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Opinión

The lucky man

Emilio Bascuñana, en su proclamación esta semana como candidato. TONY SEVILLA

Quien esto escribe hubiera dado por jubilado en la política hace meses, ¡qué digo meses, un par de años!, al que ahora se presenta a repetir como alcalde de Orihuela, a Emilio Bascuñana. Pocas personas han podido sobrevivir a un bombardeo político como este galeno, con plaza en un centro de salud al que si acude desde hace más de una década es como paciente porque desde hace mucho lleva chaqueta y corbata y no es para pasar consulta.

En Orihuela, ser el cabeza visible del Partido Popular no es cualquier cosa porque es casi como una religión. Bien lo expresaba el otro día la socialista María García cuando aseguraba en un acto con periodistas que ser del PSOE, «es ser de valientes». Y tiene toda la razón. Orihuela es una ciudad de costumbres, de personas que aman como pocas sus tradiciones, que tienen pasión por igual por su Semana Santa que por sus Fiestas de la Reconquista, que se sienten orgullosos y que se vanaglorian de ello, de obtener reconocimientos públicos para lo que hacen aunque, a la hora de la verdad, disfruten de ello sin necesitar que nadie les aplauda, de abrazarse con efusividad de las fiestas/tradiciones como si no se hubieran visto en el Casablanca, Pepe, Joaquín, Pasaje o Chipi un día antes, de compartir barra, rezos en cualquier parroquia, sudar como un penitente en Semana Santa o bañarse en una fuente el Día del Pájaro. De conocerse todos como si se hubieran parido unos a otros. Y, por encima, solo planean sus símbolos de identidad y el guardián es el alcalde que, por supuesto, ha sido desde hace 33 años del Partido Popular (excepción hecha de Monserrate Guillén en 2011-2015).

Bascuñana, nadie sabe cómo, llegó a la política local bendecido por todos los sectores de un partido que, más interés que ponerlo a él, querían echar al tándem Mónica Lorente/ Pepa Ferrando. Simplificando, el Partido Popular es el Juego de Tronos de la Siempre Fiel y Leal. Su aparición estelar fue en 2012 cuando se postuló a la presidencia del PP, ungido por el aparato para reconducir el partido. Para ello, pactó con todo el que tuvo que pactar, hasta con el Diablo. Pero salió derrotado y, contra toda lógica, lo colocaron al frente de la candidatura. ¿Había alternativas? Por supuesto, Paco Sáez Sironi. Otro perfil, ¡qué digo otro perfil!, el perfil de la derecha en Orihuela. No he encontrado a nadie que me explique por qué el PPCV apostó por Emilio y no por Paco, qué hizo que se decantara la balanza por el perdedor de unas elecciones y no por, como algunos dicen, el hijo que cualquier madre de Orihuela quisiera tener.

En pleno estallido del caso Brugal (tan grande fue la explosión como va a ser el bluff judicial al que se dirige), Bascuñana logró ser la lista más votada y el alcalde del PP más importante de la Comunitat, pero cogió la vara de mando en minoría? porque la izquierda, mejor las izquierdas, hace años que han perdido muchas dosis de cordura y prefirieron ceder la Alcaldía que pactar con Cs, partido que por aquel entonces se nos vendía entonces como la llave que abre todas las cerraduras, pero en Orihuela era y es otra cosa. A Bascuñana, al cabo de seis meses, de ver que lo suyo en solitario era una travesía de un desierto, al no poder ponerse sueldos, aprobar presupuestos o a iniciativas en los plenos, se venció a la tentación. Y él, que en campaña denostó a Cs, firmó con ellos el pacto, su segundo en política, y, curiosamente lo rubricó con el mismo fedatario que el primero (lo que no es mera coincidencia). Aquel día para algunos vendió al partido para otros hizo lo que debía hacer para gobernar y dar estabilidad y tranquilidad, pero lo que nadie discute es que todos se dieron cuenta en el PP ya que era un verso suelto. Incontrolable y desobediente, que no escuchaba consejos de otros que se pensaban que podían dirigirlo/controlarlo. Los mismos que lo habían puesto, los mismos que habían sido sus avalistas, lo repudiaron por primera vez. El PP y Bascuñana cortaron el cordón umbilical. Desde entonces el PP es una cosa y Bascuñana otra. Y comenzaron a caer como un castillo de naipes los asuntos sucios.

