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Un discurso de Puig sin grandes anuncios pero con un relato común

Traza una intervención en la que hace hincapié en la política ambiental y reivindica a Madrid la financiación autonómica

El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, durante su intervención de ayer en las Cortes Valencianas en la sesión de investidura. efe

No realizó Ximo Puig un discurso de investidura de grandes proyectos. No era lo que el presidente de la Generalitat quería para pedir la confianza de las Cortes Valencianas para su segundo mandato al frente del Consell, algo que culminará hoy en una votación en la que conseguirá, salvo sorpresa, los 52 votos que suman los grupos del PSPV, Compromís y Podemos-EU. Trazó un relato político como candidato con prioridades para el mandato vinculadas a la mirada ambiental o a la continuación de los principales retos de la agenda social y económica con alguna pincelada más concreta, con el hilo conductor de la línea de reivindicación que mantendrá abierta con Madrid especialmente con la exigencia de la financiación autonómica y, sobre todo, con el objetivo de trazar un mensaje común para la Comunidad durante este periodo que, en principio, conducirá la administración autonómica en los próximos cuatro años.

Una obsesión de Puig durante su primer mandato al frente del Consell fue, precisamente, su apuesta casi permanente por «coser» la Comunidad. La vertebración territorial. Lo intentó, con más o menos éxito, utilizando conceptos como la «bicapitalidad» territorial. Pero durante su discurso de ayer en el parlamento autonómico introdujo un elemento nuevo. La necesidad de compaginar y la obligación que tiene de entenderse un territorio con dualidades muy complicadas pero que deben acabar sumando en un proyecto común. Y ese mensaje clave aparece como un eje para la legislatura que ahora arranca. En su discurso de unos 50 minutos pronunciado en valenciano con alguna cita puntual en castellano, Ximo Puig, por ejemplo, habló de la Comunidad que debe reivindicar a la vez, las figuras literarias en el mundo cultural, de Miguel Hernández y de Vicent Andrés Estellés, posiblemente los poetas más insignes en las dos lenguas oficiales de la Comunidad Valenciana. Un discurso, aseveró, en el que defendió la diversidad como valor que «suma» y se comprometió, en esa línea, a diseñar una guía de gobierno «para todos los valencianos».

También dedicó Puig una parte de su discurso a poner en valor la convivencia en todo el territorio, a poner sobre el tapete referencias a un crecimiento equilibrado en el conjunto de la Comunidad o, incluso, a la financiación autonómica como elemento común. Fue muy claro y contundente a la hora de exigir a Madrid, un argumento en el que coincide con sus socios de Compromís. «La financiación autonómica es y será guía y norte. Prioridad absoluta del gobierno», subrayó el presidente. Sin anunciar grandes iniciativas más allá de incidir en la agenda «verde» con la política ambiental o insistir en la agenda social, el jefe del Consell sí reivindicó la labor de la primera versión del Botànic como punto de partida para la segunda legislatura.

Fue una intervención en la que aludió a los valores progresistas y asentada en las raíces de la izquierda. Los cimientos donde se encuentran cómodos los tres partidos del nuevo Consell. Un discurso sobre los ejes de una economía sostenible y alejada de la precariedad, la igualdad y la calidad democrática. Un discurso claramente ubicado contra la recentralización y en el que dejó claro, en un recado con carga de profundidad, que ese no es el camino para solucionar el problema territorial. Un debate en el que, aunque sin citar a nadie, explicitó la vía de los valencianos frente a los proyectos secesionistas.

Ximo Puig habló de empleo digno, del crecimiento económico como innovación, de que ya no hay excusa para no preservar el planeta porque «crecer sin respetar el medio ambiente es suicida», y de que esta ha de ser «la legislatura de la Formación Profesional». Lanzó su estrategia que viene de este mandato contra la despoblación al tiempo que se comprometió con acciones contra «el terrorismo machista» o de igualdad laboral contra la brecha salarial. En su papel de candidato, dedicó la fase final de su intervención a la defensa de los acuerdos y los consensos. «Pactar no es traicionar. La democracia es geometría. No es teología», reflexionó para acabar con una defensa de la moderación frente a la política de la confrontación y la desconfianza, calificó de «trampas antidemocráticas».

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