La guerra más dura de todas las innumerables guerras que han mantenido en lo que va de legislatura el Consell forjado en el Pacto del Botànic y el reducto de mayor enjundia que le queda al PP en la Comunidad, que es la Diputación de Alicante, comenzó ayer. La anunció el presidente de esta última, el popular César Sánchez: «Esta será una batalla larga pero la daremos». Sánchez subrayó así que no cederá ni una sola de las competencias de la institución que preside a la Generalitat, rechazando de forma rotunda el plan que para ello ha diseñado el gabinete de Ximo Puig y Mónica Oltra. Además, en sus dos versiones. Tanto la más amable, a través de una negociación entre ambas partes; como la que se basa en un imperativo legal, mediante la aplicación sin más contemplaciones de una ley que ahora mismo está cociendo el Botànic en las Cortes en el caso de que Sánchez no se avenga a razones, tal y como adelantó ayer este diario. El no rotundo de la Diputación alicantina a cualquiera de esas dos fórmulas provocará que la bronca marque otro camino de espinas hasta las elecciones del próximo mes de mayo.

Eso no quiere decir que Sánchez descarte sentarse en una mesa con Puig para tratar sobre este u otro asunto. En todo caso oficialmente esa oferta de diálogo «aún no se ha producido y ya responderemos cuando la hagan». Pero a corto plazo no es muy probable que esa foto de la negociación vaya a inmortalizarse. Y si es que sí, uno de los protagonistas de la instantánea, el propio Sánchez, no habrá cedido ni una sola de las competencias que le reclama el Consell. Al presidente de la Diputación ni siquiera le vale el argumento que maneja València de que, cumpliendo a rajatabla la Constitución y el Estatuto, la Diputación se debería quedar sin materias de tanto calado como turismo, cultura, deportes o servicios sanitarios y sociales. Sánchez considera por el contrario que lo que el Consell de Puig y Oltra pretende es «usurpar competencias y protagonismo al municipalismo y a las diputaciones provinciales».

En un papel en el que se siente muy cómodo como es el de paladín de la defensa de los intereses alicantinos, para Sánchez el ánimo de PSPV y Compromís es fagocitar el rol fundamental que las provincias han desempeñado en el actual sistema político heredado de la transición: «No voy a contribuir a cambiar nuestra historia ni la España de la concordia que nos dimos en 1978. Las provincias en España siempre han servido de nexo de unión de la nación española y, por eso, las provincias molestan tanto a los nacionalistas y, en este caso en particular, al gobierno nacionalista de la Comunitat». Por ello, «no vamos a aceptar ni chantajes, ni rupturas y no vamos a consentir que el gobierno de Puig y Oltra acabe con las provincias y con la unidad de España».

Por fin, Sánchez echó mano de otro de los argumentos que ya ha esgrimido en sus bregas contra València, el de que todo este el plan obedece a un intento por «catalanizar» la Comunidad, arremetiendo así no sólo contra Compromís por su carácter nacionalista sino también contra Puig por apoyarse en los valencianistas. Al respecto, dijo que «lucharé con todas mis fuerzas para evitar el procés de catalanización emprendido por el Botànic; cada día nos despertamos con una ocurrencia nueva de un Consell obsesionado con convertir a la Comunitat en algo que no somos: una provincia de Paissos Catalans»Paissos Catalans. En la misma línea afirmó que la Generalitat aspira a «la comarcalización de nuestra Comunitat como antes lo intentaron en Cataluña Pujol o Montilla con las Veguerías». Y concluyó reprochando al Consell «su afán de eliminar el español de nuestras aulas para levantar muros entre la Comunitat y España», censurando una vez más la política lingüística del conseller de Educación Vicent Marzà.