Un brindis con horchata en la Explanada de Alicante bajo un calor asfixiante sirvió para sellar el pacto de Pablo Casado con el alcalde de Alicante, Luis Barcala, y con el presidente de la Diputación, César Sánchez, que pone patas arriba a los populares alicantinos a apenas cuatro días del congreso que elegirá al sucesor de Rajoy al frente del PP. Con esa imagen, Casado escenificó que en estos momentos ya ha sumado a su cuenta de compromisarios para la segunda vuelta de ese cónclave el respaldo de la mayoría de los dirigentes populares de la provincia que se posicionaron en primera instancia con la fallida opción de María Dolores de Cospedal -hoy mismo ambos compartirán mesa en Madrid- y que, por tanto, va a llegar hasta el final en su pugna por liderar el PP frente a Soraya Sáenz de Santamaría, a la que apoya el «aparato» territorial del partido que encabeza José Císcar en Alicante e Isabel Bonig en la Comunidad. Así que, por tanto, el congreso, además, de dirimir la batalla por el liderazgo también medirá la estabilidad de la estructura popular en este territorio a menos de un año de unas elecciones claves.

Así que el paseo de Pablo Casado por la Explanada le sirvió para unir a la causa a dos pesos pesados como Barcala y César Sánchez que han encontrado una segunda oportunidad tras la caída de Cospedal o para confirmar apoyos con los que ya contaba como el ilicitano Pablo Ruz y Adrián Ballester, vicepresidente de la Diputación. Pero también para sumar votos que llegan por confrontación como el del senador Agustín Almodóbar, alineado con Casado frente a la opción del alcalde de Benidorm, Toni Pérez, que optará por Santamaría. O el del alcalde de Orihuela, Emilio Bascuñana, enfrentado a la dirección provincial y regional, que ya han sentenciado al primer edil y le han descartado como candidato a repetir en 2019. Bascuñana, sin embargo, al que Casado citó explícitamente en varias ocasiones, ha visto un asidero al que aferrarse para mantener ese pulso. Si sale vencedor de esta apuesta, intentará jugar sus cartas para optar de nuevo al puesto a pesar del demoledor informe que revela que, durante la gestión del PP en el Consell, estuvo durante varios años a sueldo de Sanidad sin ni tan siquiera acudir a su puesto de trabajo. La presencia del primer edil de Orihuela coincidió con la de los alcaldes de Bigastro, Redován o Benejúzar, lo que sitúa el mayor polo de respaldo a Pablo Casado en el sur de la provincia. No pasó desapercibida tampoco la asistencia a la convocatoria alicantina de Casado de Macarena Montesinos, persona de la máxima confianza de Joaquín Ripoll durante su mandato en el PP y una destacada del zaplanismo alicantino. Ni de Mariano Postigo, concejal con Sonia Castedo durante el mandato anterior en la ciudad de Alicante.

Partidario de un congreso ideológico e inspirado en un discurso que devuelve al PP al relato marcado por José María Aznar, Casado llegó puntual a las once de la mañana junto a su mujer -natural de Elche- para compartir esa ruta frente al mar, refrescarse con la horchata y, posteriormente, protagonizar un acto público a la vieja usanza: micrófono en mano y subido a una silla en medio de la Explanada. Los «casados» esperaban sumar a buena parte de los seguidores de Cospedal pero esa imagen todavía no se había escenificado. Así que este movimiento es un acicate para seguir, un golpe que deben encajar los partidarios de Santamaría y una maniobra que divide todavía más a los populares en la provincia y la Comunidad. Ha quedado ya claro que en en el congreso del próximo fin de semana también se juega la estabilidad del partido en un territorio que es la segunda delegación con más peso en ese cónclave después de Andalucía. Pase lo que pase, el PP se divide y se enfrenta. Y eso en política siempre tiene consecuencias.