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CORONAVIRUS

El coronavirus dibuja nuevos espacios políticos en las Cortes

La primera sesión de control al jefe del Consell en este reinicio del periodo de sesiones mantiene a Puig en la oferta de los grandes consensos, deja al PP en el lado de la confrontación y escenifica el acercamiento de Toni Cantó al PSPV

La portavoz del PP, Isabel Bonig, durante su intervención. a. i.

Del conjunto de la actividad parlamentaria en las Cortes Valencianas, las sesiones de control al presidente de la Generalitat son el escaparate para que los grupos políticos afiancen su rumbo o acaben dando un golpe de timón. Cualquier giro se acaba reflejando en este debate. Y ayer, desde luego, era un día marcado en rojo en el calendario. Era el primer «cara a cara» de los portavoces con el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, una vez reanudado el periodo de sesiones ordinario tras los dos meses de parón por la epidemia de la covid-19. Es verdad que el presidente de la Generalitat había comparecido ante la Diputacion Permanente. Pero el formato con preguntas y la escenografía de una sesión de control obliga al jefe del Consell a fijar su posición y a los grupos a trazar su propio relato que, a la postre, se convierte en estrategia. Y los lídres parlamentarios, además del propio Puig, necesitaban ahormar el nuevo espacio en el que se van a mover a partir ahora. Condicionado, sin duda y muy probablemente para todo lo que resta de legislatura, por los efectos sanitarios, sociales y económicos del coronavirus.

Ximo Puig tiene clara su posición. Y así lo evidenció en todas las intervenciones. Juega con un cuerpo de ventaja. Los grandes acuerdos en tiempos de crisis favorecen siempre al que gobierna. Y, además, el presidente de la Generalitat está convencido de que es la única vía posible para afrontar ese complejo escenario al que nos enfrentamos. Dejando al margen el llamamiento a la «revolución» que lanzaron desde los bancos de la ultraderecha, centró sus esfuerzos en el PP y Ciudadanos. A Isabel Bonig le trazó un camino claro. «Le convoco a un gran acuerdo valenciano. El enfrentamiento no lleva a la solución. Ustedes deciden si están en la crispación o en la solución», retó a la lider del PP que, de momento, ha optado por la vía de la confrontación. De hecho, dedicó Bonig parte de su primera intervención a azuzar al Gobierno de España por la polémica sobre el ministro Marlaska para luego, durante su réplica, acusar a Puig de falta de lealtad y no tener un plan. Hasta sacó a la cancha de juego al alicantino José Juan Zaplana, uno de los diputados más duros de la oposición junto a Rubén Ibáñez, para poner encima de la mesa que el Botànic asuma «responsabilidades políticas». «¿Cuándo lo van a hacer?», le dedicó Zaplana a la consellera Barceló en señal inequívoca de que, al menos por ahora, Isabel Bonig sigue dispuesta a seguir la línea dura que marca Pablo Casado.

Con Toni Cantó, líder de Ciudadanos, la cosa es distinta. Más fácil a día de hoy. El síndic naranja aprovechó la sesión para escenificar el guión que vienen ensayando sus peones de confianza en la comisión de reconstrucción de las Cortes siguiendo la estela de acercamiento a los socialistas que está poniendo en marcha Inés Arrimadas en Madrid. «¿Cómo le podemos ayudar?», le preguntó en tono casi de compadreo Cantó a Puig al término de una intervención en la que reforzó sus últimos mensajes. Cargó contra Compromís y Podemos para continuar ofreciéndose a Ximo Puig. ¿Cómo? Con un gobierno de concentración en el que participe Ciudadanos junto a los socialistas y el PP. La idea ya la ha repetido varias veces. Pero no con la solemnidad de la tribuna parlamentaria. «Usted no tiene socios. Tiene lastres. Todos los grupos de la oposición queremos ayudar. Pero suelte lastre», le dijo. «Podemos trabajar juntos», le reconoció Puig en tono amable pero, eso sí, sin romper la mayoría del Botànic. Ampliando. «Esta va de un plan para toda la Comunidad Valenciana con la máxima participación al cual está convocado», le dijo a Toni Cantó con la pelota ahora en su tejado.

El doble relato de Compromís y un reconocimiento del presidente

La sesión de control parlamentario evidenció que Compromís se mueve, en estos momentos, en un doble relato. Uno más suave en la Comunidad Valenciana para evitar que su mensaje deteriore el Consell del Botànic. Y otro más duro cuando Joan Baldoví interviene en el Congreso. «No hemos venido a ser simpáticos con los gobiernos de Madrid. Venimos a ser útiles a los valencianos. Y eso es incompatible con la sumisión», advirtió el síndic de Compromís, Fran Ferri, durante un debate parlamentario en el que el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, reconoció, efectivamente que los valencianos padecen una «discriminación objetiva de sus intereses» en el trato que recibe del Gobierno de España.

Aprobada la ley que regula las tragaperras y aleja los centros de apuestas de los colegios

Tras un largo periplo que arrancó con un primer borrador hace ya tres años, las Cortes Valencianas aprobaron la nueva Ley del Juego, destinada a la prevención de la ludopatía en la Comunidad con los únicos votos de los tres socios del Botànic, el tesón del conseller Vicent Soler y entre fuerte tensión. La votación telemática, interrumpida por errores del sistema, culminó una semana en la que los tres grupos del bloque de la derecha han intentado boicotear la aprobación, diputados de la izquierda han denunciado sentirse «presionados» por los «lobbys» del juego, se han convocado acciones de protesta callejera crca del parlamento y se han producido hasta acusaciones veladas de corrupción.

Finalmente, 52 votos favorables de los parlamentarios del PSPV, Compromís y Podemos; 37 en contra del PP y de Ciudadanos; y 10 abstenciones de Vox, que optaron por marcharse de la sesión. Un último informe de los servicios jurídicos de las Cortes tras las dudas esgrimidas por la ultraderecha y el PP avaló el sistema de voto. La derecha se opone al entender que la norma afecta al empleo en un momento de crisis mientras que la izquierda la considera más necesaria que nunca para controlar la tentación de personas que crean en el juego como fórmula de dinero fácil en tiempos de dificultad pero que, en realidad, puedan acabar completamente arruinadas. La norma regula las máquinas tragaperras en la hostelería con un dispositivo de control como ocurre con las de tabaco. Además, como novedad, las salas de juego deberán cumplir la distancia de 850 metros respecto a colegios e institutos.

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