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Bonig se ve en el espejo de Juanma

La líder del PPCV parte de una situación pareja a la del andaluz, aunque se enfrenta a un gobierno en situación distinta

Bonig se ve en el espejo de Juanma

El malagueño que pasó del futbolístico Moreno Bonilla a ser presentado públicamente por aquello mucho más familiar de Juanma Moreno se ve ya con el traje de presidente de la Junta de Andalucía y en ese espejo se mira Isabel Bonig.

¿Ilusión óptica o posibilidad real? De momento, alegría e ilusión (a secas) para la presidenta del PPCV y su equipo, que encaraban las elecciones autonómicas en una atmósfera depresiva, con todas las encuestas en contra, augurando una victoria cómoda del bloque del Botànic y una caída de los populares, que ya se dieron un batacazo en 2015.

En esa misma circunstancia estaba hace poco Juanma Moreno, pensando más en su relevo en el PP andaluz que en el color de la corbata para el día de la investidura. Y ahí lo tienen. Donde había críticos, hay palmadas en la espalda.

Ese mensaje vende Bonig a los suyos, que al menos puede servir para movilizar a algún perezoso. La exconsellera se agarra al clavo de hacer un puig, eso de gobernar a través de una alianza a varias bandas a pesar de no ser la lista más votada. Tal como Juanma. Y aquello que tanto criticaba el PP cuando lo sufrió Rajoy en sus carnes tras la moción de censura.

Lo curioso de la situación es que nada ha cambiado en la política valenciana para este movimiento de estados de emoción: de la confiada calma del Botànic a la incerteza confesada en privado, de la tristeza de Bonig al rayo de esperanza. «Hay partida», repite.

No hay realidades iguales, pero la dirección del PPCV da por segura una entrada con fuerza de Vox en las Cortes Valencianas. Como en Andalucía. Y con el factor Cataluña como principal motivador. Si en el sur ha funcionado, más debería ser en una comunidad vecina, donde el fantasma del catalanismo ha sido efectivo en el pasado para la derecha. Así que Bonig ya ha empezado a flirtear con los ultras. Esa es la lectura optimista.

También la hay no tan esperanzada, que observa que el fenómeno catalán como espoleta de un fervor español era nuevo en Andalucía, pero ya está amortizado en la Comunidad.

La situación de los gobiernos hasta ahora en una y otra autonomía tampoco es comparable. Moreno Bonilla tenía delante los 36 años de rodillo socialista ininterrumpido. Con todo el hastío y el desgaste que ello genera. Un ejecutivo además acorralado por una de las investigaciones por corrupción de mayor calado en España (el caso del ERE), con dos expresidentes en el banquillo de los acusados en la previa de sacar las urnas a la calle.

La losa de la corrupción recae en el territorio valenciano sobre los 20 años de mayorías del PP. Y son tres expresidentes de la estirpe popular (Eduardo Zaplana, José Luis Olivas y Francisco Camps) los marcados.

Frente al declive de Susana Díaz (de derrota orgánica a derrota social), dirigentes del PP admiten que Puig llega «limpio» a 2019 y con un trabajado perfil institucional. No hay realidades iguales, pero al menos hay similitudes con la sorpresa andaluza que han despertado la sonrisa de Bonig.

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