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¿La familia de Ángel Franco? Bien, gracias...

Después de tres procesos electorales, el hombre que sigue dirigiendo los hilos del socialismo en la capital provincial coloca a todos sus peones en Madrid, València y Alicante, tanto en el poder local como en la Diputación

Ángel Franco en un acto reciente en Alicante. Álex Domínguez

En un acto celebrado esta pasada semana por el PSPV-PSOE, su secretario general Ximo Puig destacó «la diversidad» que existe dentro del Partido Socialista, una formación política «plural», que «comparte principios sólidos» y «aglutina distintas sensibilidades». El presidente de la Generalitat acababa de entregar los carnet de militantes de Francesc Sanguino y Josefina Bueno, unos «debutantes» en el socialismo cuando «hay afiliados al PSOE que llevan 50 años o más... como Ángel Franco». La frase de Puig, con el mismísimo Ángel Franco sentado en la primera fila del acto, además de provocar la carcajada de la militancia, fue la mejor definición que se le podía dar al exsenador, exsecretario general, exdiputado y exconcejal que, si en algo no ha dejado de ser «ex» es en su permanente presencia como padre de una gran familia por la que mueve cielo y tierra para dotarles del mejor destino posible. El sempiterno Angel Franco sigue cuidando como nadie a su gran familia, al igual que sus allegados le siguen manteniendo en gran estima. A la vista de los resultados, más de uno dirá que no es para menos.

Después de dos campañas que aglutinaron tres elecciones -generales, autonómicas y municipales-, el resultado de las urnas y la negociación posterior para dirimir los diputados provinciales, se puede afirmar que la marca «Ángel Franco-Agencia de Colocación» ha situado a sus peones en todos los terrenos de juego. En Madrid, en València y en Alicante por partida doble, en el escenario municipal y en la Diputación.

Aquel fin de semana «fatídico» de puente de San José, con el Comité Federal del PSOE reunido en Madrid y València invadida por las Fallas, Ángel Franco renunció cinco minutos antes de que le echaran a ocupar un escaño de la Cámara Alta, el cargo que ostentó durante dos décadas, entre 1982 y 2003. El exsenador, como «militante disciplinado» acataba, respetaba y respaldaba una decisión que dejaba por tierra sus aspiraciones de regresar al Senado, objetivo que se marcó a primeros de marzo y por el que obtuvo, dice, el respaldo de sus «compañeros de partido», en plena disputa por ganar posiciones frente al incipiente «sanchismo» que trataba de abrirse paso en la provincia. A pesar del empuje de los seguidores de Pedro Sánchez, asentado en la cúpula del PSOE en Ferraz, el «franquismo» resucitó a su líder después de unos años sin ostentar cargo alguno, e incluso, fuera del Partido Socialista debido a su controvertido apoyo al Plan Parcial Rabasa. Pero la «vuelta a tajo» tuvo un freno. La reparación política de Franco se truncó en parte un domingo 17 de marzo, en el que el Comité Federal del PSOE le dijo Ángel Franco que no podía hacer de nuevo las maletas. El partido se decantó como número uno a la Cámara Alta por el catedrático José AsensiJosé Asensi, uno de los principales exponentes del «sanchismo» en la provincia que, después de no conseguir ser el cabeza de lista al Ayuntamiento de Alicante, sí logró encabezar la papeleta del Senado, fulminando de esta manera a Franco.

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Supuesta víctima

La supuesta «victima» de esta jugada de última hora, aceptó a regañadientes dar un paso atrás. Su enfado era evidente, pero su maniobra, una vez más, fue un éxito para sus intereses. Aquel Ángel Franco que no podía ocultar su cabreo y no que no aceptaba que nadie lo hubiera «excluido de ningún sitio», sobre todo se vanagloriaba de que su sustituto en la lista al Senado, el concejal de su confianza Carlos Giménez «ha sido propuesto por mi para ocupar un espacio que debía ocupar yo por decisión de la militancia». Franco no obtenía la reparación política total pero desplazaba a Madrid a uno de sus peones. Con la lista al Congreso encabezada por el ministro astronauta Pedro Duque y repleta de «sanchistas» como Alejandro Soler o Yolanda Seva, la opción de la Cámara Alta era la tabla de salvación de Ángel Franco. Y hasta allí colocó al «náufrago» Carlos Giménez.

