«Pepe, para los guiones de tensión eres muy bueno». Así respondió Soraya Sáenz de Santamaría, entre las risas del respetable, a la larga disertación con la que el líder de los populares alicantinos José Císcar acabó desvelando que votará por ella para liderar el PP y recuperar la Moncloa. Durante un encuentro con la militancia celebrado ayer en un restaurante de Alicante bajo un calor abrasador, Císcar se decantó efectivamente por el suspense a la hora de anunciar su apoyo a la candidata que tenía a su lado: calentó en seguida la trama proclamando que con Sáenz de Santamaría «me siento muy identificado porque los dos hemos sido vicepresidentes, aunque yo de un gobierno de rango menor, y los dos nos hemos partido la cara por el PP»; enfrió un tanto la acción al señalar que desde su cargo orgánico debía mantener la neutralidad; pero en seguida volvió a agitar el ambiente admitiendo que a estas alturas de la película ya no caben disimulos y que como afiliado «debo emitir mi voto con el corazón pero también con la cabeza, porque también vamos a elegir a nuestro próximo candidato al Gobierno y yo quiero meterme en la piel de los 329.000 alicantinos que nos votaron en las últimas elecciones generales y ver qué es mejor»; y concluyó, como las buenas películas de misterio, con un final tan complejo como impactante: «Y lo mejor, mi candidata, es la persona que tan bien representó a nuestro partido frente a los otros tres rivales en aquel debate de diciembre de 2015».

No añadió nada más Císcar pero todo el mundo supo -o recordó- que al citado debate no acudió Mariano Rajoy sino Sáenz de Santamaría. Y se resolvió el suspense y hubo aplausos. La exvicepresidenta jugaba en casa. Y agradeció el largometraje trazado por Císcar: «Lo de hoy me ha emocionado», dijo. Más aplausos.

Císcar oficializó así su apoyo a Sáenz de Santamaría y eligió un bando bien distinto al del otro rostro visible de la enseña de la gaviota en la provincia, el presidente de la Diputación, César Sánchez, quien hace ya tiempo manifestó su apoyo a la exministra de defensa Maria Dolores de Cospedal. Císcar y Sánchez han emprendido pues viajes distintos. En el de ayer no va el presidente de la Diputación, que no asistió al acto. Fue la gran ausencia. Sí estuvieron vicepresidentes de su institución, como Eduardo Dolón o Carlos Castillo.

Tras levantarse a las cinco de la mañana y coger un avión, Sáenz de Santamaría llegó directamente del aeropuerto con una media hora de retraso a bordo de un coche en el que también viajaba el exministro Íñigo de la Serna, la coordinadora general del PPCV Eva Ortiz y el alcalde de Alicante Luis Barcala, fiel anfitrión de todos los candidatos que ya han pasado por la ciudad, también con Cospedal, con García-Margallo o con Pablo Casado.

Ante un auditorio con militantes de casi todos los rincones de la provincia, Sáenz de Santamaría se esforzó por «alicantinizar» su discurso, alabando a Barcala -«un magnífico alcalde»- y atacando al PSOE, al que reprochó su falta de apoyo a la Volvo o a los intereses hídricos de la provincia. Císcar había esgrimido estos últimos para volver a alabar a la candidata: «En un momento difícil en el que el ministro de Agricultura no estaba apoyando Alicante en materia de agua fuimos a buscar a nuestra vicepresidenta y la tuvimos». En realidad fue una secuencia más del guión de misterio de Císcar como admitió de nuevo Sáenz de Santamaría, quien le señaló que aquella reunión por el agua «fue un secreto que hoy se ha revelado».

«Voy a ganar»

Ya en materia de las primarias del PP, Sáenz de Santamaría eludió polemizar con sus oponentes. Sólo se permitió decir un «voy a ganar» (Aplausos) «pero si pasa eso que no va a pasar» (O sea que ella no gane) «seguiré apoyando a mi partido, que es el que me lo ha dado todo» (Más aplausos). Para pedir el voto a la militancia también esgrimió su condición de mujer: «Algunos dicen que están a la vanguardia, pero a la vanguardia estamos nosotros que tenemos la oportunidad de presentar una candidata», recordando que si gana estas primarias sus tres principales rivales por presidir el Gobierno serán hombres.

Criticó a los tres. Sobre todo, claro, a Pedro Sánchez, al que acusó de «estar vendiendo España a trozos» y afeó su decisión de ceder a Podemos el control de RTVE: «¿Se imaginan a Monedero presentando Informe Semanal o a Pablo Iglesias el Telediario?» (Aplausos y risas). A Albert Rivera lo acusó de haber allanado el camino de los socialistas hacia la moción de censura. Y a estos últimos también les advirtió de que no pueden dar lecciones de regeneración «cuando mantienen como presidente de la Diputación de Valencia a un detenido». «En el Congreso van a saber -continuó- cómo se han financiado los que ahora están mandando en la Comunidad Valenciana» (Más aplausos).

Pero la ovación más intensa de la matinal la obtuvo cuando contó que «yo he salido del Gobierno con una querella; me la puso Quim Torra y cuando se lo dije a mi marido él me dijo, pónlo en tu currículum, pon, querellada por defender la unidad de España». Y ése fue el broche.