La exvicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, fue «cazada» ayer a mediodía en Alicante acompañada del exministro de Educación y exportavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, con quien llegó a la capital alicantina en el AVE procedente de Madrid a la una y veinte del mediodía para irse a comer con el expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a un conocido restaurante de Santa Pola. Rajoy se hospeda actualmente en un hotel de lujo de la Playa de San Juan hasta que ocupe su nueva plaza en la capital de España, puesto que ya tiene concedido. No estaban previstas citas con miembros de la cúpula provincial, según indicaron fuentes del partido en Alicante.

En la cita también participaron el que ha sido durante años y años el «gurú» demoscópico del PP de Rajoy, Pedro Arriola, marido de Celia Villalobos; y con Carmen Martínez Castro, secretaria de Estado, jefa de prensa de Rajoy en Moncloa y protagonista de un incidente en Alicante cuando, en la última visita del exdirigente del PP como presidente del Gobierno, atacó a unos pensionistas que se manifestaban a las puertas del consistorio alicantino con la frase «¡Qué ganas de hacerle un corte de mangas y decirle: Pues os jodéis!».

Rajoy, Sáenz de Santamaría, Méndez de Vigo, Arriola y Martínez Castro comieron en el restaurante Batiste de Santa Pola, según confirmó este periódico. La que fuera número dos de Mariano Rajoy, que anunció recientemente que dejaba la política tras su derrota en el Congreso Nacional del PP en el que fue elegido Pablo Casado como presidente del partido, llegó en AVE hasta la estación alicantina, donde salió por la puerta lateral junto al exministro y el resto de acompañantes. Es una puerta a la que solo tienen acceso un reducido grupo de personas previa petición. Allí les esperaban dos vehículos en los que se marcharon para verse con el expresidente a la villa marinera. La presencia de Santamaría y la del exministro causó revuelo en el tren, donde fueron reconocidos por varios viajeros, mientras que en Alicante pasaron casi desapercibidos por la rapidez con la que se dirigieron a los coches que les esperaban.