Aquel final del invierno, empezó a pergeñarse la candidatura municipal, auténtica «perita en dulce» del poder alicantino, donde la larga mano del Ángel Franco, desde los años 90, dio su apoyo a candidatos como José Antonio Pina, Blas Bernal, Elena Martín o Gabriel Echávarri, todos caídos en el frente de batalla del municipalismo. Tras la penúltima refriega, con la dimisión de Echávarri y la oposición de Franco a que Eva Montesinos fuera su sustituta, y la posterior pérdida de la Alcaldía, que del tripartito de izquierdas pasó a manos vía tránsfuga de Luis Barcala y el PP, llegó -¿cómo no recordarlo?- la esperpéntica propuesta «franquista» de nombrar alcaldable al médico independiente Andrés García Trillo. Ante el rotundo rechazo obtenido, la dirección del PSPV apartó al «mirlo blanco» y el siguiente alcaldable elegido, directamente por Ximo Puig, fue Francesc Sanguino. Por aquello de «si no puedes con el enemigo, únete a él», Franco se volcó en la formación de la lista donde, evidentemente, dispuso a su tropa para controlar.

Desde el primer momento, el secretario general del PSOE de Alicante, Miguel Millana -exconseller en tiempos de Joan Lerma, en los años 80, repescado por Franco en marzo de 2018 para enterra la época de Echávarri y encabezar una ejecutiva local totalmente bajo el control de Ángel Franco-, figuraba en la candidatura municipal, especialmente desde que no pudo entrar en la lista autonómica. El proceso y las componendas internas también otorgaron una buena posición de salida a Lara López (hija del presidente local, José Antonio López Berruti) y a la sindicalista Lola Vílchez. Y fue en aquel Comité Federal socialista del pasado mes de marzo cuando Pedro Sánchez ganó terreno en la lista al Ayuntamiento de Alicante a costa de situar a «sanchistas» como Manuel Marín Bernal y Manuel Martínez, que a su vez le permitieron ganar posiciones a otro fiel «franquista», Raúl Ruiz Corchero. Con estos ligeros retoques, el sector de Ángel Franco continuó manteniendo los puestos principales de la candidatura, que salvo el número uno de Sanguino y el dos de Trini Amorós, hasta el número 6 fueron suyos... y son suyos. Como siempre.

Como no podía ser de otro modo, para la ciudad de Túria también tocaba hacer movimientos para ganar influencia. La primera con puesto garantizado Sandra Martín, que repetía como diputada autonómica, en la cómoda posición 7 y en el «sanedrín» que manda en el PSPV. Nadie le pudo anular a Franco su apuesta, sobre todo después de haber facilitado el exsenador la victoria de Sanguino en Alicante. Otro político con escaño en las Cortes, el alcalde de Rafal y secretario general del PSOE de la Vega Baja, Manuel Pineda, se asentó en el cuarto puesto con el indudable apoyo del «franquismo». Disciplina y estrategia a partes iguales.

En la biografía de Ángel Franco Gútiez se asegura que nació en 1945 en Almanza (León). Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid, profesor de Instituto, secretario de UGT, diputado y senador por Alicante, concejal y, sin ningún género de dudas, todo un profesional en reivindicar y rentabilizar sus esfuerzos como «padre de familia», que ha demostrado su larga experiencia como técnico de empresa de trabajo temporal, especializado en la categoría «políticos» que forman la gran familia de Franco.

Movimiento de fichas de aspirantes a la Diputación

Con todos sus «hijos» colocados, a Franco le queda estos días el fleco de la Diputación. Con la jugada inicial de Sanguino como candidato y Millana de reserva, todo parece ser que será el segundo el que sea diputado provincial. Por la Vega Baja tiene plaza, de momento, Miguel López, alcalde de Benejúzar y el responsable de Organización de la dirección comarcal que encabeza Manuel Pineda, afín de Franco. Otras dos picas en el Flandes «franquista».

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