El resultado de las elecciones en Andalucía con el descalabro de los socialistas y el auge de la ultraderecha que abre la puerta a un vuelco histórico ha terminado a su vez por dar un giro de 180 grados al tablero político de la Comunidad Valenciana. La entrada en escena de los ultras de Vox como un nuevo actor político -así lo reconocen tanto los socios del Botànic como el bloque de derechas que conforman el PP y Ciudadanos- cambia por completo la batalla por el control de la Generalitat a menos de seis meses de unas elecciones autonómicas que se celebrarán a final de mayo, como estaba previsto. La posibilidad de un adelanto -asunto clave de la agenda valenciana desde el verano- ya ha quedado descartada a la vista del fracaso que ha supuesto para la andaluza Susana Díaz -ha perdido un tercio de sus votos y de los escaños arrastrada en gran medida por la corrupción de los EREs- un avance de los comicios que, a su vez, ha certificado la inconsistencia del «efecto Pedro Sánchez» que sugería la cocina con la que se moldearon las últimas encuestas.

El presidente de la Generalitat y secretario general del PSPV, Ximo Puig, venía amagando con «singularizar» el calendario electoral de la Comunidad desde hace unos meses, algo que no convencía inicialmente a sus socios de Compromís y de Podemos. La posibilidad de que Pedro Sánchez uniera también en esa cita de mayo unos comicios generales alimentó hace unas semanas de nuevo esa posibilidad. Ni Puig ni ya tampoco la inmensa mayoría de Compromís querían celebrar el mismo día las generales y las autonómicas. El resultado que se ha producido en Andalucía despeja ese interrogante y entierra por completo la opción de avanzar las urnas a finales del mes de febrero. El Gobierno de Madrid entiende que debe retrasar las generales todo lo posible para ganar margen de maniobra. Y tras el batacazo andaluz, Puig valora ahora más ofrecer imagen de «estabilidad» en la Comunidad hasta final de la legislatura junto a Compromís y teme que un adelanto electoral se tradujera, como en Andalucía, en una baja participación que perjudicara a la izquierda.

Con seis meses todavía por delante hasta esos comicios y con una escena política variable e imprevisible, sin embargo, la cuestión de fondo que planea sobre ese cambio de rumbo en la posición de Ximo Puig, sin duda, es la irrupción de Vox. Era algo esperado pero, desde luego, no con la magnitud de la representación que ha obtenido una formación que aboga, sin ir más lejos, por acabar con las leyes contra la violencia de género o por liquidar el autogobierno territorial. Los socios del Botànic y también el PP dan por hecho, en medio de un ambiente político que favorece en los próximos meses el mensaje de los ultras para captar voto de protesta, que Vox rebasará el listón del 5% marcado para sentarse en las Cortes -más restrictivo que el andaluz y que obliga a sumar unos 120.000 votos para conseguir escaños- y lograría presencia en un hemiciclo autonómico que aglutinaría a seis fuerzas políticas, tres del bloque de derechas y otras tres ubicadas a la izquierda. Vox también se instalaría en decenas de municipios, donde podría, incluso, tener la llave del gobierno.

No es una cuestión menor. El sistema electoral valenciano prevé, cuando un partido rebasa ese listón del 5%, que entre en el Palau dels Borja, como mínimo, con un grupo de cuatro o cinco escaños que se reparten en las tres provincias y que detraen diputados del resto de formaciones. En el Botànic temen que Vox pueda alcanzar, incluso, hasta un 10% de los votos en la Comunidad. Eso supondría que el acceso de los ultras a las Cortes podría hacer peligrar la mayoría que ahora tiene el bloque de izquierdas y que, además, el PP y Ciudadanos jugarían con un comodín, igual que los socialistas y Compromís con Podemos, para poder completar su mayoría. En el PP, donde ya daban casi por perdida la Generalitat, ven como un punto de esperanza el avance de Vox para poder disponer de otra pata con la que llegar a acuerdos dentro de una escena política en la que van a ser necesarios otra vez los pactos.

Mientras, en Ciudadanos, por contra, se mostraron mucho más cautelosos. No están cómodos los naranjas con este panorama, como admitieron fuentes del partido. Los de Albert Rivera miran desde la Comunidad Valenciana los movimientos de sus compañeros andaluces aunque, en principio, se van a mantener a distancia respecto al papel de los ultras en la Comunidad y, además, van a ratificar su posición contraria a la rebaja del listón electoral, explicaron fuentes de Cs. Continuará siendo del 5%, el techo para acceder a representación más restrictivo de toda España. Suman un motivo, además, para vender una postura que incumple su programa pero que ahora pueden incorporar a su argumentario como un intento de frenar a los ultraderechistas. Pero, al final, Ciudadanos se va a tener que posicionar de un lado o del otro. Y no lo va a tener nada fácil.

De puertas hacia fuera, los partidos que conforman el Consell desvincularon la situación del gobierno andaluz con la del ejecutivo valenciano. «Allí había pulsión de cambio después de 36 años. Lo apuntaban algunas encuestas. Aquí este gobierno lleva una legislatura y en frente no tenemos ningún proyecto alternativo. No hay cansancio por parte de la ciudadanía. Solo tenemos delante un partido, el PP, que ha protagonizado los peores casos de corrupción de esta Comunidad», como apuntaron fuentes del Botànic. «Es evidente que habremos hecho alguna cosa mal. Me preocupa que aquí irrumpa la extrema derecha como una anomalía democrática profunda, intentando impedir que haya actos culturales. Pero estoy convencido de que la sociedad valenciana no va a atender esos cantos de sirena de aquellos que sabemos que hicieron tanto daño a la Comunidad», subrayó Ximo Puig. «La mejor vacuna contra el crecimiento de la ultraderecha es el modelo del Botànic», señaló Mónica Oltra, vicepresidenta y líder de Compromís.

Lo cierto, sin embargo, es que el escenario que se ha terminado de abrir preocupa. Y mucho. Después de la debacle en las urnas de Susana Díaz que tiene impacto en toda España, Puig citó a los miembros de la cúpula socialista -el secretariado que reúne a media docena de dirigentes que llevan el día a día del partido- a una comida en la que emplazó a redoblar esfuerzos para los próximos meses actuando en función del mensaje que quiere trasladar el PSPV y dejando al margen los movimientos de los ultraderechistas, que ya se están dejando notar con el boicot a iniciativas culturales en València y con actos en la calle en Alicante. En Compromís apuntaron que, ahora más que nunca, cabe preservar los valores del Consell del Botànic, evitar conflictos entre la izquierda y trasladar la gestión de las políticas sociales como argumento clave del mensaje electoral. En el PSPV y Compromís confían, además, que el peligro real de la ultraderecha como socio del PP genere una movilización de su electorado beneficiado por unas autonómicas unidas a las municipales. La escena continúa incierta y volátil. Pero, a día de hoy, hay partido.