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La doble cara del mandato en la Diputación: pactos por la inversión y broncas ideológicas

El acuerdo de todos los grupos sobre el principal plan inversor provincial contrasta con la tensión por temas clave del relato de la derecha como el ataque al valenciano, el «pin parental», el «procés» catalán o la educación concertada

Carlos Mazón, Gerard Fullana y Toni Francés en un pleno de la Diputación de Alicante. jose navarro

Si el pacto alcanzado en la Diputación sobre el reparto de las inversiones para todo el mandato ha trasladado una versión más moderada y conciliadora de todos los partidos, las cuestiones ideológicas siguen provocando, sin embargo, un agrio enfrentamiento entre la izquierda y la derecha. No hay mejor herramienta para generar un debate que pueda calar en ciudadanía que apelar a las emociones y a los sentimientos más subjetivos. Y justo con esas reflexiones trufadas de un punto de irracionalidad y cargadas de vehemencia es desde las que las diferentes fuerzas políticas y, especialmente, la derecha intentan trazar un relato que llegue a sus seguidores. Y ese escenario, más habitual en las Cortes, también se está trasladando a cada una de las sesiones que se celebran en el Palacio Provincial.

En el plan de obras de los próximos tres años, el PP, PSPV, Ciudadanos y Compromís han llegado a un entendimiento. Todo parece marchar como la seda. Los portavoces están de acuerdo en aplicar criterios objetivos y en que los municipios puedan ejecutar los proyectos sin la presión por el cumplimiento de los plazos marcados en las bases. Los alcaldes sabrán desde el primer año la cantidad que tienen asignada para los siguientes tres ejercicios, por lo que podrán decidir, planificar y administrar con mayor flexibilidad. Con esta maniobra, el presidente Carlos Mazón trata de sacar rentabilidad a su gestión con el apoyo de la izquierda que, entre el PSPV y Compromís, suma más de 70 alcaldías de la provincia. Suma de largo más poder municipal que el PP. No tendría sentido, por tanto, aprobar planes de inversión con la mayoría de los municipios alicantinos. Y Mazón lo sabe. Por eso busca siempre la paz con las obras locales.

Pero estos acuerdos no son la paz completa. Nada más lejos de la realidad. En las comisiones y plenos de la institución provincial se produce una constante dicotomía entre la gestión y los temas sociales. El tono se endurece mucho más y los diputados cambian el registro para iniciar conflictos arraigados a cuestiones ideológicas. Del ejemplo se desprende la evidencia. La izquierda y la derecha tratan de exhibir un frente unido en el reparto de ayudas a los municipios pero, por contra, evidencian muchas fisuras en asuntos como la lengua, el «pin parental», el conflicto por la independencia de Cataluña o la educación concertada. Son temas que llegan con facilidad a los sentimientos y que se utilizan como arma arrojadiza. En los últimos meses, los partidos han sacado al campo de batalla estos debates para polarizar sus discursos y disparar la tensión, evitando sin embargo un espacio de la centralidad que ahora mismo no existe.

Ocurrió en el último pleno con la moción socialista por el «pin parental» en la que PP y Ciudadanos, en una pirueta para evitar posicionarse en contra, quisieron introducir referencias al conflicto catalán, al valenciano e incluso a las clases de religión para ahormar a su antojo el texto original. Consiguió así Mazón evitar quedarse en minoría y, además, zanjar las críticas para no ser acusado de seguidismo a las políticas de Vox. Pero eso no oculta el lío del PP con este asunto por la presión de la ultraderecha. En el Ayuntamiento de Alicante, la Diputación y las Cortes, los populares han votado tres cosas diferentes. También hay sensibilidades claramente opuestas con el valenciano en la Educación o para los funcionarios. Y con la situación de Cataluña como ha ocurrido esta misma semana con el plante de Alicante a la cumbre de Tarragona por el Corredor Mediterráneo. Donde el PP cree ver un aquelarre independentista, la oposición acusa a Carlos Mazón de «miope y cortoplacista» y le reprocha la obsesión de «anexionar Alicante a Murcia».

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