A estas alturas de partido, mes y medio después de asumir la presidencia de España, Pedro Sánchez ya tiene claro el avispero que es el asunto de la financiación de las autonomías. Entró con un jarro de agua fría en la mano, descartando una reforma del sistema en los dos años de supuesta legislatura, y le llovieron las críticas. Después ha ido abriendo escotillas con medidas que aliviarán, cuando lleguen, la situación y que serán un avance. Insuficiente, insiste el Consell bipartito, pero avance. Y dentro de esas iniciativas de descompresión, anunció el martes una reestructuración de la deuda autonómica, que no compensación, ni quita, ni condonación, sino más bien una mutualización.

De nuevo, se ha encontrado con que no satisface a casi nadie y que la primera consecuencia ha sido un enfrentamiento dialéctico entre comunidades que no es nuevo. En el último año ha ido aflorando en diversas ocasiones este choque entre bloques territoriales con dos protagonistas principales, Ximo Puig y Alberto Núñez Feijóo. El presidente gallego, que el martes pasaba por la Moncloa, descalificaba la propuesta. Ximo Puig salió al paso. «Lo que es inmoral y no tiene ética es la desigualdad y falta de equidad», dijo.