La tragedia se mascaba desde hace semanas, pero que por el camino hayan quedado tantas víctimas, ni los más pesimistas de Ciudadanos se lo creían... O se lo querían creer. Con el recuento casi al cien por cien, todavía había militantes del partido de Albert Rivera que manifestaban su incredulidad más absoluta porque, en ningún caso, se esperaban «un palo tan grande». Pero la debacle llegó como un ciclón y, con toda normalidad, se asumió en cuestión de minutos. Y el consuelo, como ese clavo ardiendo que sujeta uno con fuerza cuando no queda otro sitio donde agarrarse, no fue otro que el porcentaje de votos obtenido en la provincia de Alicante, un paupérrimo 8,10% que dan 68.832 votos -más de 10 puntos inferior al 19,5% logrado en abril-, resulta que está por encima de la media nacional (6,79%) e, incluso, del promedio de la Comunidad Valenciana (7, 73%).

En la sede alicantina de Ciudadanos, poco después de la ocho de la tarde, nada más cerrar los colegios electorales, había más montaditos que afiliados del partido. Entre los primeros en llegar estaba el coordinador de la campaña a nivel provincial, el exsenador Luis Crisol, que nada más enterarse de los sondeos a pie de urna pronosticaba que los naranjas se iban a quedar con 25 diputados, «menos de los 32 que yo dije al comenzar la campaña y nadie me creyó». Con esa primera valoración, ya se intuía una noche donde la clave estaba en creer o no creer.

Poco después era el oriolano Juan Ignacio López-Bas, que consiguió plaza de diputado en abril y que anoche no tuvo opciones de repetir escaño en ningún momento, el que no quería hacer muchas valoraciones personales pero sí lanzaba una pregunta: «¿Que Ciudadanos no haya apoyado a Pedro Sánchez ha servido para que nuestros votos vayan al PP y Vox? Yo no lo entiendo, porque el PSOE no han ido», se respondía López-Bas a sí mismo.

El goteo de apoderados caía al mismo ritmo que la decepción se adueñaba de todos los presentes en la sede de formación naranja. Con sus papeles en la mano, los militantes aparecían con las mismas caras largas y muchas dosis de incredulidad. «Si me pinchan, no me sacan sangre», comentaba la diputada autonómica Rosa Menor, algo menos enfadada que otro diputado en las Cortes, Fernando Llopis, que apenas estuvo unos minutos en la sede y se marchó muy decepcionado. «No me lo explico», masticaba mientras salía del cuartel general de Cs.

A puerta cerrada

El desenlace final del escrutinio lo siguieron a puerta cerrada la cabeza de lista por Alicante, Marta Martín, junto a Juan Ignacio López-Bas, Luis Crisol y el senador territorial Emilio Argüeso. Poco antes de las diez de la noche salieron un momento a compartir decepción con sus compañeros de partido, aunque nadie se atrevió a decir «ni mu» hasta que el líder, Albert Rivera, el gran perdedor de la noche, se dirigiera a sus seguidores. Pasadas las once de la noche, con Rivera en la pantalla de la televisión se hizo el silencio en la sede de Cs entre los poco más de 30 simpatizantes que quedan allí. Que «el jefe» hablara de «malos resultados» fue el primer momento en el que se empezó a valorar la situación real. Fue el «dogma de fe» que algunos esperaban oír para poner los pies en la tierra, palabras del fundador de un partido que anunciaba un ejecutiva urgente unas horas después y un congreso extraordinario, propuesta que levantó algún que otro «muy bien» y, sobre todo, varios aplausos sin mucha convicción.

En esa misma línea se expresó Marta Martín, que después de escuchar a Rivera, comenzó dando las gracias a sus compañeros de partido y mostrando el único «consuelo» posible. «Dentro de los malos resultados, dentro de la maldad, debemos tener la cabeza bien alta por ser una de las provincias con los mejores resultados a nivel nacional, y eso lo debemos es una recompensa al trabajo que hemos hecho». La que será la única diputada de Cs en Madrid aseguró que debe comenzar un «proceso de autocrítica y reflexión», aunque «el proyecto es el mejor pero hay que ver en qué hemos fallado». Para Martín, «no hemos sabido transmitir el mensaje como se debía». Ahí acabó la autocrítica, porque el paso siguiente para Marta Martín será coger un tren a primera hora hacia la capital de España donde le espera la ejecutiva nacional convocada por Rivera, un hombre calificado por la diputada alicantina de «muy valiente», al que defendió sin paliativos porque a pesar del «revolcón» que le dieron anoche, «Albert Rivera no tiene fecha de caducidad». Otro ejercicio de fe a prueba de toda duda para unos militantes apaleados por las urnas.