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Crónica de 100 días de Mazón en la Diputación

El nuevo presidente concluye un inicio de mandato de «rodaje» que normaliza el trato con el Consell

Carlos Mazón, el día de su investidura como presidente.

Número 6 de la Avenida de la Estación de Alicante. 19 de julio de 2019. Carlos Mazón entró ese día en escena como presidente de la Diputación. El exdirector de la Cámara de Comercio recibió el apoyo de los 16 votos del PP y Ciudadanos, por 14 del PSPV y 1 de Compromís. Una vez asegurada la mayoría absoluta, Mazón se acomodó su corbata y se dirigió directamente hacia Ximo Puig para tratar de trabajar conjuntamente por una ecuación mágica que recompusiera la relación de la Diputación con el Consell, muy deteriorada tras la gestión de César Sánchez. Entre el tumulto de personas que lo apoyaban se encontraban cargos públicos, dirigentes de todos los partidos políticos y familiares. Desde aquella investidura que se convirtió en todo un baño de masas, mañana domingo se cumple una fecha clave: 100 días de gobierno en el que se da por acabado el periodo de gracia. Cien días de rodaje que comenzaron con aplausos y determinación en un discurso centrado en la intención de tender puentes con la Generalitat. Este fin de semana se acaba la cortesía tradicional de los sistemas democráticos y, con ello, esa cierta condescendencia da paso a la obligación de madurar y ejecutar un proyecto.

En el momento en el que se subió al atril como nuevo presidente de la Diputación era difícil imaginar el rumbo que iba a tomar la institución, pero de antemano Carlos Mazón trató de marcar un perfil propio que rompía drásticamente con la imagen de su antecesor César Sánchez. Su principal desafío: tender la mano al Consell para romper el bloqueo de los últimos cuatro años. En estos tres meses de gestión, el ritmo ha sido vertiginoso y ya casi medio Consell -incluyendo a Puig, Mónica Oltra y Rubén Martínez Dalmau- ha pasado por el Palacio Provincial para bendedir ese giro entre las dos instituciones y definir la vía a seguir.

En estos primeros compases del mandato, otro de sus mayores retos ha sido dar respuesta a la catástrofe de la Vega Baja. Mazón acudió a Orihuela durante los días del temporal para reunirse con vecinos y regantes para escuchar sus reivindicaciones. Este encuentro le permitió tomar conciencia de la realidad de una comarca dañada por el deterioro de su agricultura y por la escasez del agua. A estas alturas, sin embargo, la Diputación sigue sin aprobar ni un solo euro de ayudas para los damnificados. Como es habitual, luces y sombras.

Ni su habilidad para las negociaciones en espacios cortos ni su agilidad dialéctica han conseguido tapar la herencia que le dejó César Sánchez, con lastres judiciales y «patatas calientes» difíciles de resolver. Cosas de una mochila envenenada. Pero además de la pesada digestión que ha puesto en jaque el inicio de este nueva etapa, las relaciones entre los dos socios de gobierno -PP y Ciudadanos- tampoco pasan por su mejor momento. A la debilidad interna del grupo popular sin más activos que Mazón y, en menor medida, Adrián Ballester se suma que los de Albert Rivera ya han dado varios toques de atención. Le dejan claro al PP que no cuenta con mayoría absoluta y que los necesita para garantizar su continuidad en la Presidencia. La crisis abierta ya sobrevuela el Palacio Provincial pendientes de los resultados electorales del 10-N que obligan a todos los partidos tratar de sacar pecho sin descartar, ni tan siquiera, un cambio de socios en el gobierno tras esos comicios. Ojo a una jugada que puede acabar dando un vuelco a todo el tablero.

Carlos Mazón no ha conseguido sortear las dificultades de este primer ciclo, pero sí ser el líder estratégico y entrar, a veces con osadía, en el cuerpo a cuerpo. En los plenos en los que sus adversarios políticos ponen en duda cuestiones fundamentales de su gestión, es él quien toma las riendas y pide la palabra para exponer sus argumentos. Con la crisis de liderazgo que viven los socialistas, es el combativo Gerard Fullana -portavoz de Compromís- el que se ha convertido en su principal rival. Ambos coinciden en buscar enemigos con los que legitimarse y aguardan que sus batallas dialécticas vayan a mejorar su imagen. La oposición y en ocasiones también sus socios de Ciudadanos han acusado a Mazón de acomodarse a la situación heredada en cuestiones como la ley de mancomunidades, la batalla por las ayudas a dedo o incluso el bloqueo del Plan de Obras 2019 que finalmente será aprobado el próximo jueves tras haber sido ayer elevado a pleno con la aprobación del dictamen y después de casi diez meses de retrasos.

Su labor ha estado condicionado, además, por la situación en Madrid, la convocatoria electoral, el conflicto catalán o la exhumación de Franco. Ayer el presidente admitía que la salida del dictador del Valle de los Caídos «es un intento de los socialistas de desviar la atención de los españoles y un espectáculo bochornoso». Alcanzados los cien primeros días de gobierno y con tiempo suficiente para hacerse con el cargo, Mazón comienza el lunes otra etapa: demostrar si su interés de convertir Alicante en un referente es verdaderamente su prioridad o solo un brindis al sol.

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