Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sujeto & predicado

Inés Arrimadas. Cómo gestionar una herencia envenenada

En el escenario político nacional se representa estos días un vodevil, cuyo argumento ha dado lugar a dos interpretaciones contrapuestas

Antes de entrar en materia, hay que tener muy claro que Ciudadanos es un partido muy raro. En su corta historia, esta formación se ha convertido en un perfecto ejemplo de la rapidez vertiginosa con que se desarrollan los acontecimientos en la actual política española. Nacido entre la intelectualidad catalana de izquierdas como respuesta al pensamiento único del nacionalismo, Cs entró en la escena nacional enarbolando la bandera del centrismo y cosechó un rotundo éxito, llegando a amenazar al mismísimo PP. A partir de ahí, todo fueron desgracias. La obsesión suicida de Albert Rivera por convertirse en el líder del primer partido de la derecha española acabó provocando un desastre electoral. En el camino que discurre entre la nada y la más absoluta de las miserias se produjo una inexplicable paradoja: Ciudadanos entró en gobiernos autonómicos, ayuntamientos y diputaciones, consiguiendo importantes cuotas de poder mientras se sumergía en un periodo de imparable retroceso.

Ésta es la envenenada herencia que recibe Inés Arrimadas como portavoz de Cs y como más que probable presidenta del partido tras las elecciones primarias que se celebrarán en marzo. El reto es complicado. Pero conviene recordar un dato importante que a veces se nos olvida: estamos ante la mujer que ganó las últimas elecciones autonómicas catalanas, dejando con un palmo de narices a un independentismo todopoderoso, que controlaba casi todos los resortes mediáticos catalanes y que la convirtió en víctima propiciatoria de todo tipo de ataques; desde las naturales críticas políticas, a los insultos personales, pasando por auténticas campañas de acoso. Una mirada a las secciones de comentarios de la prensa digital independentista es como un viaje al túnel del terror verbal, con el que uno se hace una idea bastante aproximada del grado de odio que nuestra protagonista despierta en los sectores más biliosos y cerriles del «procés».

Fogueada en un permanente enfrentamiento parlamentario con los diputados y los consellers nacionalistas, su salto a la política nacional era algo parecido a unas vacaciones pagadas en un plácido balneario. La decisión -nunca bien explicada por Rivera- de abandonar una Cataluña en la que ejercía de líder absoluta del constitucionalismo, colocó a Inés Arrimadas en una posición incómoda. Nadie acababa de tener claro qué puñetas hacía una política de esa talla ejerciendo de actriz secundaria tras la figura de un Albert Rivera omnipotente. Como Dios escribe recto con renglones torcidos, la solución a este problema llegó de la mano de los votantes, que el pasado 10 de noviembre castigaron con dureza a Cs, forzando la dimisión de Rivera y dejándole el camino abierto a una dirigente que apenas lleva ocho años en la primer línea política, pero que acumula experiencias para llenar varias décadas de biografía.

Mientras los agoreros convierten a Inés Arrimadas en una versión de la fracasada Rosa Díez e igualan a Ciudadanos con la difunta UPyD, la dirigente de Cs se enfrenta a la titánica tarea de devolverle la vida a un partido que se ha quedado atrapado en una estéril zona muerta situada entre el PP y Vox. La espiral de turbulencias internas que acompaña estos días a la convocatoria de elecciones primarias no presagia nada bueno y confirma que Ciudadanos es una formación política de aluvión muy difícil de gestionar; un volátil batiburrillo en el que se reúne una heterogénea tropa de agraviados del Partido Popular, de centristas sinceramente convencidos, de restos de serie de otros partidos y un buen número de oportunistas dispuestos a pasarse al enemigo a las primeras de cambio.

Hasta la fecha, Inés Arrimadas ha demostrado que es una contundente polemista; una dirigente dotada de una innegable capacidad para moverse en las zonas de conflicto y de tensión permanente. A partir de ahora, le toca cambiar de registro y entrar en los sutiles territorios de la alta política para tomar las riendas de un partido que puede jugar un papel fundamental en el futuro del país o que, por el contrario, puede acabar hundido en los mares de la más absoluta irrelevancia.

Si Arrimadas sale airosa de este embolado en el que se ha metido, se consolidará como una figura destacada de la política nacional y podrá ejercer de interlocutora imprescindible en todos los grandes debates que en estos momentos conmocionan a la opinión pública española. Si fracasa en el intento, se convertirá automáticamente en la enterradora de la enésima aventura centrista de un país, España, que desde los tiempos de la debacle de la UCD, se ha mostrado implacable con aquellos partidos que en un momento determinado de su historia se han dejado llevar por la tendencia a la indefinición ideológica.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats