Cambio de rumbo a la caza de nuevos nichos de votantes. Tanto el PP como Ciudadanos han imprimido durante esta última semana un pequeño giro en su mensaje con el objetivo de bajar el tono y reducir la gran carga ideólogica que se ha convertido en el eje de la campaña autonómica, por primera vez coincidente con la batalla de las generales. La política lingüística o la supuesta amenaza catalanista han quedado esta semana en un segundo plano o con argumentarios más filtrados para poner en el centro del foco mediático los grandes asuntos de la agenda valenciana como la financiación autonómica o el agua coincidiendo con la presencia en la Comunidad de Pablo Casado y Albert Rivera.

No hay que olvidar lo inédito del escenario que se dará durante los próximos dos meses. Por primera vez unas elecciones generales coinciden con los comicios en la Comunidad, después de que Ximo Puig decidiera adelantar la cita con las urnas. Con el cambio de fecha, el jefe del Consell quería unir su destino al de Pedro Sánchez, entre otras cosas, porque la división de la derecha con la irrupción de los ultras de Vox, devolvía a los socialistas las posibilidades de convertirse de nuevo en la primera fuerza política tras una década de caída a raíz de la aparición de nuevas fuerzas políticas de izquierda como Podemos o, ya en el plano autonómico, la coalición Compromís. Puig no quiso desaprovechar la oportunidad y se lanzó a pulsar el botón del adelanto, hasta ahora nunca usado. Y la derecha entró en el juego.

La estrategia de la izquierda para captar votos, tanto desde el PSPV como de Compromís, pasa por agitar el mensaje para frenar un posible gobierno con los ultras y erigirse como los grandes defensores de los derechos sociales, el progreso y la igualdad. Así, el presidente de la Generalitat y máximo dirigente del PSPV ya ha iniciado los primeros movimientos en este sentido al lanzar un vídeo mensaje a la militancia advirtiendo de los peligros de un tripartito de derechas apoyado en la formación radical de Santiago Abascal con el objetivo de movilizar a militantes y votantes de izquierda. Mientras eso ocurría, desde Ciudadanos y el PP seguían dando titulares cargados de radicalidad que daban margen a la estrategia electoral de la izquierda. Sin ir más lejos, la candidata popular a presidir el Consell, Isabel Bonig, llegó a lanzar durante una intervención en Madrid que el castellano estaba en riesgo en la Comunidad Valenciana. El discurso lingüístico también se ha convertido en parte fundamental de la campaña de Ciudadanos en la Comunidad. De hecho, Toni Cantó ha criticado hasta la saciedad el «adoctrinamiento» en las aulas del conseller de Educación, Vicent Marzà, de Compromís.

Se trataba de mensajes cada vez más escorados a la derecha y con una fuerte carga ideológica que, por ende, daban pie a que las fuerzas de la izquierda metieran en el mismo saco a populares, Ciudadanos (Cs) y Vox. Un mensaje que no conviene ni a los populares ni tampoco a los de Albert Rivera. En ambos partidos existe ya el temor de que la fragmentación del voto de la derecha termine por facilitar la continuidad de las fuerzas de la izquierda tanto en la Moncloa como en el Palau de la Generalitat.

De ahí que los líderes nacionales del PP y Cs, Pablo Casado y Albert Rivera, quisieran aprovechar su visita a València de esta última semana para desdibujar gran parte del mensaje lanzado hasta ahora en territorio valenciano. Así, tras los actos de ambos dirigentes en la ciudad del Turia con motivos de las Fallas, el discurso ha variado. Casado, entre otras cosas, por ejemplo, aprovechó para calificar de «riqueza» un sistema educativo en tres lenguas. Opinión sorpresa después de las duras críticas lanzadas por los populares durante toda la legislatura al plurilingüismo impulsado por el conseller de Educación, Vicent Marzà. El presidente del PP quiso distanciarse así de Vox y suavizar el mensaje del partido sobre el valenciano, muy combativo durante este mandato.

Pero ahí no quedó la cosa. El máximo dirigente de los populares rescató reivindicaciones históricas como la necesaria reforma del sistema de financiación autonómico, que prometió cambiar cuando gobierne. Una maniobra encaminada a recoger votos pero también a generar un discurso más moderado y transversal. Nadie de la formación ha vuelto a levantar la voz para criticar esta cuestión desde que su líder visitara la Comunidad. Más de lo mismo en Ciudadanos. El presidente de la formación naranja visitó las Fallas un día antes que Pablo Casado y también alejó su discurso de los argumentos que hasta ahora ha esgrimido su candidato autonómico, Toni Cantó, al que hasta ahora no se le conoce ni una sola propuesta más allá de hablar del conflicto catalán.

No dijo nada sobre el valenciano. Tampoco sobre el «pancatalanismo» y el «adoctrinamiento», clásicos de Cantó. Albert Rivera se centró en dos clásicos: la financiación autonómica y el Corredor Mediterráneo. Los efectos de la visita de Rivera llegaron apenas 48 horas después de la misma. Cantó salió a escena para opinar sobre el agua. En concreto, el aspirante a presidir el Consell tachó de «irrenunciable» el trasvase Tajo-Segura a raíz de la última sentencia del Tribunal Supremo que anulaba parte del Plan Hidrólogico del Tajo.