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Un «pata negra» de Casado

A Adrián Ballester le llega su momento en la Diputación: será un baluarte del equipo de Carlos Mazón

Adrián Ballester, de nuevo diputado provincial, en una imagen reciente. rafa arjones

Cuando el pasado viernes se celebró la investidura en la Diputación, a nadie le pasó desapercibido el grado de sintonía que mostraron en la bancada del PP el nuevo presidente Carlos Mazón y Adrián Ballester. Es cierto que, al margen de los líderes de cada grupo que ocuparon espacios preferentes, el resto de los diputados se ubicaron en los escaños por orden alfabético. Y Ballester, casualmente el primero del PP, se sentó justo al lado de Mazón. Pero en política, ya saben, nada es casual. Todo está medido y calculado. Y desde que se conoció la composición del grupo del PP en la Diputación y la decisión de Adrián Ballester (Orihuela, 1982) de abandonar las Cortes Valencianas -fue nada menos que el número tres por Alicante en las autonómicas- para centrar de nuevo su actividad en el Palacio Provincial, era un secreto a voces que a este concejal del Ayuntamiento de Redován, alineado desde un primer momento con Pablo Casado cuando se abrió la sucesión dentro del PP, le había llegado su gran momento político.

Afiliado a Nuevas Generaciones en 2006 en una comarca como la Vega Baja que siempre ha sido un feudo inexpugnable para el PP, Ballester pasó su primera legislatura vinculado a la actividad política entre 2007 y 2011 como responsable del Institut Valencià de la Joventut en la administración autonómica. Su llegada a la actividad pública fue justo después de terminar sus estudios de Ingeniería Técnica de Telecomunicaciones en la Universidad Miguel Hernández durante el curso académico que finalizó en el año 2005. Debido a su formación, precisamente, conoce a la nueva consellera de Innovación, Carolina Pascual, una relación personal que ahora le será de una gran utilidad. A partir de las elecciones municipales de 2011, el papel de Adrián Ballester cambió. Continuó ya como concejal del equipo de gobierno en Redován, la población pegada a Orihuela en la que vivía desde muy pequeño, pero además llegó por primera vez a la Diputación bajo la presidencia de Luisa Pastor, un escaño que renovó en 2015 ya convertido en un peso pesado del PP en la Vega Baja como coordinador comarcal.

Con César Sánchez en el Palacio Provincial ocupó la vicepresidencia quinta pero, además, se hizo cargo de tres áreas en las que siempre ha mostrado especial interés: la modernización tecnológica y digital de la administración, las relaciones con Europa para encontrar nuevas vías de financiación y la transparencia en la gestión. El momento clave de su carrera política, sin embargo, se produjo hace poco más de un año. La renuncia de Mariano Rajoy a la presidencia del PP abrió una carrera por la sucesión en la que Adrián Ballester se puso, desde un primer momento, del lado de Casado. Pocos se lanzaron desde el primer momento a aquella operación incierta. Lo hizo Ballester, otro diputado provincial y alcalde de Busot como Alejandro Morant y el ilicitano Pablo Ruz, hoy senador. Los «pata negra» de Pablo Casado en la provincia. Otros como César Sánchez o el alcalde de Alicante, Luis Barcala, se apuntaron a la operación como mecanismo de autodefensa frente al entonces presidente provincial del PP, José Císcar, alineado con la opción de Soraya Sáenz de Santamaría, pero sólo cuando cayó María Dolores de Cospedal en la votación de los afiliados. Y el propio Carlos Mazón llegó a mesa puesta con las elecciones.

Desde entonces y puede que sin la visibilidad que otros sí han tenido, Adrián Ballester ha ocupado, sin embargo, puestos clave en el nuevo engranaje del PP que intenta ordenar desde Génova el murciano Teodoro García Egea, número dos de Casado y una de las personas que más confía en su labor. No en vano le entregó el control de las candidaturas populares como apoderado legal tanto para las generales y autonómicas como después para las municipales. Y además le ubicó como número tres de la lista a las Cortes Valencianas contra la voluntad, eso sí, de la dirección provincial y regional del PP que había concebido la candidatura autonómica como un salvoconducto para intentar blindarse frente a la nueva dirección aposentada en Madrid. Pero además de la escena autonómica, Adrián Ballester se posicionó también como concejal en Redován. Era la evidencia de que, llegado el momento, se quedaría en València para controlar a la cúpula regional o que, como así ha sido, retornaría a la Diputación. Donde le necesitará Casado. Reducida la dirección regional a sabiendas de que Isabel Bonig caerá como fruta madura cuando llegue el momento como ocurrió en su día con Císcar, su papel estaba en el Palacio Provincial.

Ávido lector y amante de la cocina en la que, dicen, se mueve muy bien, renunciará al escaño autonómico a la vuelta del verano y se convertirá desde ya en el hombre fuerte de Mazón. De trato afable y capaz de conversar con un perfecto valenciano aunque procede de la Vega Baja, será la imagen de la institución como portavoz, el responsable de parte importante de la relación con la Generalitat a través de la conselleria de Innovación y la persona encargada de buscar sinergias y financiación en Europa, pilar fundamental de la acción del nuevo gobierno de la Diputación. Casado, con dos hijos, de formación militar -tiene rango de alferez- y acostumbrado a las carreras de fondo con la fortaleza mental que tienen los que han llegado a correr, como Ballester, una maratón, su valor en el nuevo organigrama de la institución provincial va más allá de su posición como portavoz o de las competencias que acabe ostentando. Mucho más allá. Sera relevante no sólo por su proyección pública sino también por la capacidad de influencia y de consulta del presidente además de por su conexión con Génova. Al tiempo.

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