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Ciudadanos del mundo

Pedro Sánchez y Ximo Puig se emplearon a fondo para atacar a la derecha pero fue un holandés que quiere dirigir la Unión Europea y un ministro que ha volado al espacio los que desmontaron el argumento central del PP y Cs

No es ningún secreto que, desde el pasado mes de diciembre, los socialistas viven presos del síndrome del resultado de Andalucía. A pesar de ser el más votado en aquellas elecciones que Susana Díaz convocó en un arranque de chulería que luego le salió rana para demostrar su poder en las urnas frente a Pedro Sánchez, el PSOE pasó a la oposición en ese territorio por primera vez en cuatro décadas. Y fue en gran medida por la abstención de una buena parte de su electorado que optó por quedarse en casa antes que volver a tener que votar con la nariz tapada a un gobierno carcomido por la corrupción. La irrupción de la ultraderecha de Vox como comodín del público para pactar con el PP y Ciudadanos hizo el resto.

Así que el alto mando socialista, desde entonces, ha puesto toda la carne en el asador para provocar una alta movilización de la participación como la que ha acompañado siempre a las victorias socialistas especialmente en clave de elecciones generales. Tanto es así que la decisión del presidente del Gobierno y luego del jefe del Consell de celebrar cuanto antes las elecciones con la fecha elegida del 28 de abril tenía que ver con la posibilidad, efectivamente, de ejercer como agente movilizador de la izquierda para frenar el tripartito de la Plaza de Colón entre Pablo Casado, Albert Rivera y el ultraderechista Santiago Abascal. El mitin celebrado en el Paraninfo de la Universidad de Alicante con las actuaciones estelares del propio Pedro Sánchez y de Ximo Puig como arranque de la precampaña del PSPV en la Comunidad de cara a esa doble cita de generales y autonómicas, no se salió ni un ápice de ese guión ya predeterminado.

Los «presidentes» -ese fue el giro que Sánchez utilizó para dejar claro lo que hay en juego en esta Comunidad y para verbalizar de forma evidente su respaldo a Puig con el el que otro tiempo estaba enfrentado- se emplearon a fondo para alentar esa movilización de la izquierda como salvaguarda para frenar a la derecha. Un único bloque, como definió el líder socialista para meter a todos el mismo saco, al que sólo diferencian tres siglas diferentes. Hubo guante blanco con los socios de Compromís y Podemos. Y caña contra el PP y Cs. «De la ultraderecha, ni hablo», dijo Pedro Sánchez. Ximo Puig recurrió al pasado de los gobiernos del PP con la corrupción como un argumento para alentar la participación. Esa es la consigna que han transmitido desde Ferraz para mantener la pulsión del electorado y con ello la tendencia que marcan las encuestas de las que nadie se fía.

Con todo, sin embargo, fueron un holandés llamado Frans Timmermans, el hombre con el que los socialistas cuentan para presidir la Comisión Europea, y un ministro que ha volado hasta el espacio llamado Pedro Duque, natural de Madrid pero vinculado por su mujer a Xàbia, los que desmontaron el principal argumento que hasta ahora han utilizado el PP y Ciudadanos en su carrera electoral en esta Comunidad: el conflicto lingüístico. En apenas diez minutos en la tribuna, Timmermans habló en un casi perfecto castellano pero también se dirigió al público en valenciano en medio de un fuerte aplauso. Lo mismo hizo Duque, que además utilizó el neerlandés para saludar a Timmermans. Usaron el valenciano con total normalidad. Por cierto, infinitamente mejor que el de dirigentes de la derecha de esta Comunidad que denostan la lengua de una parte de la población a la que dicen querer gobernar para convertirla en un arma electoral. Plurilingüismo y respeto. Dos ciudadanos del mundo.

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