Ya están sufriendo en sus propias carnes el PP y Ciudadanos el peligro de hacer seguidismo a las propuestas de la ultraderecha. Los populares, alineados en el pleno del pasado jueves con todas las iniciativas de Vox, ahora se han metido en otro lío en la Diputación. Episodio que volverá a servir de termómetro para medir la habilidad de Carlos Mazón a la hora de tratar de mantener la estabilidad de su gobierno. Pero, además, el sainete del consistorio alicantino ha destapado lo que era una evidencia desde hace mucho tiempo: el debate ideológico de Ciudadanos entre una opción moderada y transversal frente a un ala más dura que, en algunos asuntos, mantiene posiciones equiparables a las de la ultraderecha de Abascal.

Las próximas 24 horas previas al pleno de la Diputación de mañana miércoles serán determinantes para valorar si el «número» del pasado jueves con el PP votando a favor del pin parental, en contra del valenciano y abonando el relato de los ultras contra el aborto le acaba generando una avería a Mazón. Y, sobre todo, cuáles son las proporciones del entuerto. A los socialistas, como avanzó este periódico, les faltó tiempo para explorar esa vía de agua. Una moción para censurar el pin parental. El asunto es casi lo de menos en tanto que Vox no cuenta con escaños en el Palacio Provincial. Pero, desde luego, la maniobra tiene un enorme calado político. Ciudadanos ya se abre a negociar con los socialistas. Y puede dejar a Mazón, por vez primera en este mandato, en minoría en la Diputación. Desde el PP restaban importancia a la posibilidad de visibilizar una ruptura y apuntaban que, incluso, consagrar esa diferencia de criterio en público puede favorecer el funcionamiento del gobierno. Pero lo cierto es que cualquier salida tiene muchos peros. Quedarse en minoría con una posición favorable a la propuesta de la ultraderecha o tomar una postura más moderada que, a su vez, dejaría en evidencia al alcalde de Alicante, Luis Barcala, a la vez que revelaría la incomodidad del PP.

Todo ese decorado tan complejo que se le avecina a la formación que encabeza Isabel Bonig en la Comunidad Valenciana, desde luego, tiene que ver con la frac tura ideólogica que se ha destapado ya en Ciudadanos, miembro del gobierno en el consistorio alicantino y en la Diputación. A las puertas de un congreso concebido como una tabla de salvación para ganar tiempo y sortear el hundimiento, ha surgido lo que era un secreto a voces: las diferencias entre un modelo más centrista y otro que aboga por continuar como una marca más de la derecha a la espera de una refundación que sólo conduce a una integración dentro del PP. La postura de los concejales de Alicante, especialmente con su negativa a alimentar el conflicto del valenciano, encrespó al ala más dura de Ciudadanos con Toni Cantó o el diputado Fernando Llopis azuzando el conflicto interno. Un ala partidaria de seguir haciendo, en general, seguidismo a la ultraderecha. Y todo ello cuando los ediles de Ciudadanos habían pactado con el PP oponerse como equipo de gobierno a la iniciativa de Vox sobre la lengua, un acuerdo que luego los populares incumplieron para posicionarse junto a los ultras. Así que, de una forma u otra, ya están todos en la trampa de Vox. ¿Van a seguir alimentándolos?