Cualquier movimiento dentro del PP en clave interna acabe alimentando aún más el debate interno dentro de la formación. Anoche, de hecho, una cena protagonizada por dirigentes del ala cristiana del PP, en su mayoría afines a Pablo Casado y con César Sánchez a la cabeza, volvió a provocar idas y venidas junto a aires de conspiración. Todo ello en una organización que, a cuatro meses de las elecciones, se ha instalado en una peligrosa inestabilidad interna como consecuencia en parte de las tensiones por la elaboración de las candidaturas en parte del intento de los «casadistas» de tomar definitivamente el poder dentro del PP. Y con un acontecimiento que, además, actúa como espita: la crisis por la elección del candidato popular en Orihuela, el campo de batalla por el control del partido no sólo en Alicante sino también en el conjunto de la Comunidad Valenciana.

En el encuentro, que se celebró en un restaurante de Elche con la presencia de cargos del PP vinculados a los cursos de liderazgo político de la Fundación Vives, se esperaba la asistencia, entre otros, del presidente de la Diputación, César Sánchez, al que los afines a Casado promueven como aspirante a tomar las riendas del PP de Alicante en el supuesto de que se produzca un relevo de José Císcar aunque al cierre de la edición aún no había acudido. Estaba parte del equipo en la institución provincial como los vicepresidentes Adrián Ballester -uno de los que ha impulsado con más ahinco el encuentro- y Alejandro Morant, dos «patas negras» de Casado. Ejerció como anfitrión el portavoz municipal del PP en Elche y candidato a la Alcaldía, Pablo Ruz, que llegó a la convocatoria con la cena ya empezada. También estuvo en la cita el expresidente de las Cortes, Juan Cotino, uno de los referentes del sector cristiano del PP y mentor de Francisco Camps. Ni acudió el presidente provincial del PP, José Císcar, ni nadie de su actual entorno en el partido. Con una única excepción: sí estuvo en la cita, según apuntaron fuentes populares, Rafa Candela, el antiguo número dos de Císcar en la dirección de la cúpula provincial y que dejó el cargo antes de las fiestas de Navidad.

Aunque estas mismas fuentes destacaron que el encuentro estaba previsto desde hace casi dos meses y que tiene que ver con la participación del núcleo de dirigentes del PP en la citada fundación de inspiración cristiana, lo cierto es que la presencia de cargos de la órbita de Pablo Casado que nunca han estado en ese «lobby» interno del PP evidencia la importancia que se le había concedido, al menos entre los partidarios del presidente nacional, a la convocatoria como una fórmula de visibilizarse y de aparecer dentro de la nueva imagen vinculada a la sala de mandos de la organización. Desde los aledaños de la dirección provincial se consideró el encuentro como «inoportuno» por la imagen que ofrecía del PP en plena tensión interna, con Císcar en el ojo del huracán y a menos ya de cuatro meses de la triple cita electoral municipal, autonómica y europea.

La escena política del PP continúa marcada por la máxima tensión con la crisis de Orihuela como principal argumento del pulso entre la dirección regional y provincial con Génova. Anoche mismo, Isabel Bonig participó en un acto en Ibi para proclamar la candidatura a la reelección de Rafael Serralta, actual primer edil. Es la fórmula que viene utilizando la cúpula regional para nombrar a los candidatos en los municipios de más de 20.000 habitantes, correspondientes a sus competencias. Ese procedimiento no se producirá en el caso de Orihuela. La dirección regional del PP, al menos de momento, continúa rechazando cualquier movimiento que avale a Emilio Bascuñana, al que sí respaldan desde Madrid. Así que o Génova toma la decisión de desautorizar a Bonig y Císcar o seguirá bloqueado. Y con este ambiente, Isabel Bonig compartirá el lunes mesa y mantel con Pablo Casado en Madrid junto a otros dirigentes territoriales del PP. Y, a su vez, el presidente provincial del partido, José Císcar, como avanzó este periódico, convocará el próximo martes tanto a la dirección provincial como a la Junta Directiva para aprobar los asuntos ordinarios en una sesión en la que tampoco se dará margen a los críticos para que le censuren. La batalla continúa.