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Análisis

El diabólico juego de las urnas

A tres semanas de las generales, la estabilidad institucional y las estrategias de los grandes partidos dependen de un resultado electoral del 10-N al que miran con incertidumbre. Hasta cinco escaños pueden estar en el alero en Alicante

El diabólico juego de las urnas

A finales de septiembre de 2012, tras una «Diada» con una participación masiva y con el «procés» tomando velocidad en plena crisis económica, el entonces presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Más, decidió convocar elecciones autonómicas anticipadas. Apenas llevaba dos años de mandato, gobernaba con una mayoría cómoda de 62 escaños y estaba convencido de que retornar a las urnas le iba a conceder los diputados -seis- que le faltaban para llegar la absoluta. No sólo no consiguió acercarse a su objetivo sino que perdió doce parlamentarios y aupó como segunda fuerza a los independentistas de Esquerra Republicana de Catalunya, ya liderados por Oriol Junqueras después de haber pagado los platos rotos electorales de la reedición del tripartito de izquierdas del socialista José Montilla. El apunte, sobradamente conocido, sin embargo, ilustra perfectamente hasta que punto las urnas las carga el diablo. Y en esta ocasión, con la repetición de las elecciones generales justo a tres semanas vista, no va a ser menos.

Y no lo será porque todos los partidos con opciones de colocar escaños en el Congreso miran con incertidumbre el escenario en el que se está desarrollando la carrera electoral. Pero, sobre todo, por el hecho de que las urnas del 10-N, a pesar de que a casi todos les coge con el pie cambiado además de con el electorado y sus bases tremendamente agotadas, se han convertido en un termómetro -todos a estas alturas ya lo saben- que va medir la salud de las alianzas políticas en instituciones como la Generalitat Valenciana o la Diputación de Alicante. Y que, irremediablemente, va a marcar toda la estrategia política de los próximos meses a la espera de que en esta ocasión se pueda acabar formando un gobierno estable en Madrid. Y de las cuatro incertidumbres a las que, de salida, se enfrentan los protagonistas de esta cita, la principal, en estos momentos, tiene que ver, como hace siete años con aquella convocatoria electoral de Artur Mas, con la evolución de la crisis política en Cataluña, ahora consecuencia de la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes independentistas catalanes.

Ese panorama, enmarcado en el discurso más visceral, favorece, sin ninguna duda, la movilización del bloque de la derecha. Aunque a parte del PP de Alicante no le agrada ni un ápice centrar la campaña en el contagio catalán, lo cierto es que, al final, el pleno de las Cortes de esta semana ha marcado el camino. De momento, todo el mensaje del PP, Ciudadanos y Vox va a girar en gran medida, durante los próximos días, en identificar la situación de Cataluña con la Comunidad. Y eso al PP, con todas las reservas en un escenario electoral que vuelve a ser incierto y volátil, le puede servir para afianzar su recuperación. A Ciudadanos para intentar levantar el vuelo. Y a la ultraderecha para consolidar su espacio al alza, beneficiada por una campaña puramente ideológica en la que, a lo largo de los próximos días, irrumpirá, además, la exhumación del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos. A la izquierda en esta Comunidad y en Alicante, todo ese panorama le incomoda. Al presidente de la Generalitat, Ximo Puig, como uno de los barones socialistas que siempre se ha manifestado a favor del diálogo en Cataluña. A Podemos por su posición crítica, desde el primer momento, con la sentencia. Y a Compromís porque su alma más soberanista, como ocurrió ayer mismo en el consell del Bloc, reclama directamente un referéndum pactado y amnistia para los políticos condenados. Un problema en campaña para tejer el discurso de la izquierda.

