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Análisis

Las patas «cojas» de los tripartitos

A un mes del 28-A, la reedición del Botànic está pendiente de la deriva de Podemos y la derecha mira de reojo a la errática campaña de Cs

Martínez Dalmau junto a los alicantinos Xavi López y Vanessa Romero.

A un mes para la doble cita con las urnas de las elecciones generales y autonómicas del próximo 28 de abril, el panorama no se ha movido ni un ápice. El resultado sigue marcado por la incertidumbre y pendiente del elemento clave de estos comicios: el nivel de participación. Ese fue en parte el motivo que llevó al presidente de la Generalitat, Ximo Puig, a activar, por primera vez en la historia, el botón del adelanto electoral en la Comunidad Valenciana. Intentar ejercer como agente movilizador después del fiasco de asistencia a las urnas de las elecciones andaluzas que acabó condenando a la izquierda para entregar el gobierno al PP y Ciudadanos con el respaldo de los escaños ultras de Vox.

Y otra cosa tampoco ha cambiado desde que el pasado 5 de marzo el jefe del Consell firmó el decreto para unir las elecciones autonómicas a las generales aprovechando la fecha elegida por Pedro Sánchez después de que el bloque de derechas -PP y Ciudadanos- junto a los independentistas catalanes le tumbaran los presupuestos. A saber: cualquier ecuación de gobierno en las Cortes Valencianas a partir de las elecciones del 28 de abril dependerá, en todos los casos, de una alianza a tres bandas por la izquierda y de otra por la derecha. No parece, al menos sobre el papel, que esa posición de los bloques vaya a variar. Pero alguna de las patas de esos tripartitos sufre de cojera: a un costado miran con temor la deriva de Podemos con el desconocido Rubén Martínez Dalmau al frente mientras que al otro lado están pendientes de la errática campaña de Ciudadanos que protagoniza un Toni Cantó que habla más de Cataluña que del territorio que quiere gobernar. Ambos son imprescindibles para que unos y otros sumen.

Uno de los argumentos que Puig barajó, precisamente, cuando decidió el adelanto electoral fue no solo lo que las encuestas otorgaban al PSPV sino, además, si sus socios de gobierno -Compromís y Podemos- podían salir indemnes del envite. Pasado el sarampión del enfado por la decisión de adelantar los comicios, Mónica Oltra se ha puesto manos a la obra. Junto al portavoz en el Congreso, Joan Baldoví, se ha echado la campaña a la espalda, las encuestas empiezan a «visibilizarlos» en Madrid y su agenda electoral está a pleno rendimiento. En el caso de Podemos, Puig pensaba que podría defender mejor su presencia en las Cortes Valencianas en un escenario de generales. El problema es que, en estos momentos, la campaña de los morados es pobre, les arrastra la dinámica a la baja que llega desde el resto de España y, además, se empieza a detectar un fenómeno, apuntan fuentes demoscópicas, de doble voto. Gente que dará su papeleta para Pablo Iglesias en las generales pero que para las autonómicas duda con la opción de Oltra. Y ojo a otro elemento: el respaldo que cosechen los animalistas del PACMA, que afecta directamente a los morados.

En el flanco derecho, al PP le preocupa, obviamente, su propio desgaste -dan por hecho un notable retroceso- y el avance de los ultras de Vox, parece que estancado y ligeramente a la baja en los últimos sondeos. Pero eso, a estas alturas, casi lo dan por descontado. Los populares ahora ven como un riesgo la errática campaña de Toni Cantó y de Ciudadanos, taponada por el avance de Vox, a remolque desde la «foto» de la Plaza de Colón y con el riesgo de perder una bolsa de electorado moderado al que no le gusta que el mensaje se haya escorado tanto hacia la derecha. Cargos naranjas ven con preocupación ese panorama y firmarían repetir sus resultados. Ocurre que con eso el tripartito de derechas, quizá, no llegue. Pero aún queda un mes, un mundo en esta escena política.

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