Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Eduardo Zaplana, año I

La Fiscalía sitúa los orígenes del enriquecimiento ilícito del político en Terra Mítica, un proyecto ruinoso que ya nació bajo sospecha

Eduardo Zaplana, año I

Aquel 11 de agosto de 1992 no era especialmente caluroso, una jornada como tantas otras en la canícula benidormense, que como cada día de todos los veranos estaba bajo alerta de riesgo forestal. Nunca se acertó con el origen de aquel fuego devastador, pero pasada la hora de comer, cuando el calor se alía con la pereza, el pulmón verde de Benidorm anunció su triste final con señales de un humo que se divisaba desde toda la Marina Baixa. Diez millones de metros cuadrados de suelo no urbanizable de especial protección forestal situados en la partida del Moralet, a los pies de Sierra Cortina, se convirtieron en un inmenso tiznajo de pinos chamuscados y matorral devorado por la hoguera. Nadie supo del autor. Tres años después, con Zaplana como presidente de la Generalitat, el molt honorable ya tenía clara la utilidad de aquella tierra calcinada que en su día logró salvarse de los rascacielos: un grandioso parque temático (el concepto de ocio de moda en la época) que convertiría a Benidorm y a la provincia en el embrión de un nuevo Orlando de magia y fantasía.

La Fiscalía cree que los aproximadamente siete millones de euros cuya propiedad y ocultación en Andorra atribuye a Eduardo Zaplana, proceden de mordidas derivadas de la construcción y gestión de Terra Mítica mientras tuvo a la Generalitat, CAM y Bancaja como accionistas de referencia. De ser ciertas las sospechas del Ministerio Público, el buque insignia de los grandes proyectos del exjefe del Consell se situarían en el origen del presunto enriquecimiento ilícito que se investiga en el llamado caso Erial, que endosa a Zaplana y a su red de testaferros la comisión de hasta diez presuntos delitos ligados a la corrupción, al cobro de comisiones ilegales y al blanqueo de capitales.

En enero de 1998, menos de seis años después del incendio, la Generalitat ya era la propietarios del suelo, hasta entonces en manos privadas. Media docena de propietarios pertenecientes a las grandes familias de Benidorm eran titulares del 80% de los terrenos, por cuyas expropiaciones, la Administración autonómica abonó el equivalente en pesetas a 24,5 millones de euros. El 20% de esa cantidad financió el suelo que hoy aloja exclusivamente el complejo.

En julio de 2000, con asistencia del entonces Príncipe Felipe, Terra Mítica abrió sus tornos al público. Alrededor del parque se distribuyeron hoteles de lujo, otros parques temáticos y jugosísimas promociones inmobiliarias cuyo precio se disparó al rebufo de las montañas rusas y los enormes faraones de cartón piedra que decoraban aquel éxtasis de diversión. Cualquier patatal a menos de 15 kilómetros multiplicó su valor.

Aquello siempre estuvo bajo sospecha. El Consell adjudicó por más de 108,1 millones de euros las obras de Terra Mítica. No hubo concurso. Empresas como Ortiz e Hijos o Sedesa, ligada a la familia Cotino, a la que los investigadores atribuyen el pago de mordidas al expresident, se encargaron de los trabajos. Años después, estas y otras constructoras unieron sus nombres a una palabra en alemán que toda España asocia a la financiación ilegal del PP: Gürtel.

Las investigaciones judiciales vinculadas a Terra Mítica se sucedieron en los años siguientes al mismo tiempo que fracasaba aquel negocio sobredimensionado y ruinoso, que disparó sus costes hasta más allá de los 300 millones de euros y acabó vendido a precio de saldo a empresarios de ocio de Benidorm. Siempre bajo sospecha pero nunca con pruebas, Zaplana salía indemne de todas la investigaciones. En abril de 2016, dos exdirectivos del parque y otras 20 personas, la mayoría contratistas estrechamente relacionados con adjudicaciones públicas de la era Zaplana, eran condenados por estafa y delito fiscal en relación a la emisión de facturas falsas. Un caso de corrupción llevaba el nombre de la empresa.

El parque temático había sido, además, un cementerio de elefantes para amigos y familiares del exministro de Trabajo. Por allí pasaron el cuñado de Zaplana, Justo Valverde, procesado en la causa citada en el párrafo anterior, o Joaquín Barceló, amigo íntimo y presunto testaferro del principal investigado en la Erial que, al igual que éste, acaba de salir de prisión.

El complejo de ocio opera hoy día bajo gestión privada y en su justa dimensión, pero su modesto poder de atracción al público no hará ricos a sus propietarios. Benidorm no es Orlando ni falta que le hace. Todo lo contrario de lo que quizá soñó Eduardo Zaplana mientras observaba aquel montón de cenizas.

Compartir el artículo

stats