedro Sánchez y a saludar a Màxim Huerta, representantes legítimos del país que le paga. Cualquiera de esos políticos hubiera mejorado ayer las prestaciones del guardameta. Con los ojos vendados. Con una mano atada a la espalda. Recostados en un sofá en la portería.

De Gea es tan generoso que se prestó a rehabilitar al condenado Ronaldo, por partida triple. El presunto guardameta español ni se enteró de los disparos de su antagonista. Al interrumpir accidentalmente un balón del astro portugués, lo encaminó hacia la red para no desairar al delantero.

Y pudo recibir el cuarto gol en el descuento, si el trigoleador adelanta la cabeza un centímetro. Hasta ayer, el delantero luso solo había obtenido tres dianas durante su trayectoria en los Mundiales. A Irán, Ghana y Corea del Norte. Estamos en buena compañía.

El cancerbero que bajo ningún concepto debe fichar el Madrid remató su faena de bombero torero con una salida acobardada a diez minutos del final. Esta finta huidiza casi le cuesta otro gol a España, y desnuda a un guardameta sin personalidad. Su ridículo planetario, ante los disparos envenenados de Ronaldo, castiga la prepotencia ante los gobernantes a quienes afrentó. Si no ha aprendido a superar sus obsesiones adolescentes, se merece las pifias que amontona esta temporada, así en el United como en la selección.

Para situar el partido, cabe recordar que en la fase de grupos del Mundial participan Estados tan inverosímiles que a nadie le extrañaría la inscripción por error de la selección de ISIS. El ecumenismo implica que el Uruguay-Egipto solo tuvo cinco minutos interesantes, del 90 al 95. La situación empeoró con el Marruecos-Irán, fascinante desde el minuto 90 al 89. En la mayoría de selecciones de este párrafo, la pregunta no es si deben participar, sino si tienen derecho a ver los partidos del Mundial.

Con este panorama, el España-Portugal no solo fijaba la primera y segunda posición del grupo, sino que implicaba el comienzo de hecho del Campeonato. La selección sufrió para recuperarse del trauma causado por la doble pérdida de Julen Lopetegui y de Huerta, en vísperas del debut.

Los españoles debieron comparecer con brazaletes negros, para reconocer la escabechina. El empate final no aclara el liderazgo final del grupo, que puede acabar solventándose por la diferencia de goles contra los paupérrimos iraníes y marroquíes. Por fortuna, las perspectivas de España siguen intactas pese a la exhibición del frágil De Gea, que recordaba a los últimos representantes españoles en Eurovisión. O en Supervivientes.

Hubiera sido tremendamente injusto que Florentino viera recompensado su insultante ataque a la selección española, auxiliado por la codicia de Lopetegui. Cuando el primero expulse al segundo del Madrid antes de que finalice el año, habrá que recordar el ejemplo de dignidad brindado por Rubiales, ante el mobbing a que fue sometido.

Fue una nala noche para los artistas de la farándula futbolística metidos a políticos, tales que De Gea. La selección empató un partido que solo podía ganar. El espectador avisado debió reparar en que el pálido Iniesta se halla en plena forma, suerte que los barcelonistas no ven los partidos de España.