Punto final a una campaña electoral que consumió sus últimas horas antes de la obligada reflexión de hoy bajo el síndrome de la ultraderecha y con las incógnitas dentro de la izquierda sobre los pactos que, necesariamente, se tendrán que abordar tras el 10-N. En una campaña de fuerte tono ideológico pero con un perfil discreto sobre los grandes problemas de la agenda política e intensidad muy baja, el relato lo ha marcado Vox, con un avance que ha ido reflejando las encuestas y que, en estos momentos, puede condicionar lo que ocurra tras la jornada electoral de mañana. Los ultraderechistas, con el viento de cola de las llamas catalanas, han condicionado todo el debate agitando nuevo argumentario más populista y apoyado, sin embargo, en datos falsos sobre el coste del sistema territorial autonómico, sobre el aumento de la delincuencia vinculado a los inmigrantes o lanzando la propuesta que sugiere la ilegalización del PNV o de Compromís. Eso les ha colocado en una posición que les puede catapultar como tercera fuerza en España, con especial impacto en la Comunidad y en la provincia, donde han organizado algunos de los actos más multitudinarios como las dos visitas de Santiago Abascal tanto a Alicante como a València.
Señal del impacto que en esta campaña «exprés» -la más corta de la democracia- ha tenido ese nuevo discurso de Vox, los mensajes casi a la desesperada de los socialistas y el PP en estas últimas 24 horas. Unos sin despegar y con un resultado, incluso, peor al que logró Pedro Sánchez en abril. Y otros, los de Pablo Casado, frenados en el avance que habían registrado hasta esta última semana de campaña por el empuje de las tropas de Abascal, una vez que entre ambos ya han exprimido al máximo a Ciudadanos en una caída que veremos el impacto que tiene en la Diputación de Alicante. Las dos viejas marcas del bipartidismo, de hecho, apostaron por lanzar el mensaje de volver a concentrar el voto para retornar a un escenario en el que ambas formaciones puedan controlar los movimientos para poder cuadrar un gobierno en La Moncloa. «O nosotros o la barbarie», dijo anoche el ministro José Luis Ábalos durante un mitin de final de campaña en València. Concentrar todos los apoyos de derecha en la marca del PP, lanzó Isabel Bonig junto a Teodoro García Egea a sabiendas de que tienen imposible, condicionados por la Ley Electoral, llegar a los 176 diputados necesarios para disponer de mayoría parlamentaria con tres fuerzas de derecha pugnando por los escaños provincia a provincia.
Todo ese decorado dibujado en el final de campaña tiene un impacto sobre lo que ocurra en la Comunidad Valenciana y en la provincia. En primer lugar porque, ante la falta de respuesta de Pedro Sánchez y del PSOE, ha tenido que ser el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, el que salga, en dos ocasiones durante la última semana, a defender el autogobierno valenciano ante el ataque de los ultras, que han puesto sobre la mesa no una recentralización sino, directamente, saltarse la Constitución y el Estatuto de Autonomía para suprimirlo. Había una serie de barones territoriales socialistas, con el propio Puig a la cabeza, a los que no les gustaba ni un pelo la aventura de Pedro Sánchez de cara a esta repetición electoral. Por dos motivos. En primer lugar porque suponía agitar todavía más las aguas de gobiernos de coalición como el de la Comunidad en el que participan Compromís y Podemos. Y, en segundo lugar, por el hecho de que la ruptura de puentes entre Ferraz y Podemos para formar gobierno afecta por completo a las estructuras del Botànic, como se ha visto durante estos días. Acabó la campaña. Ahora hablan los ciudadanos.
Menos movilización: apenas 23.500 votos por correo depositados
Correos tiene ya en custodia en las oficinas postales de la Comunidad Valenciana un total de 67.213 sobres electorales de voto por correo, preparados para ser entregados este domingo en las mesas electorales. Por provincias, se han recogido 36.295 votos en la de Valencia; los mencionados 23.494 en Alicante y 7.424 en Castellón, según datos oficiales. Los datos finales del voto por correo, por tanto, ya apuntan a una menor movilización que pueden traducirse en una participación más baja que en abril.
Puig se reúne con el aragonés Lambán y pone en valor el modelo autonómico
El jefe del Consell defiende la necesidad de preservar las «historias de éxito» frente a los ataques de la ultraderecha
Los secretarios generales del PSPV, Ximo Puig, y de los socialistas de Aragón, Javier Lambán, se comprometieron ayer en un acto de campaña en Teruel a seguir colaborando y tejiendo «alianzas estratégicas» entre las dos comunidades que presiden. Ambos destacaron la inclusión del Corredor Cantábrico-Mediterráneo en los fondos europeos que podrían aportar un 50%. En ese «trabajo conjunto», los líderes socialistas mencionaron las acciones que aspiran a realizar conjuntamente en materia de despoblación y turismo.
En declaraciones a los medios, Lambán admitió que España se enfrenta a «problemas serios, desafíos y retos de mucha envergadura» y que no es el momento «ni de populismos ni de experimentos raros». El secretario general de los socialistas aragoneses aseguró que «es hora de volver a estructuras gobernables y gobiernos sólidos» y que el PSOE es el «único» capaz de aglutinar una mayoría que «permita hacer frente a esos problemas del país». En la misma línea, Puig advirtió del avance de la extrema derecha y aseveró que los españoles se juegan en los próximos comicios «la legitimación de lo que han sido sus reglas de convivencia». El jefe del Consell subrayó la importancia de estas elecciones y recordó que este domingo «nos jugamos mucho porque nos jugamos cuestiones que tienen que ver con los valores y con 40 años de avance democrático». Durante el acto, Ximo Puig explicó que «se quiere volver hacia atrás en cuestiones como la igualdad, los derechos y libertades e incluso el Estado de las autonomías, que son una historia de éxito para este país».
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