n Ya se sabe que cuando un líder territorial de España tiene la necesidad de plasmar un nuevo camino de su proyecto político acaba acudiendo a Madrid para que le tengan en cuenta. Y ese es uno de los motivos de la conferencia que el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, ofrecerá mañana en uno de esos foros capitalinos en los que en la sala hay una mayoría de la audiencia desplazada para la magna ocasión desde la Comunidad Valenciana; pero en la que los tertulianos madrileños acaban tomando nota de lo que los líderes políticos de la periferia -así nos siguen viendo en la Villa y Corte- ponen encima de la mesa.

Más allá de todo eso, sin embargo, esta conferencia del jefe del Consell tiene un interés añadido. Determinar, si pasado el periodo de contaminación con la inflación de campañas electorales, el Botànic II termina de arrancar de una vez por todas. Y si este Consell ahora a tres bandas con los socialistas, Compromís y Podemos empieza a cincelar un relato que le permita iniciar de una vez por todas la legislatura. Al margen de poner en Madrid la estabilidad del Botànic como un ejemplo o de persistir con el debate de la financiación autonómica, este gobierno tiene que empezar a cuadrar un mensaje con lo que quiere hacer hasta 2023. La derecha se lo está poniendo, por ahora, muy fácil. Ideología, ideología y más ideología. Hace cuatro años bastó con el discurso de levantar la hipoteca de la corrupción del PP y exigir, con toda la razón, un trato justo de Madrid para la Comunidad Valenciana. En las últimas semanas, las relaciones entre el PSPV y Compromís dentro del gobierno han mejorado notablemente, así que ahora esta segunda versión del Botànic debe determinar si traza un nuevo relato o sigue dormitando.