El más sonrojante, el espionaje de los móviles del concejal Dámaso Aparicio, quien apuntaba directamente a él como responsable junto a un asesor (que ahora va en la lista para las municipales) y que al final ha dejado sólo muchos titulares de Prensa, porque el Comité de Derechos y Garantías terminó cerrando en falso el caso. Y el hecho de que uno hecho denunciable no acabara en los juzgados dice mucho tanto de Aparicio, la víctima, como de Bascuñana, el acusado. ¿De qué sirvió? De que si quedaba alguna esperanza de restañar las heridas con el partido, de reconducirlo, desembocara en la ruptura total y que la presidenta regional Isabel Bonig o el presidente provincial Pepe Císcar se alinearan con Aparicio y su principal aval, Eva Ortiz, la número 2 del PPCV. A partir de entonces, los dirigentes populares comenzaron a proclamar a los cuatro vientos que, políticamente, era un cadáver, que no repetiría a la Alcaldía? y eso que era el regidor más importante que tenían en la Comunitat, insisto.

¿Su gestión? Una alfombra roja, color que nunca ha estado mejor empleado. Ximo Puig no ha escatimado para Orihuela tantas soluciones y mejoras como promesas no cumplió en su día el PP. El president ha hecho bueno el refrán haz el bien y no mires a quién. Más sin duda de lo que hicieron para toda la Vega Baja los tres últimos presidentes populares ( Olivas, Camps -millones del Plan Confianza aparte- y Fabra), siendo una comarca que a todos ellos les había dado más votos que cualquier otra (porcentualmente) para que acabaran al frente de Les Corts. Todo lo que ha venido de València en estos cuatro años han sido cortes de cintas y acuerdos beneficiosos para la ciudad y Bascuñana ha salido en las fotos. Otra cuestión es que los proyectos que él ha iniciado ahí siguen. A medias, en los cajones, olvidados o en la basura. PGOU o Ciudad Deportiva son claro ejemplos, y eso que ha vivido con mayoría absoluta. Cedió las concejalías de más visibilidad y presupuesto a Ciudadanos, regaló a los de Rivera pedáneos (nadie que no sea de Orihuela sabe lo que pesa un pedáneo de caras a unas elecciones) y no supo ni quiso evitar que el grupo acabara dividido en dos bloques irreconciliables.

Como era de esperar, también perdió en 2017 las elecciones convocadas a la presidencia del PP. Ya, ya?. no se presentó él, se presentó Víctor Valverde, el hombre bajo su cuerda. Y mientras el espiado Dámaso Aparicio se hacía con las riendas del partido, con la vara de mando que todos en Orihuela asocian a la del alcalde, él sumaba otra derrota, dulce porque estuvo cerca de ganar.

En cualquier caso, ese día todos supieron que el partido tendría que elevar el nombre de un candidato a València para 2019 y siendo su presidente Aparicio, su condena política estaba firmada. Y no es tema menor que en este mandato la Conselleria de Sanidad le haya abierto un expediente por supuestamente seguir cobrando el sueldo de galeno durante años mientras se dedicaba a presidir la Cruz Roja. Él asegura que hacía tareas de asesoramiento para el conseller de turno, del PP, claro. De dicho asunto, resuelto hace meses, nada más se ha vuelto a saber.

Así que con la espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza, sobre lo feo que sería que la consellera Ana Barceló le llevara al juzgado por supuestamente cobrar sin trabajar (el Consell está ahora en funciones y difícil se ve); siendo enemigo de todos los estamentos del partido, habiendo perdido las dos últimas elecciones a la presidencia local (lo que demuestra que los afiliados quieren a cualquier otro antes que a él), salpicado por el escándalo del espionaje de los whatsapps, ofreciendo muy pocos éxitos de su gestión, y a expensas de los cortes de cintas a los que le convocaba la Generalitat, esa persona, que es Emilio Bascuñana, es de nuevo candidato a la Alcaldía. No sólo eso, en la lista que presenta se ha cargado a todos, absolutamente a todos sus enemigos y a los que no lo eran. Su única cesión ha sido enviar a una jaula dorada por lo que va a cobrar (a la Diputación) al único al que tendrá que aguantar, a Aparicio. Este era y es Bascuñana, the lucky man.

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