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Sujeto & predicado

Ángel Luna. El hombre que no quería ejercer de florero

Uno de esos veteranos que pueden presumir con razón de haber hecho de todo en la escena política

Ángel Luna. El hombre que no quería ejercer de florero

Ángel Luna es uno de esos veteranos que pueden presumir con razón de haber hecho de todo en la escena política. Su exhaustiva trayectoria discurre paralela a un apasionante periodo histórico en el que este país vivió grandes cambios y consolidó una democracia homologable. Empezó como conseller en uno de los primeros gobiernos autonómicos de Joan Lerma. Vivió la obligada etapa madrileña, ejerciendo de senador y de diputado en el Congreso. Afrontó todas las complejidades y las tensiones que supone ostentar la Alcaldía de Alicante durante toda una legislatura. Y vivió en primera fila de las Cortes Valencianas aquellos tiempos de plomo en los que un PP emborrachado de mayorías absolutas trataba a la oposición con un desprecio que rayaba el insulto personal. Durante los últimos años ha ocupado el cargo de adjunto al anterior Síndic de Greuges, el también incombustible José Cholbi, y finalmente ha accedido a dirigir esta institución con el apoyo de todos los grupos políticos del parlamento autonómico, menos Vox y Ciudadanos.

Sorprende una carrera tan completa y tan continuada en un hombre que se ha apartado voluntariamente de los estándares habituales que se vienen usando en la política española. En un territorio violento y crispado en el que se imponen los gritos, los populismos, los razonamientos simplistas y la búsqueda de titulares contundentes, Ángel Luna siempre ha optado por la reflexión y por los argumentos, lo que le ha obligado a acarrear durante toda su vida el inmerecido sambenito de ser un dirigente de perfil bajo. Luna es un político raro, que hasta escribe bien: sus artículos semanales en este periódico se convirtieron durante una época dichosa en auténticas biblias de obligada lectura, a las que uno tenía que acudir cada domingo si quería hacerse una idea aproximada de la realidad política de la provincia y de la Comunidad Valenciana.

Armado con el sólido bagaje de su biografía, Luna se enfrenta a la responsabilidad de dirigir una instancia pública muy especial en la que la capacidad ejecutiva del decreto ley ha de ser sustituida por la habilidad para la presión y para la negociación; o lo que es lo mismo, por la capacidad para hacer política. El peligro de convertir el cargo de Síndic de Greuges en un honor meramente testimonial desprovisto de influencia real está siempre ahí, amenazando a una institución cuyas competencias son poco conocidas entre la ciudadanía y que arrastra desde su creación una inevitable acusación de ineficacia, que la identifica con un dorado cementerio de elefantes políticos.

La presentación de su primera memoria anual como Síndic, cumplido poco más de un mes de su toma de posesión, ha sido algo parecido a una declaración de intenciones. El documento incluye denuncias de los graves problemas burocráticos que lastran las políticas sociales del Consell, referencias a las listas de espera sanitarias y una llamada de atención a la falta de transparencia general de los ayuntamientos. Su comparecencia en las Cortes se saldó con un duro debate con Vox, en el que hizo una rotunda defensa de las leyes contra la violencia de género, que fue acogido con el aplauso de todos los grupos políticos. Su última aventura es un fuerte enfrentamiento con uno de los pesos pesados del PP en la provincial, el alcalde de Orihuela, al que ha amenazado con una denuncia por desobediencia ante la Fiscalía, por los reiterados retrasos en la entrega de un informe sobre temas urbanísticos.

Este fulgurante arranque deja una cosa clara: Ángel Luna no tiene ninguna intención de cerrar su larga trayectoria política con un plácido periodo de cinco años de sesteo al frente de una institución que puede entenderse como un mera recompensa honorífica o como un instrumento útil para defender los intereses del ciudadano frente a la omnipotente administración pública. La presencia continuada del Síndic de Greuges en las páginas de información política de los periódicos es una demostración palpable de que Luna ha optado claramente por la segunda opción; la confirmación de que ha llegado al cargo dispuesto a ejercer la independencia y a utilizar todos los recursos disponibles, aunque ello le suponga complicarse la vida con la apertura de violentos frentes de conflicto.

Convertir la desdibujada figura del Síndic de Greuges en una referencia imprescindible de los grandes debates sociales de la Comunidad Valenciana es el objetivo que se ha fijado Ángel Luna para su mandato. Es un reto difícil, incluso para un político curtido en mil batallas y con una amplísima experiencia en todos los misterios de la administración pública.

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