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Cortes Valencianas

El pegamento y la trampa de la ultraderecha

El mensaje ideológico de Vox se ha convertido en un juego muy peligroso para el PP, que actúa a la vez como argamasa para unir y mantener activada a la izquierda

La portavoz de Vox en Les Corts, Ana Vega EFE

Trabajan poco. Casi nada, por decir la verdad. No les importa una higa los problemas que afectan directamente a la sociedad valenciana. Pero, por ahora, los diputados de la ultraderecha en las Cortes, encabezados por la alicantina Ana Vega, le están marcando el terreno de juego al PP. Los parlamentarios de Vox fueron incapaces de presentar ni una sola enmienda a los presupuestos de la Generalitat para 2020. Las cuentas de una administración son, siempre, la expresión de una iniciativa política. De un proyecto. La izquierda gobierna y, por tanto, presentó su presupuesto. Es el documento que marca su prioridad en la gestión. Los diputados ultras no registraron ni una sola alternativa sobre Educación, Sanidad, Justicia, Infraestructuras, Bienestar Social... Nada. Ni propuestas ni trabajo.

Pero aún sin tener ningún proyecto político que ofrecer a la ciudadanía, la ultraderecha está llevando al PP a su redil. ¿Cómo? Con iniciativas ideológicas que, además, son un brindis al sol porque nunca van a salir adelante con la actual mayoría de izquierdas en las Cortes. Cuando no hablan de la bandera se les ocurre la censura del pin parental. Aderezado, además, con ataques y desprecio al valenciano -lengua oficial junto al castellano y protegida, les recuerdo, por esa Constitución que Vox dice defender- unido todo ello al clásico recurso a denunciar una supuesta conspiración mundial para «romper» España. Hasta han registrado iniciativas contra Tomás Guitarte, único diputado de Teruel Existe en Madrid -vinculación total con la Comunidad Valenciana como pueden ver- por apoyar la investidura de Pedro Sánchez cuestionando que, antes de ser parlamentario en el Congreso y de entrar en política, tenía una empresa con la que se ganaba la vida y que optaba -estaba en su derecho- a contratos públicos sin que se haya demostrado ninguna ilegalidad. Caza de brujas. Podemos aplicar, si queremos, ese mismo rasero a los ultras. Hay diputados de Vox en las Cortes que declaraban ingresos mínimos antes de hacerse con el acta de cargo público y que ahora se embolsan sueldos públicos de miles de euros. Y se lo callan. Ese es su juego.

La cuestión es que sin trabajar, sin programa de gestión y a base de ideología pura, los ultraderechistas le están marcando un peligroso camino al PP, que se mete en el fango una y otra vez. Una vez que Ciudadanos sigue convaleciente en la UVI a la espera de descubrir si tiene margen para sobrevivir, el duelo del bloque conservador está entre el PP y los ultras. Y, de momento, la formación de Pablo Casado, Isabel Bonig y Carlos Mazón parece dispuesta a entrar en el plan que propone Vox abandonando la posición central en la política que debe tener un partido transversal y de gobierno como el PP. Hay propuestas de los populares, sin ir más lejos una declaración institucional en el Ayuntamiento de Alicante a raíz de la formación de gobierno en España o algunas sobre política lingüística o Educación en la Diputación, que las podrían firmar sin ningún problema los ultras.

En eso está el PP, que debe tener, sin embargo, tres cosas. Primero. Al final, los electores, entre originales y copias, siempre votan lo que es genuino. Nada de burdas imitaciones. Ya le ha pasado a Ciudadanos. Segundo. Con Vox único socio electoral posible, va a ser complicado que el PP consiga darle la vuelta a la situación a muchos gobiernos ahora en manos de la izquierda. Por el rechazo que genera el ideario de Vox y por los sistemas electorales. Y tercero. Darle alas a la ultraderecha sólo contribuye a generar una argamasa que ya está generando espacios de unión y de movilización del espacio en el que ahora mismo se agrupan las fuerzas de izquierda y los partidos de ámbito territorial. Esa es la trampa en la que está cayendo el PP.

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