Corrían todavía los primeros instantes del escrutinio cuando la número dos de la lista municipal del PSOE por Alicante, Trini Amorós, dio un pequeño salto, alzó las manos, y emitió un grito de rotunda alegría: «Por fin. Por fin. ¿Tú sabes el tiempo que llevaba yo esperando este momento en el que el mapa de este país vuelve a teñirse de rojo? Por fin», repitió. Para entonces la victoria de Pedro Sánchez ya era segura e indiscutible y el entusiasmo de Amorós resumió de forma nítida el espíritu que durante las largas horas del recuento de ayer embargó la sede de los socialistas alicantinos ubicada en la calle Pintor Gisbert.
En ese feudo de angostas salas, la número uno del PSPV por la provincia a las Cortes Valencianas, la consellera Ana Barceló, hablaba de noche histórica, mientras enseñaba un móvil con esa cartografía encarnada a la que se refería Amorós. El alcaldable de los socialistas alicantinos en los comicios locales del próximo 26 de mayo, Paco Sanguino, suspiraba también satisfecho esperando que las magníficas estadísticas puedan traducirse en el mejor de los augurios posibles para la batalla que él está a punto de librar en la capital: «Hoy nuestro partido es una fiesta y otros son un velatorio». Apoderados que llegaban y daban abrazos. Botellas de champán alineadas listas para ser abiertas. El histórico dirigente Ángel Franco declamando todas aquellas mesas electorales de la capital tradicionalmente dueñas de la gaviota y ahora dominadas por el puño y la rosa. Noticias de que unas calles más allá, en la Subdelegación del Gobierno, el candidato al Senado, José Asensi, había sido recibido como un héroe. Cánticos. Comentarios sobre la tristeza que debía embargar a esas horas de la noche al alcalde Luis Barcala por la aciaga experiencia del PP en su noche más triste, cuando por primera vez en tanto tiempo el mapa no se ha pintado de azul: es curioso que hubiera más referencias al hundimiento del PP que al aguante de Ciudadanos o al aterrizaje de Vox. Llamadas a la calma entre risas cuando alguien le preguntó de nuevo a Barceló si, después de todo lo que ha llovido en la campaña, el PSOE de Pedro Sánchez podía plantearse un pacto con el Ciudadanos de Albert Rivera, «eso ahora no, ahora es momento de disfrutar». Explosiones de aplausos en la sala reservada para la ejecutiva provincial cada vez que llegaba un resultado emblemático de algún municipio: celebrado fue el triunfo por muy poco en La Nucia, territorio atávico del PP de Bernabé Cano; o la victoria de los socialistas en Calp, enclave del rival popular en la pugna por el Congreso, el presidente de la Diputación César Sánchez.
Fue pues una noche alegre. Pero eso no quiere decir que fuera fácil. No hay nunca nada sencillo en el socialismo alicantino, que lleva siempre en sus genes el paradigma de la dificultad. Hubo algunas sombras. Primero, porque la noche tuvo algunas ausencias, la más destacable el número uno del PSOE por el Congreso, Pedro Duque, que, claro, como ministro prefirió Madrid para contemplar cómo la calle Ferraz también era una fiesta. Tampoco estuvo el jefe de los socialistas en la provincia, el alcalde de Xàbia, José Chulvi, que prefirió estar en València junto a Ximo Puig. Pero sobre todo la noche, ya casi la madrugada, se fue espesando porque faltaba el recuento autonómico, donde había tanto en juego. Tantísimo. Y aquí los aplausos perdieron en intensidad y los cánticos bajaron en decibelios cuando alguien dijo que a lo mejor la mala noche de Compromís podía dar al traste con la reválida del Botànic. La propia Barceló, siempre móvil en mano, decía ahora con el rostro algo más agitado, «está todo muy apretado», conforme los números para las Cortes Valencianas avanzaban a una desesperante marcha de tortuga. Hubo incluso algún susto, alguna suma que convertía la Comunidad Valenciana en otra Andalucía. Así que las caras en la mesa de mando de la sede de Pintor Gisbert que controlaba todos los números, repleta de ordenadores, teles, móviles y tablets y en la que, entre otros, se encontraban los candidatos al Congreso Patricia Blanquer y Herick Campos, se fueron poniendo un poquito graves.
Hasta que al final y pese a todo, aguantó en la Comunidad Compromís, y aguantó Podemos, y la victoria de Puig fue tan dulce como la de Pedro Sánchez y alguien dijo «volverá el Botànic». Y se ahuyentaron los fantasmas y pudieron abrirse las botellas de champán y por una vez nadie le amargó la noche al PSOE.
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