Rematar la estructura del Consell ha resultado más complejo de lo esperado. La escena de la semana anterior se repitió ayer y la negociación del tercer escalón del Consell volvió a prolongarse hasta las horas finales del día. Algo se ha avanzado y, según fuentes de los tres partidos, el marco está consensuado: 61 direccciones generales en las diez conselleries, sin contar Presidencia y Vicepresidencia, que en la legislatura pasada sumaban quince, y que han quedado en todo el proceso fuera de la negociación. El reparto sale a seis direcciones generales por conselleria más una extra para la coordinación de la vicepresidencia segunda, en manos de Rubén Martínez Dalmau (Podemos). La cifra de asesores del nuevo Botànic está a expensas de un informe económico, pero en la negociación se daba por hecho anoche que rondarán los 110.
Supone un incremento importante con respecto al de la legislatura pasada, cuando un decreto de 2015 limitó el volumen de eventuales a 74. En la nueva etapa se tiene previsto aumentar a seis por cada uno de los diez departamentos, más los que puedan sumar las áreas de Ximo Puig y Mónica Oltra, que contaban en conjunto con 40. De ahí la cifra que rozará los 110, aseguraban ayer negociadores. Los representantes de los distintos partidos no tenían claro anoche si hoy podrá haber ya nombramientos de nuevos directores generales, dado que al cierre de esta edición el acuerdo definitivo no estaba cerrado.
Ello supondría un nuevo retraso en la puesta en marcha a toda máquina del nuevo Consell, ya que falta el tercer escalón. En todo caso, los partidos aseguran que dominará la continuidad. Al menos, ya se ha avanzado la solución para Cultura. Pese al intento de Puig de asumir las competencias de Patrimonio, finalmente todo quedará como estaba en 2015, con una dirección general de Cultura adscrita a Educación (conselleria de Compromís) y regentada por un (o una) socialista.
