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Análisis

El relato político de todo un mandato

Carlos Mazón, ayer en el pleno, junto a Adrián Ballester, que será su hombre de confianza, y Eduardo Dolón. rafa arjones

De un plumazo, la Diputación de Alicante ha vuelto al epicentro de los grandes debates políticos que afectan a la provincia. Un escenario natural que nunca tuvo que abandonar. Por su propia credibilidad. Y por su propia continuidad. Pero que poco a poco fue perdiendo por el perfil más técnico que imprimió a la corporación la añorada Luisa Pastor en el mandato que transcurrió entre 2011 y 2015. Y por la incapacidad que ha demostrado César Sánchez a la hora de articular un mensaje alternativo al gobierno de la izquierda en la Generalitat más allá de oponerse a todo por sistema durante el periodo que ahora termina. Ni siquiera el mejor «no» frente al Consell -y puede que el de César Sánchez tuviera una base sólida en algunas cuestiones- permite construir un «sí» que acabe articulando un proyecto propio y atractivo. El tiempo que casi ha transcurrido durante esos dos mandatos es el que precisamente, Carlos Mazón llevaba fuera de la Diputación, de la que se marchó hace una década en el declive del mandato de un Joaquín Ripoll golpeado por la corrupción para refugiarse como gerente de la Cámara de Comercio a la espera de mejores tiempos en el PP. Su particular cuartel de invierno. Nunca se marchó del todo de la política. Aguardaba dos cosas. Que se le presentara la oportunidad y que los suyos volvieran al alto mando de una formación como el PP que, a pesar del tonteo finalmente fallido de Carlos Mazón con Ciudadanos para convertirse en su candidato a la Alcaldía hace solo unos meses, siempre ha sido su partido desde que le ficharon hace más de dos décadas el propio Ripoll y Eduardo Zaplana, ahora pendientes de las investigaciones por corrupción que les acucian.

Esa oportunidad le llegó cuando su amigo Teodoro García Egea, secretario general del PP y número dos de Pablo Casado, diseñó una operación para que Mazón y gente de su confianza retornaran a casa. Algunos todavía malvivían en el PP y otros ahora se han reencarnado dentro de Ciudadanos, colaborador necesario de este nuevo gobierno de la Diputación. Y todo ese nuevo escenario es el que afloró ayer durante una sesión de investidura en el Palacio Provincial alejada del perfil técnico y de las falsas lluvias de millones como reclamo de propaganda. De la construcción de pocas rotondas, todo hay que decirlo, se podía hablar en este inicio del mandato provincial. Para eso César Sánchez ya las había construido en la entrada de Calp, su pueblo, durante este periodo que ahora termina. Por primera vez en mucho tiempo, en la Diputación se trazó un relato político que puede acabar marcando, sin duda, la agenda del debate provincial de estos cuatro años.

Carlos Mazón puso dos claves sobre la mesa. Una más externa y cantada, en su segunda intervención ya una vez que asumió la presidencia, en la línea de abrir una vía de interlocución con el Consell tras cuatro años de incomunicación y de ensayar mecanismos de vertebración parecidos a los que ha utilizado con éxito la CEV con el impulso de un Salvador Navarro que seguía la intervención desde el Palacio Provincial. Es uno más del decorado de la sociedad civil alicantina. No le quedaba obra al nuevo presidente de la Diputación. Hace diez años, el PP gobernaba en la corporación con una mayoría aplastante y, además, acumulaba una hegemonía casi absoluta en el resto de instituciones de la Comunidad. Ahora, por contra, Mazón depende de dos diputados de Ciudadanos, el PP es la segunda fuerza del hemiciclo por detrás de los socialistas y la Diputación es, junto al Ayuntamiento de Alicante, un feudo de la resistencia popular. El nuevo responsable de la institución provincial tendió la mano y el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, terminó de cerrar el círculo de ese primer relato político de la jornada. Después de cuatro años en el Consell, era la primera vez que Puig pisaba el Palacio Provincial -un gesto que ya tiene valor por si mismo sin entrar en más detalles- y, además, se ofreció efectivamente a abrir esa etapa de colaboración. Eso pone a la Diputación en disposición de colocarse en la escena de la relación con la Generalitat. No es menor.

Repito: habrá que ver hasta dónde llega este giro. Pero, de momento, ese acercamiento fue el más celebrado de puertas hacia fuera por la sociedad alicantina. Es importante. Pero es la brocha gorda de este relato porque nadie sabe el recorrido que tendrá. Las luces largas; el pincel fino es el que se fue perfilando con claridad durante la primera intervención de Mazón pero también, especialmente, del socialista Toni Francés y del portavoz de Compromís, Gerard Fullana. Una reflexión inicial, menos efectista de cara a la galería pero más importante para el «día a día» de la institución. El nuevo presidente detalló un escenario en el que citó las tres elementos claves que van a marcar el futuro de la Diputación: el papel de la institución en su conjunto en un momento en el que está claramente en cuestión, de la provincia con un rol dentro de la Comunidad muy ligado a esa necesidad de entenderse con la Generalitat y, finalmente, el valor de Alicante como territorio. Es decir: ¿Para qué estamos aquí? Tres cuestiones que van más allá de la relación con la Generalitat.

Toni Francés, alcalde de Alcoy y portavoz socialista, tenía una papeleta difícil pero la salvó con cierta solvencia. Es el líder del PSPV en la principal institución que gobierna la derecha en toda la Comunidad. Ofreció diálogo como no podía ser de otra manera para reforzar la posición del jefe del Consell -elemento clave de todo el mandato- pero, a la vez, supo mantener el tono crítico con el punto débil de Ciudadanos, el partido de la regeneración y contra las diputaciones que ahora gobierna la institución y apuntala al PP después de 24 años al frente de la institución. Por ese «agujero» entró también Fullana. El diputado de Compromís volvió a demostrar su habilidad para situarse en el centro del tablero. Se visibilizó presentando su candidatura a la presidencia para marcar perfil frente a los socialistas y lanzó el discurso de tono más crítico de oposición contra Ciudadanos por respaldar a un PP del que recordó que la mayoría de su bancada ya estaba en la etapa «más oscura de Camps, Zaplana y Ripoll». Todo ello mientras el murciano García Egea se removía en la primera fila mientras escuchaba al edil de Xaló hablar en un pulcro valenciano.

Pero hasta el propio Fullana se reinventó. No quiere quedarse fuera de ese escenario de consenso. Compromís se intenta hacer mayor. Reivindicó que su partido gobierna el Consell... para entrar en esas negociaciones y ofreció su voto para un consensos en la Diputación que acabe, dijo, con los «debates de las vísceras». Un cambio muy significativo que marca también su estrategia. ¿Y Ciudadanos? Pues, de momento, no tiene relato. Y no lo podrá diseñar fácilmente en la Diputación. Partidarios de acabar con estas instituciones, ahora ese mensaje se ha terminado. Y eso se notó en la intervención de Javier Gutiérrez, el edil de Xixona que será el portavoz. Ya se los ha llevado al huerto Mazón en la negociación. Y ahora se arriesgan, esa la preocupación de parte de la cúpula ciudadana, de la invisibilidad. Las luces largas que apuntan al mandato más político que le espera a la Diputación.

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