La evolución de la crisis catalana, por tanto, es uno de los elementos que marcará el resultado de estos comicios que, además, presentan otros tres focos de incertidumbre, como apuntaba la encuesta de Invest Group para INFORMACIÓN publicada la semana pasada. Tras la crisis catalana reabierta esta semana tras la sentencia, segunda incertidumbre que ya señalaba el sondeo. La evolución del relato clave de los comicios: ¿Quién tiene la culpa de la repetición electoral? La muestra achacaba la responsabilidad de la falta de gobierno y de esta vuelta a las urnas al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, candidato socialista a la reelección. Así lo consideraban un 40% de los valencianos frente a poco más de un 11% que le atribuían el mochuelo a Pablo Iglesias, líder Podemos. Tercera incertidumbre. Hay un 34% de votantes -más de uno de cada tres- que están pensando si cambian de papeleta, un fenómeno que ahora mismo afecta, especialmente, al resultado de Ciudadanos con una fidelidad muy baja. Y cuarta incertidumbre: la participación. La encuesta de Invest Group apuntaba una hipótesis de afluencia a las urnas del 68,8%, ocho puntos menos de la participación que se acabó registrando el pasado 28 de abril. Así que el resultado final depende no sólo del bloque que se relaje y se pueda abstener el 10-N sino también de otra porción de gente que habría decidido, en esta ocasión, abstenerse pero que, al final, pueda cambiar de idea y acudir a las urnas. Un decorado incierto, complicado y, desde luego, muy difícil de desentrañar.

Con todo eso, en las principales instituciones y en las salas de máquinas de los partidos se hacen cábalas y predicciones sobre un resultado que marcará el futuro. En el Consell les viene bien un resultado que conceda al bloque de izquierda que actualmente sostiene el gobierno del Botànic II un voto más que a la derecha. Todo lo que no sea esa ecuación, condicionaría el despliegue político del ejecutivo de Puig con Mónica Oltra y Rubén Martínez Dalmau de vicepresidentes. En las filas del PP de la Diputación que encabeza Carlos Mazón, como ya se ha publicado en este periódico, temen que una debacle en las urnas, como apuntan todas las encuestas, empuje a Ciudadanos a plantearse la posibilidad de un cambio de socio, algo alimentado por las tensiones de los últimos días en el equipo de gobierno. Y otro dato, la vicepresidenta primera, Julia Parra, gobierna con el PP en la Diputación pero con los socialistas en Sant Joan d'Alacant. Y allí, dentro de un año y pocos meses, el socialista Jaime Albero le debe entregar la Alcaldía a Santiago Román, número uno de Ciudadanos en esa localidad y, a la vez, pareja de Parra. Es una hipótesis que, a priori y por el discurso de Toni Cantó y Albert Rivera, no parece probable que se cumpla pero sí preocupa, y no poco, dentro del PP.

Entre los grandes partidos, los objetivos de campaña en la provincia parecen marcados claramente con cinco parlamentarios que, a día de hoy, pueden estar en el alero. Los socialistas no pueden ganar otro escaño en Alicante así que intentarán repetir como primera fuerza provincial y autonómica y sumar algún diputado en Valencia. El PP, por contra, tiene un «agujero» en las otras dos provincias de la Comunidad y su gran opción es ganar un parlamentario en Alicante hasta empatar a cuatro con el PSPV para disputarles la victoria provincial en votos como símbolo de su innegable avance. Ciudadanos y Podemos tienen el mismo objetivo: resistir. Ocurre que los naranjas, coinciden los sondeos, pueden sufrir una sangría y los morados aguantan mejor. Así y todo, es seguro que ambos tengan en riesgo uno de sus dos escaños que ahora tienen. Todo lo contrario que los ultras de Vox. Empujados por una campaña ideológica que les favorece y por la transfusión de votos desde Ciudadanos pueden optar a un segundo diputado que tienen cerca. A 10.000 votos. Y para Compromís, subidos al «efecto Errejón» con el que van en coalición, es una segunda oportunidad después de quedarse sin escaño en abril. Un acompañante desde Alicante para Joan Baldoví sería un éxito y ofrecer imagen de recuperación. Pero todo eso únicamente se podrá responder el 10-N. Y ya se sabe: las elecciones las carga el diablo.

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