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El peor momento del escudero

El ministro ve ensombrecer su figura por su encuentro con la vicepresidenta de Venezuela, del que permanecen interrogantes diez días después

José Luis Ábalos

Los 12,2 kilómetros que separan el edificio del Ministerio de Transporte en el Paseo de la Castellana del aeropuerto de Barajas, un trayecto en coche en horario normal de 17 minutos, han situado al secretario de Organización del PSOE en su peor momento político. José Luis Ábalos Meco (Torrent, 1959) lleva días asaeteado en foros políticos y mediáticos a diestra y siniestra, incluso por alguno que consideraba próximo. Todo por un saludo, un encuentro o una reunión (de todo se ha dicho) con la vicepresidenta de Venezuela y mano derecha de Nicolás Maduro. Una cita, fortuita o no tanto, de la que parece que no todo se ha sabido.

De momento, el caso no tiene fin: continúa vivo política y periodísticamente. Es lo mismo que decir que no tiene principio, porque el gran enigma es qué llevó la madrugada de hace diez días al ministro valenciano, un veterano con 40 años de batallas socialistas a sus espaldas, hasta el avión del «amigo» Félix Plasencia y Delcy Rodríguez, quien tiene vetada su entrada en la Unión Europea.

¿Fue allí por iniciativa propia llamado por Plasencia? ¿Fue en misión especial enviado por Moncloa para abortar el intento del régimen de Maduro de contraprogramar la visita de Juan Guaidó a España? ¿Jugó algún papel Podemos en la aparición de Rodríguez? ¿Ha sido Ábalos la víctima de una trampa en una lucha de poder en el universo que rodea a Pedro Sánchez?

Esta corriente de opinión ha ido fermentando con el paso de los días en círculos socialistas, a la vista de la soledad mediática del hombre que hace unos meses podía alardear de su buena entrada en la prensa de Madrid (de cualquier color) y del silencio de largas horas del aparato de la Moncloa sobre lo sucedido la madrugada del día 20. Hasta que Sánchez avaló públicamente a su ministro. Esa frase además de Ábalos de «A mí no me echa nadie» suena sobre todo a mensaje interno.

El ministro no es cualquiera. No es Màxim Huerta ni Carmen Montón, exmiembros socialistas del Gobierno atropellados por escándalos destapados en prensa. Es el secretario de Organización del PSOE, un poder fáctico, el único cargo con cierta relevancia (entonces era secretario general en la provincia de Valencia) que se mantuvo siempre al lado de Sánchez cuando este fue derrocado de Ferraz por el viejo poder y el amigo leal del hoy presidente desde que ambos aterrizaron en el Congreso de los Diputados hace diez años.

Por eso la dirección del partido salió este lunes en su defensa subrayando el mensaje que el líder del PSOE había esgrimido dos días antes: el ministro ha realizado un servicio al país al evitar una crisis diplomática.

Su peso orgánico (otros ya hubieran caído, deslizan socialistas valencianos) y la escasa trascendencia real de los hechos (un encuentro con una dirigente chavista sin que pasara frontera española) juegan a favor del valenciano.

En contra tiene el descrédito que genera la sucesión de versiones (o las ampliaciones de lo que el primer día ni siquiera había existido). Tras un canutazo en Galicia, una entrevista en La Razón (el medio elegido genera también interrogantes) y otra en El objetivo que no han detenido la polémica, el ministro ha optado por el mutismo. A observar y desear que escampe, mientras la oposición engrasa la maquinaria para exprimir el caso.

Ábalos tiene un largo expediente de superviviente: resistió a más de veinte años de hegemonía del PP en Valencia, se sobrepuso a una cruel derrota interna por el mando del PSPV y aguantó tras el derrocamiento de Pedro Sánchez. Posiblemente no salga indemne de esta, pero vivo...

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