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Vox «izquierdiza» la derecha

La entrada en escena del partido de Abascal y su previsible impacto en los resultados del PP obligan a Casado a pedir el voto útil para su formación

Abascal, Casado y Rivera en la manifestación conjunta contra Sánchez en la plaza de Colón. fernando villar/efe

«Cuanto más Vox, más Sánchez». Es una de las máximas que el líder del Partido Popular, Pablo Casado, quiere explotar durante la recién descorchada campaña electoral. Su objetivo es evitar que la entrada de Vox a nivel estatal el 28A, de la que nadie duda, fragmente al electorado conservador y termine por allanar el camino a La Moncloa del archienemigo del líder popular, de Abascal y de Rivera: Pedro Sánchez. Una posibilidad plausible, ya que el sistema electoral español, con su reparto de escaños, premia a la lista más votada. Y todas las encuestas coinciden que será la del PSOE.

Así lo ha recordado Casado, que ha repetido como un mantra durante la precampaña su deseo de «unir» el voto conservador en el PP, presentándolo como el «valor seguro». El popular insiste en llamarlo «unido» o «necesario», pero todo apunta a que la batalla por el voto útil ha llegado por primera vez a la derecha, acostumbrada a disfrutar desde la barrera de las luchas fratricidas en la izquierda, históricamente dividida.

Desde la irrupción del partido ultra, las cábalas no le salen al PP. Casado prevé que la aparición de Vox será especialmente perjudicial para sus intereses en las circunscripciones con menos de seis escaños. Los populares se arriesgan en estas plazas a que Vox -y también Cs- le 'robe' votantes y que posteriormente esos sufragios no cristalicen en un escaño. De hecho, Casado llegó a pedir a Abascal que no formara listas en estas provincias pequeñas, pero Vox lo rechazó de inmediato.

Casado, entre dos aguas

No es sencillo el ejercicio de contorsionismo que afronta el líder del PP: frenar la sangría de votos hacia el partido de Abascal a base de endurecer su discurso y sus propuestas toda vez que intenta traer de vuelta al votante seducido por Ciudadanos durante el mandato de Rajoy, ensalzando la trayectoria y fiabilidad de su partido.

Algunos sondeos cifran en torno al 10% la cantidad de sufragios que podrían cambiar el azul popular por el verde ultra. Este trasvase, en números absolutos respecto a los resultados de 2016, supondría unos 800.000 votos menos para Casado. Y cifras similares se detectan en la transferencia hacia el naranja.

Como en muchos otros aspectos que envuelven el 28A, la respuesta del votante es una incógnita. ¿Asumirá el discurso del PP y votará de una forma más razonada -o temerosa- o, por el contrario, se mantendrá firme en el castigo a los populares ante otras ofertas más novedosas?

Aquí, la estrategia de Casado coincide con la de Sánchez. Ambos, o más bien sus partidos, siguen siendo los referentes de los dos grandes bloques ideológicos en España. Y a los dos les conviene el tono de debate actual, enconado y polarizado, que subordina las propuestas a la agitación del temor a que gobierne el adversario. No hay mayor aliado del voto útil que el miedo al oponente. Igual que Sánchez está basando su repunte en aglutinar el voto progresista azuzando la «involución» que llegaría de la mano de los «tres temores», lo mismo busca Casado con sus rejones al líder socialista.

Una hipotética asunción de este escenario por parte del votante complicaría la vida a los partidos nuevos, que tras años de proclamar a bombo y platillo el fin del bipartidismo, ven ahora como dos grandes bloques se ciernen sobre sus formaciones. Y es que arrancar votos en un electorado más movilizado por el temor a que gobierne el adversario que por la confianza del partido al que tiene previsto respaldar no es tarea fácil.

Con todo, no hay seguridad de que Vox termine beneficiando a los socialistas. Pero lo que es seguro es que la formación de Abascal ha expandido la tradicional lucha cainita de la izquierda también a la derecha y las consecuencias son imprevisibles.

El voto progresista se mueve en sentido contrario

El PSOE se la juega a la misma carta que en Andalucía: agitar el miedo a Vox para unir el voto y movilizarlo

Mientras la derecha se atomiza, la izquierda parece estar moviéndose en sentido opuesto según el CIS. El estudio publicado a principios de semana revela que así como el PP pierde apoyos ante la poblada oferta conservadora, el voto progresista se está uniendo en torno a los socialistas. En Ferraz han apostado por seguir agitando al personal con la amenaza que supone Vox, pese a los desastrosos resultados que esta estrategia generó a los socialistas andaluces hace pocos meses.

Allí, esas señales de alerta no surtieron efecto y no se transformaron en participación (con un 58,6 % de votantes fueron las segundas elecciones andaluzas con menor seguimiento). Incluso se acusó a Susana Díaz de haber favorecido la irrupción de esta formación por abusar de esta baza.

Pero los estrategas socialistas han decidido insistir. Tras discutirlo con su entorno más cercano, el presidente aceptó el miércoles el debate en el que se incluía a Vox para profundizar en esta línea de contraste entre su «moderación» y «sensatez» y la «involución» que traerán consigo los de verde. Por eso quiere el voto socialista pero también el «progresista», como ha repetido en diferentes ocasiones. Y para fomentar ese voto útil consideran positivo que el presidente se reivindique como el dique indispensable para frenar el ascenso de Abascal.

El fiel votante socialista

Pase lo que pase en el debate, según las encuestas todo parece moverse en buena dirección para el partido de Sánchez. Así como a Casado se le caen los votos por las costuras, el PSOE tiene bien sellado su saco. Según el CIS, más del 60% de quienes votaron a su partido en 2016 aseguran que volverán a hacerlo el próximo día 28. Es con diferencia el partido que más electores retendría.

Y además pescaría en otras formaciones de izquierda. Un 22% de los votantes de En Marea, un 15,3% de En Comú Podem y un 14,7% de Compromís apostarían ahora por los socialistas. Por su parte, la encuesta del Centro de Estudios Sociológicos refleja que casi una quinta parte de los votantes de Podemos en 2016 cambiarían de opinión para dar su confianza a los socialistas el 28A.

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