Una mejoría insuficiente. Con abrazos fríos, propios de un partido que no se puede consolar siendo la segunda fuerza política del país. Con sonrisas algo forzadas para las cámaras, de las que evidencian que el regreso a La Moncloa sigue todavía lejos. Así se vivió la noche entre los populares alicantinos, una noche con sabor a transición, a cambios menores: el aumento en el porcentaje de votos (del 19,52% de las últimas generales al 24,37% de ayer) les sirvió para conseguir un senador más por la provincia (de uno a dos), pero no para dar un paso adelante en el Congreso, ya que aportarán los mismos diputados (los tres del 28 de abril).

De esos cinco cargos electos, sólo uno se dejó ver en la capital alicantina: Macarena Montesinos, la «dos» a la Cámara Baja. Y no habló. La palabra se la repartieron el alcalde de Alicante, Luis Barcala, y el presidente provincial, Eduardo Dolón, que no se salieron de la línea marcada previamente por el presidente nacional y candidato a La Moncloa, Pablo Casado (aunque su intervención no se vio completa, ya que la señal de la televisión se fue en el momento crítico). Ambos, Barcala y Dolón, se mostraron «satisfechos» por el resultado, pero sin excesos. No había motivos. Recordaron la mejora de las cifras respecto al 28-A, subrayaron que Alicante es un «baluarte» para el PP en España y se convencieron de que van por el «buen camino», con que «cada día está más cerca» el objetivo. También reconocieron que les hubiera «gustado» ser la fuerza más votada en la provincia. No lo fueron, y eso se notó en el ambiente en el restaurante elegido por los populares para pasar la noche electoral. No hubo lleno. Los simpatizantes, y también los cargos, no tardaron mucho en marcharse a casa.

Tres horas antes, coincidiendo con el cierre de las urnas del 10-N, hubo que esperar casi veinte minutos para que el primer dirigente del PP se dejara ver por el local elegido para vivir la noche electoral. Hasta entonces, no había nadie. Fue el concejal y presidente local en Alicante, Antonio Peral, el primero en dejarse ver. Llegó cargado de cajas. En el interior, merchandising sobrante de la breve campaña, que se dedicó a colocar por las mesas del salón principal. Lo hizo a ritmo pausado. Y es que, hasta pasadas las nueve de la noche, no se esperaba al grueso de pesos pesados del partido (a César Sánchez, el cabeza de lista al Congreso, sólo se le vio por televisión, en el séquito que acompañaba a Casado en Madrid), que por entonces seguían el arranque del recuento electoral desde la sede del PP en el centro de Alicante. Así, los sondeos electorales a pie de urna se vivieron en el restaurante sin pena ni gloria, con algún chascarrillo ante la posibilidad de una nueva cita electoral en marzo. De hecho, cuando salió en el plasma el secretario general del PP, Teodoro García Egea, a realizar la primera valoración de la noche, Peral ni miró la televisión, siguió pegando carteles del líder nacional de su partido en los ventanales del salón. «Si superamos el centenar de diputados, habrá fiesta de espuma», añadió entre risas. Lo decía con más deseo que esperanza.

Algo antes de lo previsto llegaron al restaurante el presidente de la Diputación, Carlos Mazón, y el alcalde de Alicante, Luis Barcala. Llegaron juntos, como han pasado buena parte de la campaña «exprés». Juntos también se metieron en una sala, ajenos a las cámaras, a la que se retiraron a «analizar» los resultados. Mazón llegó con unos pronósticos, para la provincia, que se cumplieron. Los clavó: cuatro diputados para el PSOE, tres para el PP y Vox y uno para Podemos y Cs. No era su deseo, sino su predicción. Así acabó siendo. A Barcala, desde que hizo acto de presencia, se le vio relajado. Nada que ver con la actitud que evidenció hace algo más de medio año, cuando los populares sufrieron un estrepitoso batacazo el 28-A, a las puertas de las municipales. Ahora, entre que las previsiones electorales eran más halagüeñas para el PP (como así se confirmó con el posterior recuento, aunque sin alcanzar las mejores expectativas) y que su Alcaldía parece fuera de debate, el regidor se mostró bromista. Y más cuando se conoció el resultado de las urnas: el PP creció más en la ciudad que en la provincia, que en la Comunidad y que a nivel nacional. Cosa del «efecto Barcala», se decía en la sede de los populares en una noche electoral que transcurrió con la tranquilidad de saber que el resultado mejoraba el obtenido medio año atrás, pero lejos de la euforia que se hubiera desatado si se hubiesen cumplido las previsiones más optimistas: ni superaron la barrera psicológica de los cien diputados en el Congreso ni tampoco la suma de las tres derechas da para volver a la La Moncloa. Así, el ambiente no fue de fiesta. Tampoco de tristeza. Fue casi de transición. No hubo fiesta ni aún menos espuma. Bocadillos de tortilla, conversaciones pausadas en corrillos, sonrisas contenidas y poco más. Con una duda en el ambiente: ¿Habrá otra noche electoral en marzo? Se verá.