El eterno retorno consiste en aceptar que todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones pasadas, presentes y futuras se repetirán eternamente. La conocida teoría filosófica de Nietzsche bien se podría aplicar ayer al ver como los asistentes al mitin que José María Aznar ofreció en Elche coreaban las palabras de «su presidente», del líder del Partido Popular durante tres lustros, que gobernó España entre 1996 y 2004, y que dejó la primera línea política hace 14 años. Pero el tiempo y la distancia son relativos, y sin filosofías de por medio, sin rodeos, José María Aznar afirmó ayer, sin paliativos, que «hasta aquí hemos llegado». Por eso, «vuelve el PP, el de siempre, fuerte y orgulloso de la victoria».

Con esas palabras cerraba una intervención de 20 minutos, sin folios, sin chaqueta, sin corbata, con un jersey azul celeste que contrastaba sobre la leyenda «populares», escrita entre colores rojo y amarillo en la pantalla del escenario. Aznar no necesitó más para agitar a los presentes, para espolear a muchos militantes del PP que volvían a ver y escuchar como su líder les pedía «poner coto» frente a «una izquierda que se avergüenza de España». Frente a otras opciones de «centroderecha», Aznar pedía el apoyo de los indecisos para el PP más auténtico, el que tiene «experiencia de Gobierno» para afrontar unas «elecciones cruciales» que van a marcar el rumbo mucho tiempo. Unos comicios donde el expresidente del Gobierno quiere que los españoles no voten el 28 de abril «con las tripas o por despecho». Aznar pidió un «voto responsable», alejado de los intereses de otros de «sacar a la luz cuentas o errores». Según el máximo responsable del ejecutivo español durante ocho años, «no vale más una venganza del pasado» que votar «mirando al futuro».

Absorbidos por el nacionalismo

Frente al PP, según Aznar, no hay más opciones que una «izquierda y unos socialistas que se frotan las manos con los que quieren romper España», que le ponen «alfombra roja» a los secesionistas, golpistas y a los herederos de ETA. Dentro de esa órbita del mundo independentista, el dirigente popular reconoció que España tiene un problema con el nacionalismo, «al igual que otros países europeos», con la diferencia que «aquí la izquierda ha sido absorbida por los nacionalistas».

Y entre la izquierda, el expresidente centró su foco en el Partido Socialista, «en el PSOE de Pedro Sánchez que ya no es un partido constitucionalista». Y para corroborar sus palabras Aznar explicó por qué no aparece Cataluña entre las 110 propuestas electorales lanzadas por Sánchez. No se trata de un olvido, ya que el presidente socialista del Gobierno «tiene otro programa, el del relator, el de un documento firmado en Pedralbes que es el verdadero programa del PSOE», un texto que según Aznar contempla «el reconocimiento de la autodeterminación de Cataluña» y que «los golpistas juzgados sean indultados». Y la ovación, desde luego, no se hizo esperar.

Para centrar un poco más su discurso en la tierra que pisaba, el expresidente del ejecutivo recuperó el debate sobre la falta de agua en Alicante, al recordar que fue el PP quien dejó el Plan Hidrológico Nacional pagado por la Unión Europea, y que se perdieron esas inversiones y las obras que ya estaban realizadas». Por contra, ahora «tenemos un país que tiene problemas para compartir su agua y su lengua», un panorama ante el que Aznar se pregunta: «Y ese país, ¿dónde va?».

Antes del «presidente Aznar», como le definieron todos los dirigentes populares que ayer le precedieron en el turno de palabra, intervinieron el candidato a la Alcaldía de Elche y número uno al Senado, Pablo Ruz, el número uno al Congreso por Alicante, César Sánchez, el cabeza de lista del PP por Alicante a las Cortes Valencianas, José Ciscar, y la candidata del PP a la presidencia de la Generalitat, Isabel Bonig. Todo agradecieron que el gran invitado al acto siga reivindicando «lo que siempre hemos sido» (Pablo Ruz) o que construyera «buena parte del pensamiento reformista con el que empezamos a ganar elecciones y ahora volveremos a hacerlo» (César Sánchez). Instantes que se repiten eternamente.