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Ciudadanos se entrega a justificar sus giros y bandazos políticos

Cargos naranjas tratan de explicar la inestabilidad ideológica de Rivera y algunos aseguran ahora sentirse «más cómodos» con los socialistas

Confusos pero, al menos, algunos de ellos reconfortados aunque sea de cara a la galería. Buscando argumentos fiables para tratar de explicar la enésima maniobra de su líder pero satisfechos porque algunos vuelven a sus orígenes. La decisión de Albert Rivera de ofrecer en plena precampaña un pacto de gobierno al PSOE de Pedro Sánchez ha vuelto a crear bastante desazón en la militancia del partido, aunque al menos, la mayoría de ellos, de esos simpatizantes que se afiliaron a la formación naranja por su supuesta voluntad pactista, ahora ven que vuelve a estar abierta una puerta que Rivera y sus más afines cerraron en seco. Si hace unos días, los candidatos de la formación naranja pensaban comenzar la campaña «pidiendo perdón» por el espectáculo ofrecido a la ciudadanía al no formar Gobierno, ahora le tiende una mano al «anticristo» de Pedro Sánchez, al que culpaban de todos los males.

Le tienden un puente a ese presidente del Gobierno en funciones que antes, según dirigentes de Cs, había actuado más por el poder que por la política, un comportamiento que queda en segundo término cuando ahora de lo que se trata es de defender políticas por delante de las siglas. De nuevo el «antes y el ahora» que se justifica, simple y llanamente, porque hay que «mirar al frente» y «facilitar la gobernabilidad». Un pasado y un presente que condiciona mucho el futuro de Ciudadanos, pendientes en todo momento de unas encuestas electorales que coinciden en una cosa: una caída generalizada de los de Albert Rivera. Algunos dirigentes de Cs están convencidos que esta penúltima pirueta no va a frenar la bajada de los naranjas. Piensan que el viraje ordenado por el líder de la formación «no nos va a beneficiar» pero al menos se ha ralentizado una bajada que empezaba a ser muy preocupante y que les alejaba de los 57 escaños -dos en Alicante y media docena en la Comunidad-, la cifra máxima de diputados en el Congreso conseguida hasta la fecha por Cs.

Para otros, el objetivo es parar la sangría de votos, sabiendo de antemano que el techo ya lo han tocado y van a seguir perdiendo votos. Su lógica es aplastante: «Si nos acecramos al centro derecha, perdemos votos de la izquierda y si nos acercamos al centro izquierda, perdemos votos por la derecha». Por eso, la cuestión es perder el menor número de votantes posible, porque la merma de papeletas en las urnas, a estas alturas, será muy difícil de mitigar. Otro asunto es por qué ahora y no antes. Una ecuación repleta de variables que, de salida, hay representantes de Cs que tratan de justificar asegurando que su partido no ha cambiado, que han cambiado los demás y sus circunstancias. Según aseguran los más fieles a Rivera, «a Ciudadanos no nos pueden echar nada en cara porque nosotros no hemos cambiado». Los naranjas mantienen que sus exigencias son innegociables, pero ahora abogan por comprometerse en alcanzar lo que ellos han bautizado «Gran Acuerdo Nacional». Con mayúsculas.

Esa fidelidad obliga a un doble salto mortal con triple tirabuzón en el caso del síndic en las Cortes, Toni Cantó. El mismo que desde su llegada al hemiciclo valenciano ha cargado las tintas contra los socialistas de forma un tanto histriónica, dando la espalda a todo tipo de acuerdos con el PSPV y cerrando un pacto de gobernabilidad con el PP en el Ayuntamiento de Alicante y la Diputación Provincial para convertirlos en «bastiones» del bloque de derecha frente al gobierno del Botànic II, ayer se afanaba en hablar de «situación excepcional» y de que Albert Rivera no estaba pensando «con la calculadora electoral». Con toda naturalidad, Cantó argumentaba ayer que la labor de oposición en las Cortes va a seguir igual, «fiscalizando al Consell», aunque «lo valiente y lo sensato es intentar poner por delante lo que nos une», en un momento en que «lo fácil es seguir en las diferencias». Sea más asequible o más complicado, lo cierto es que ayer mismo, Rivera confirmó que Ciudadanos y la moribunda UPyD concurrirán juntos a las próximas elecciones generales del 10 de noviembre. Una UPyD del que proceden muchos responsables actuales de la formación naranja, como el propio Toni Cantó, que se dio de baja por discrepancias con la cúpula del partido que fundó Rosa Díez y que es una formación marginal y residual. Pero esa es otra paradoja espacio temporal.

Puig pide pactos progresistas

Este aperturismo mostrado por Albert Rivera a la hora de ampliar su rango de pactos no ha pasado desapercibido por parte de los socialistas. Si la respuesta del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, al giro anunciado por Albert Rivera fue que «el pánico hace milagros», el presidente de la Generalitat y secretario general del PSPV, Ximo Puig, aseguró ayer que ve en la maniobra del líder de Ciudadanos un ejemplo de «infantilismo político». Para Puig, «estamos en precampaña», por lo que de aquí a las elecciones, «supongo que habrá distintos movimientos», añadió. En todo caso, Puig, que pidió un pacto progresista, insiste en que «la sociedad española no se merece el bloqueo», pero para lograr grandes consensos y tener una «visión más abierta» no vale ese mensaje defendido por Cs de «contigo no me ajunto».

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