La detención de Rodríguez extendió una sensación de asombro e incredulidad en la capital de la Vall d'Albaida, donde el primer edil ha cultivado una imagen de «bon xic». Los vecinos no se explicaban lo sucedido. «Que vayan a por los corruptos y me dejen a mi alcalde», exclamó una vecina mientras pasaba con un carro de la compra por delante de los periodistas durante el registro. En el bloque de pisos donde el alcalde residía junto a su madre hasta hace poco, en la calle Dos de Maig, ningún inquilino daba credibilidad al arresto. «Es una persona muy buena y honrada. Pongo la mano en el fuego por él», indicó un matrimonio a la salida del edificio. «Siempre se ha portado muy bien. Lo veo incapaz de algo así», señaló otro residente en un corrillo. Lejos de la muchedumbre que en 2016 se agolpaba a las puertas del domicilio de Alfonso Rus -predecesor de Rodríguez al frente de la corporación provincial- para verlo salir detenido, en esta ocasión únicamente una veintena de periodistas y cinco agentes de la Policía Nacional aguardaron al alcalde fuera del consistorio.