Las próximas elecciones municipales y autonómicas son claves para Podemos. En estos comicios locales se cierra la etapa experimental de ocultarse detrás de las «marcas hacendado» -Guanyar, Sí se puede, En Comú...- para intentar ahora consolidar un espacio político en los municipios, algo que los morados no lograron con la operación de 2015. En las elecciones a las Cortes Valencianas tienen dos retos: continuar siendo la fuerza decisiva que otorga la mayoría para reeditar una segunda versión del Consell del Botànic y mantener, al menos, un grupo parlamentario como el que tienen en estos momentos -ahora cuentan con 12 diputados tras perder uno merced a una tránsfuga- para dar solidez a un proyecto que, sin embargo, se enfrenta a un buen número de ostáculos, como ha quedado certificado con el proceso de selección de las principales candidaturas que se cerró ayer.

Las «quinielas» se cumplieron al dedillo. Rubén Martínez Dalmau, exdiputado en el Congreso por Alicante y profesor de la Universitat de València, será el candidato a la Generalitat con el 45% de los votos con una diferencia de diez puntos sobre María Giménez, la aspirante que impulsaba Antonio Montiel, el antiguo líder de Podemos en 2015 que ha sido uno de los «purgados» en estas primarias y que, casi seguro, no reeditará su escaño por Valencia. Xavi López, un técnico en ONG que pasó en 2007 por el principal partido de Compromís y luego se enroló en el PSPV, será el alcaldable morado en Alicante con un 44%. Y José Vicente Bustamante encabezará la candidatura municipal de Elche con una clara victoria por el 61% de votos. En la ciudad de València será María Oliver -actualmente concejal de En Comú- la número uno y Fernando Navarro optará, finalmente, a la Alcaldía en Castellón.

Los morados se jugarán en esta cita de 2019 algo más que la vida -todas las encuestas apuntan a un notable retroceso electoral- con unos candidatos desconocidos y sin apenas experiencia. En Alicante, sin ir más lejos, Rubén Martínez Dalmau -hijo de la gran fábrica universitaria de cuadros del partido de Pablo Iglesias- apenas estuvo unos meses de diputado en Madrid. Una bicefalia, con todos los problemas que comporta, cuando Podemos lleva dos años de apuesta por otro alicantino, Antonio Estañ, secretario general autonómico. Solo vuelve a los puestos de salida de la candidatura provincial una diputada -Bea Gascó- y los candidatos locales no participaron en 2015 en las «marcas blancas» que cuajaron para esos comicios con lo que se estrenan en un escenario electoral muy difícil.

Podemos también se enfrenta al reto de esos comicios con una escasa movilización entre sus filas. Han participado en la votación del candidato a la Generalitat apenas 5.240 personas, un tercio menos que en la última asamblea de Vistalegre. Cerca del 60%, además, ha votado en las grandes ciudades, lo que evidencia la falta de músculo de Podemos en la gran mayoría del territorio. Y, además, aún habrá tensiones con las candidaturas que deben ordenarse una vez que se cierre el acuerdo electoral con EU, que los morados necesitan para asegurar su futuro electoral máxime cuando dos competidores en el flanco de la izquierda -el PSPV y, especialmente, Compromís- aspiran a pescar en la bolsa de Podemos en su particular lucha por la hegemonía de la izquierda. En estas condiciones juega Podemos la partida. A una carta. A todo o casi nada.