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Análisis de Pere Rostoll: El grave problema de Compromís

El deterioro de la coalición de izquierdas no se frena con cambios de marcas de sus partidos sino con una actualización de su proyecto

Análisis de Pere Rostoll: El grave problema de Compromís

El valencianismo político ha decidido afrontar una nueva renovación de su marca con la decisión del Bloc, ya explicitada por el conseller Vicent Marzà como principal ponente del congreso de su partido, de afrontar otro cambio más de nombre. Sería el tercero de la formación desde la transición y el cuarto como proyecto político. Las primeras siglas nacieron con el Estatuto de 1982 como la suma del Partit Nacionalista del País Valencià y del Agrupament d'Esquerres para conformar la Unitat del Poble Valencià. Los fracasos electorales continuados -salvo en las autonómicas de 1987 cuando se presentaron en coalición con EU- junto a las tensiones ideológicas con escisiones traumáticas entre el alma nacionalista y el espíritu de la izquierda -la misma contradicción que surge en este momento- condujeron a una primera refundación.

Justo después de las elecciones de 1995 que facilitaron el acceso, por primera vez en la historia, de la derecha a la Generalitat, el valencianismo político afrontó una reunificación de todas las fuerzas que se habían ido disgregando con los años. Y de ahí surgió el Bloc Nacionalista Valencià como una fuerza que logró un avance de su espacio electoral aunque insuficiente con Alicante como gran talón de Aquiles -igual que ahora- tanto en las autonómicas de 1999 como de 2003 con Pere Mayor como cabeza de lista. En ambos casos, se quedaron a un puñado de votos de sentarse de nuevo en el hemiciclo del Palau dels Borja. Pero, a pesar de remar tan cerca de la orilla, el proyecto del Bloc quedó muerto y enterrado en la noche de los comicios autonómicos de 2003. Hasta resucitar dentro de una marca de contenido puramente electoral como Compromís. Primero, en una experiencia frustrada, junto a EU en 2007. Y, a partir de las elecciones del año 2011, con la suma del Bloc, la constitución de Iniciativa con Mónica Oltra como gran estilete, colectivos ecologistas y grupos independientes.

Bajo la marca de Compromís, el indiscutible liderazgo de Oltra pero, sobre todo, con un relato claro y nítido, el valencianismo político logró, con esta tercera refundación, un gran éxito. Hasta el punto disputarle al PSPV el mando de la izquierda. Resultados que le llevaron a tener voz en Madrid o a gobernar el Consell junto a decenas de municipios incluyendo la ciudad de València. Así que el debate que pone sobre la mesa el Bloc para este congreso es erróneo. No tienen un problema de marca. Ni de siglas. Tienen una muy potente con la que han obtenido los mejores resultados electorales de su historia. Ni un solo alcalde o concejal está dispuesto a presentarse dentro de tres años con otro cartel que no sea el de la sonrisa. Ni con el logo del Bloc ni con el que ahora se inventen para marear la perdiz. Es muy sencillo: ya se llaman Compromís.

Por eso, si el congreso del principal partido de la coalición -una condición que nadie le discute al Bloc- acaba orientado a un cambio de marca que no vale para nada es que pocos se han dado cuenta del problema que, en estos momentos, ahoga un segundo avance de Compromís: la actualización de su proyecto y de su relato político. Los éxitos de 2011 y 2015 coincidieron con un discurso, muy efectivo, de regeneración y contra la corrupción del PP. Pero ese mensaje a día de hoy no vale, entre otras cosas, porque ya son una fuerza de gobierno. El congreso del Bloc -y también, ojo, el de Iniciativa- lo que deben discutir es si ponen el foco en cuestiones estériles que poco importan o, por el contrario, si entienden que la actualización del discurso valencianista debe centrarse en solucionar los problemas de la gente. Ese es el problema de Compromís.

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