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Análisis

Una vía andaluza sin explorar

La fórmula de unir autonómicas con generales ya está inventada: una antigua estrategia de la vieja guardia socialista en Andalucía

Los consellers socialistas, el pasado lunes.

Ximo Puig tenía casi decidido desde el viernes el adelanto de las elecciones autonómicas para unirlas a las generales el día 28 de abril y, de esa manera, fiar su futuro al de Pedro Sánchez. Justo antes de su reflexión del fin de semana a caballo entre Morella y una convocatoria el domingo por la tarde en el Palau de la Generalitat con todos los consellers socialistas, el presidente negoció directamente con Podemos con la participación, entre otros, de Manolo Mata -síndic del PSPV en las Cortes y uno de los principales defensores de este movimiento- para activar el botón electoral contando con el visto bueno de los morados como pieza clave de cara a mitigar los efectos del rechazo de Compromís. Con dos patas del Acord del Botànic a favor de la operación, la presión se reduciría dejando la comunicación a Mónica Oltra para el último minuto cuando todo estaba ya decidido y actuando a hechos consumados con su socio principal.

Durante su comparecencia, el jefe del Consell vendió la operación de separar la cita valenciana de las municipales y de las urnas de otras 12 regiones por vez primera en la historia y en uso de las atribuciones que concedidas al presidente en la reforma del Estatuto de 2006, como un evidente avance del autogobierno. «Somos nacionalidad histórica», proclamó con solemnidad Puig en una referencia directa a los otros cuatro territorios que también celebran sus elecciones con un calendario propio y diferenciado: Cataluña, País Vasco, Galicia y, junto a esas autonomías, también Andalucía. Así que el jefe del Consell trató de justificar el adelanto electoral envuelto en una reivindicación identitaria -no se puede dudar a estas alturas ni un sólo milímetro de que Puig es un presidente inequívocamente valencianista, el único de ese perfil hemos tenido hasta ahora- pero lo cierto, sin embargo y se diga lo que se diga, es que este camino tiene un componente partidista para favorecer a los socialistas como todas las decisiones, por otra parte, que se toman en política.

El invento de unir las autonómicas con las generales, de hecho, no es una estrategia nueva. Es una antigua receta de la vieja guardia socialista -los principales consultores de Ximo Puig- que se aplicó con notable éxito en Andalucía durante décadas. Hasta en cinco ocasiones, los presidentes andaluces celebraron sus comicios bajo el manto de los candidatos socialistas a la Moncloa. Contaron esas convocatorias, en todos los casos, por victorias en las urnas. Cuando Susana Díaz en un pulso contra Pedro Sánchez se desmarcó de esa táctica el pasado mes de diciembre para convocar unas elecciones en solitario se produjo, aunque concurrieron otros motivos, la derrotaacompañada de una amplísima desmovilización del electorado de izquierdas. Así que Ximo Puig, con cerca de cuatro décadas de hoja de servicios en la escena política valenciana, se encomienda a una estrategia ya conocida y ensayada por los socialistas. Un movimiento que, sobre el papel, singulariza el calendario electoral valenciano pero que, en la práctica, lo condiciona a la escena estatal.

La operación de Puig, de hecho, venía con el visto bueno de Ferraz. Hasta el punto de que, apenas 24 horas después de anunciar el adelanto electoral, los socialistas confirmaron, en la línea adelantada por este periódico hace más de una semana, que reforzaban la campaña de Puig -la agenda de generales y autonómicas será única- con la figura de un ministro como Pedro Duque. Vinculado familiarmente a Xàbia -su alcalde, José Chulvi, ha tenido un papel de relevancia en la operación- y una figura social por su etapa de astronauta en la Agencia Espacial Europea, Duque será número uno al Congreso por Alicante, la circunscripción clave para el futuro de la Generalitat. Blanco y en botella. En Madrid van a poner toda la carne en el asador para conservar la Generalitat. En ese decorado de generales sumado a esa vía que usaron los socialistas andaluces para impulsar su voto en las autonómicas, además, el jefe del Consell se marca, en cualquier caso, otro objetivo en clave puramente partidista con la intención, si acaba cuadrando la aritmética, de reeditar el Botànic aunque en condiciones más ventajosas para Puig.

Es consciente que plantearse un pacto con la visión radical y excluyente de Ciudadanos que representa Toni Cantó es, a día de hoy, una auténtica quimera. Por eso, el jefe del Consell intenta estirar el empuje de Pedro Sánchez y de unas elecciones generales en beneficio de sus expectativas; trata de diluir un poco el peso que hasta ahora ha tenido Compromís en el gobierno con las elecciones en las que peor se mueve la coalición aunque en Presidencia están convencidos de que el ticket electoral que conforman Mónica Oltra y Joan Baldoví obtendrá un muy buen resultado; y, finalmente, intenta darle oxígeno a Podemos, que llega exhausto a esta cita y que desde luego, como se ha reflejado con la decisión de los morados de prestar su apoyo al adelanto electoral de Ximo Puig, parece que podrá salvar mejor los muebles ligado a una urna que ponga en juego a Pablo Iglesias.

Una de las encuestas que barajó el presidente de la Generalitat para tomar la decisión final apunta, precisamente, en esa dirección. Le concede 26 escaños a los socialistas, tres más que ahora; 17 a Compromís, dos menos que en 2015; y entre 8 y 9 a Podemos, cuatro menos pero una cifra que permitiría, por los pelos, volver a formar gobierno a la izquierda. Si los números suman, el Botànic intentará volver a gobernar a pesar de la división de los últimos días. Cada uno hará su campaña para movilizar a su tropa y luego ya verán. No hay otra. El problema, muy difícil de valorar y de predecir en una escena tan volátil, es que toda esa estrategia se adentra en un territorio sin explorar. No hay antecedentes en esta Comunidad de un escenario de generales con las autonómicas pegadas. Ni de transferencias de voto, ni de comportamiento de los electores, ni de capacidad de diferenciar en dos urnas diferentes, ni siquiera de participación, ni del impacto de las locales... Así que esta vía andaluza de Puig es desconocida e incierta. De desfibrilador hasta el último minuto.

Un calendario muy complicado con Semana Santa y festivos

El calendario en el que se van a celebrar estas elecciones es tremendamente complicado. La presentación de candidaturas, junto a las generales, se realizará en apenas tres semanas, entre el 20 y el 25 de marzo. Pero la campaña empezará un viernes de Dolores. El primer fin de semana será Domingo de Ramos y el segundo la Pascua de Resurrección. Y la votación se realizará antes de un largo puente en València y en algunos municipios de la provincia. Dirigentes de varios partidos mostraron ayer sus dudas por la agenda de la campaña.

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